- Josetxo Hernández Duñabeitia es uno de los principales impulsores del modelo de sociedad laboral, en el que las personas trabajadoras son las propietarias de la empresa. En 1982 participó en la creación de ASLE como agrupación de sociedades laborales de Euskadi, de la que ha sido director gerente hasta su jubilación en 2020, y desde dicha organización ha participado directamente en la redacción de las tres leyes que han regido las sociedades laborales hasta la fecha (1986, 1997 y 2015). De hecho, en los últimos meses ha trabajado en el desarrollo de la última ley, que incorpora a las denominadas sociedades participadas. Durante su gestión, ASLE fue, además, la primera organización estatal en conseguir el Premio Europeo de Calidad (EFQM).

¿Qué características definen a las sociedades participadas?

—La filosofía señala que son aquellas empresas en las que los trabajadores son, en todo o en parte, propietarios del capital, son copropietarios de la empresa e intervienen en su día a día. Y esta fórmula funciona muy bien, ya que modifica las relaciones laborales, reduce la conflictividad y aumenta la flexibilidad, fideliza al trabajador con la compañía, ayuda a mantener el talento, evita las deslocalizaciones y mejora la autoestima de las personas que forman parte de algo que sienten como suyo.

Si un grupo de personas piensa en constituir una empresa ¿qué ventajas cree que le puede aportar la sociedad laboral?

—No es cuestión de ventajas sino de atributos, en función de a lo que se aspire. La sociedad ha cambiado mucho desde cuando creamos ASLE. Hoy, la gente no termina de entender que una empresa no se comparta en todos sus términos. Lo más importante es que las personas tengan claro su voluntad de participar en toda la extensión del negocio y de la empresa. Y esto es bueno también para el empresario porque genera una cohesión que es clave. Hablamos de vincular las expectativas y deseos de las personas con las estrategias de las empresas. Y esto se consigue más fácilmente con la participación accionarial, en la medida que sea. El empresario puede ser mayoritario pero se genera una forma distinta de relacionarse y trabajar en una empresa cuando los trabajadores son accionistas. Hablamos de más transparencia, comunicación, flexibilidad, mejores relaciones laborales etc. Se genera una cultura distinta que hay que trabajar pero creo que este es el momento de la empresa participada aunque hay muchas resistencias.

La empresa participada encuentra resistencia en empresarios pero también en sindicatos. ¿A qué lo achaca?

—Los sindicatos tienen que adaptarse a los tiempos. Hoy el sindicato es un intermediario y las relaciones con personas formadas y con conocimiento pueden ser directas. Desde mi punto de vista el papel del sindicato o cambia hacia una idea de compromiso más estratégico con la propia empresa, para mejorar las condiciones de vida de las personas que están ahí, o tendrá un recorrido a futuro complicado y más difícil. Si nos fijamos un poco, el sindicato tiene hoy más fuerza en los sectores públicos, en la administración, en áreas muy ligadas a los presupuestos públicos, que en las empresas privadas. El sindicato debe reaccionar y adaptarse a esta nueva realidad. Y en el tema de la participación, la realidad te pone en su sitio. Por ejemplo, en las empresas cuando aparecieron las cooperativas desaparecieron los sindicatos. Cuando la SAL se ha ido desarrollando el papel sindical se ha ido reduciendo. En estos modelos de economía social el sindicato nunca ha encontrado su espacio, de hecho no sé si lo tiene, puedo pensar que sí hay un espacio para los sindicatos pero la realidad es que, hoy por hoy, no lo han encontrado.

“El sindicato es un intermediario y tiene que adaptarse a los tiempos, hacia la idea de compromiso estratégico con la empresa”

“Hablar de empresa participada es hablar de transparencia, comunicación, compromiso, flexibilidad y cohesión”