“No hay que caer en el síndrome del sucesor, el pensar que porque mi hijo se llama igual que yo será buen empresario, no funciona así”, resumió ayer el profesor Josep Tapiès, profesor emérito del Departamento de Dirección Estratégica del IESE Business School en su ponencia La convivencia intergeneracional en la empresa familiar. Tapiès participó en el XIII Encuentro del Foro de Empresa Familiar de las Cámaras Vascas que se celebró en la Cámara de Comercio de Álava, en el marco del que el investigador principal de la Cátedra de Empresa Familiar de la UPV/EHU, Txomin Iturralde, expuso las conclusiones del estudio La empresa familiar vasca en el contexto europeo. El desafío de crecer, madurar y permanecer.
El informe, elaborado a finales de 2019 entre 501 empresas vascas -95 de ellas alavesas-, sitúa como primer reto precisamente el del relevo generacional, seguido por el de la digitalización. Llegado ese momento, el del cambio al frente de la dirección de la empresa, “el dilema suele ser si elegir a uno o elegir a varios sucesores -explicó Tapiès-; mi punto de vista es que elegir a varios suele ser una complicación, no funciona o funciona en escasísimas ocasiones (...) Solo con humildad y generosidad funciona un coliderazgo”.
Este análisis resulta aún más interesante para el tejido vasco si se tiene en cuenta que la empresa familiar en Euskadi tenía una antigüedad media de 42 años: el 40% se fundó entre 1970 y 1990. Esto supone que la mayoría de ellas son empresas que tenían sus liderazgos ya en segunda generación. No obstante, en el caso alavés se observaba una ligera disminución de la antigüedad y, por tanto, más empresas que estarían en primera generación o en tránsito hacia la segunda.
Facturación
El estudio de la UPV y las Cámaras Vascas revela la menor dimensión, tanto en facturación como en número de empleados, de las empresas familiares vascas en relación a las europeas. Así, mientras el 75% de las empresas familiares vascas facturaba menos de 5 millones de euros, ese porcentaje descendía al 60% en el caso de las europeas; y en el caso de las plantillas, el 88% de las empresas encuestadas tenía menos de 50 empleados, mientras el 40% de las europeas tenía más de 50. El 90% de las empresas participantes en la encuesta eran pymes lo que, subrayó Iturralde, tiene la ventaja de mayor flexibilidad, pero plantea más problemas para la competitividad y “el primer reto que tienen este tipo de empresas es el crecimiento, que está también relacionado con tener cierto tamaño y con la financiación”.
Y es que el 91% de las empresas familiares vascas tenían la propiedad exclusivamente en manos de la familia y el 82% tiene solo entre uno y cinco accionistas. En el caso alavés, incluso, entre las 95 compañías encuestadas no había ninguna que tuviera más de diez accionistas y era donde más se concentraban los casos de un accionista único (45%). El hecho de que la mayoría de las empresas encuestadas tuviera entre dos y cinco accionistas se asocia a que precisamente las empresas en Euskadi estaban sobre todo en segunda generación.
Esta circunstancia, incidió Iturralde, está relacionada con el crecimiento, “porque para el crecimiento hace falta financiación y las empresas familiares vascas son un poco reacias a que entre capital externo”.