or fin, inmersos en un período inusual a la vez que especial, la próxima semana, llega una atípica vuelta a septiembre, una vez concluidas las vacaciones de verano condicionadas por esta supuesta nueva realidad. Afrontamos el reencuentro con un escenario más desconocido que el habitual.
En principio, observamos expectantes, la apertura del nuevo curso escolar, la reincorporación parcial y progresiva a la empresa o a las diferentes administraciones públicas, la retomable actividad autónoma y, por supuesto, desconocidos planes de respuesta para el ejercicio de nuestras actividades ordinarias, sumidos en la incertidumbre generalizada que parecería un nuevo acompañante de alcance indeterminado. Adicionalmente, asistiremos a la constitución de un nuevo Gobierno en Euskadi, cuyo lehendakari y principios generales de actuación, así como ejes prioritarios de su programa para los próximos cuatro años son conocidos, conformando un mapa institucional conocido y cohesionado que aporta, de salida, suficiente certeza para una fortaleza de dirección para los próximos tres o cuatro años, al margen de tensiones y desencuentros que pudieran aparecer en el horizonte. Un elemento clave para afrontar desafíos inmediatos que exigirán decisiones firmes con respaldo democráticamente mayoritario.
Hace unos días, en este mismo periódico, se resaltaba la necesidad de abordar el momento con la fortaleza "de los administradores", resaltando la dificultad de gestionar un cúmulo de dificultades desde la eficiencia requerida y las competencias atribuibles a quien debe tomar decisiones. Administrar el país, la empresa, la Universidad, la respuesta y complicidad ciudadana€ con los mejores resultados posibles. A la vez, coincidiendo con diferentes publicaciones y debates globales, recurriendo a la literatura de gestión (y, en especial, cuando se traslada a la dirección de naciones más allá de unidades menores), se recuerda la distinción entre administrar, dirigir y liderar. Tres elementos claramente diferenciados que serían exigibles en este período lleno de complejos retos, múltiples dificultades y un sinnúmero de voluntades, reivindicaciones y disponibilidad participativa y colaborativa distintas. Es, sin duda, imprescindible el contar con una administración eficiente (tanto de los servicios públicos como de las actividades privadas) que posibilite gestionar una pandemia y su interacción en consecuencia con todo tipo de actividades públicas y privadas, optimizar los medios y recursos que habrán de ponerse a su disposición, ordenar y gestionar la convivencia de dicha pandemia con las aperturas y avances necesarios y responder a las incógnitas que irán apareciendo en el horizonte. Inmensa tarea y esfuerzo por recorrer pero que resultará baldía si no viene acompañada de una dirección estratégica de medio y largo plazo que supere la administración del estado actual de las cosas, sino que sea capaz de soñar un nuevo y diferente futuro que no solo restaure una situación y orden previos, sino que anticipe un escenario diferente aún por descubrir. Un nuevo escenario que no solamente supere las dificultades (muchas) actuales y esperables, sino que dirija el tránsito hacia aquellas nuevas respuestas que parecerían demandarse en dicho futuro incierto. Momento de dirigir una sociedad que ha de renunciar a mantener su estatus previo y que ha de asumir transformaciones clave para garantizar la esencia de lo logrado hasta ahora, ampliando sus resultados a la totalidad de la población con especial atención a los más vulnerables. Grandes desafíos, algunos impuestos, otros deseados, que nos introducen de lleno en una permanente actitud y acción innovadora a la búsqueda de alternativas superadoras.
En el documento de principios que PNV-PSE han suscrito como orientación y base para la conformación de un gobierno y para estos próximos cuatro años, explicitan, en su propio título, las Bases para el acuerdo entre EAJ-PNV y PSE-EE para la reactivación económica y el empleo desde la defensa de los servicios públicos y las políticas sociales, sobre la base de más y mejor autogobierno y adelantan los ejes prioritarios de actuación previstos: implementación y refuerzo del sistema público de salud, la reconstrucción social y económica de Euskadi, que permita preparar a la sociedad vasca para todos los desafíos emergentes que la pandemia "no ha hecho más que acelerar", como el envejecimiento de la población, transición ecológica o digitalización, y ven esta crisis como una oportunidad para salir de ella como una sociedad más cohesionada, con un Estado de Bienestar fortalecido, que reduzca las desigualdades, desde reformas clave en materia de salud, reactivación económica y empleo, manifestando su voluntad colaborativa con el gobierno español y, en especial, con los instrumentos que la Unión Europea pone a disposición de objetivos similares, recordando su compromiso con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas.
Un amplio propósito de reformas necesarias que exigirán, volviendo al principio, no solamente una gran capacidad de administración y gestión, así como de la experiencia adquirida y demostrada sino la imprescindible cualidad de liderazgo que trascienda de estos ámbitos y que genere la ilusión, sueños colectivos y compromisos transformadores para apostar por un futuro diferente, desde la complicidad de un recorrido complejo lleno de obstáculos. Obstáculos superables desde la corresponsabilidad y la visualización de un camino hacia un futuro, compartible, mejor. Toda una oportunidad más allá de reto que comporta. Una oportunidad para construir(o intentarlo) nuevos caminos.
Sin duda, Euskadi cuenta con los mimbres necesarios para su apuesta y recorrido estratégico. Nuestra historia está caracterizada por un carácter solidario y colaborativo a la vez que disruptivo que ha sabido enfrentarse a la adversidad, buscar y encontrar los espacios de oportunidad, necesarios y adecuados, y ha sabido asumir los riesgos necesarios (debidamente gestionados y minorados) en la construcción de un espacio propio, desde su deseado coprotagonismo, en la búsqueda permanente de su bienestar. Base imprescindible para que este nuevo septiembre alumbre un redoblado esfuerzo, positivo, para remprender la superación de la crisis construyendo las respuestas adecuadas, anticipadas, a los desafíos a los que nos enfrentamos. Contar con un Gobierno y todo un mapa institucional coherente y sólido, debe ser una buena garantía para acelerar el liderazgo y gestión, compartidas, que facilite sueños y los haga realidad.
Que este nuevo septiembre sea el momento de objetivos ambiciosos, de relevancia significativa para el País y sus ciudadanos y retomemos una actitud colectiva e individual para "ser el promotor e iniciador y no la víctima de una sorpresiva innovación no deseada".