BILBAO- El economista jefe y socio de la firma de inversión Arcano, Ignacio de la Torre (Madrid, 1974), recuerda que en 2012 recomendaba invertir en España y predecía su recuperación económica. «Decir eso era una gran herejía entonces, pero sucedió». De la Torre no teme un efecto económico negativo del Gobierno español, PSOE-Podemos, y es optimista sobre el devenir de la economía española este año pues cree que el actual ciclo de crecimiento económico aún tiene recorrido aunque tiene temas pendientes importantes por resolver entre los que destaca uno: la reforma de las pensiones y la necesidad de una mayor solidaridad generacional a la vista de la ingente deuda pública que acumula España.
¿Cómo ve la economía española?
-Se está produciendo una cierta desaceleración de la economía en un contexto de desaceleración global. Pero yo soy optimista. Si se desacelera el mundo, a España le afecta menos de lo que pensábamos porque el motor del PIB está siendo la demanda interna por el aumento del empleo y de los salarios. Venimos de un año en el que en Europa el empleo creció al 1%, en España al 3%. Ahí tiene una explicación de por qué vamos a crecer más que el resto. Es verdad que el Gobierno española ha rebajado las previsiones de crecimiento del PIB para este 2020 al 1,6% pero veo más cerca de crecer este año un 1,8% que un 1,6% porque si analizamos las cuatro décimas de desaceleración de la economía en 2019 respecto al 2018 lo que se ve es que dos décimas llegaron del automóvil y dos de la construcción por el parón de la obra civil en época electoral. Una vez que se aprueben los Presupuestos la obra civil tendría que repuntar. Respecto al automóvil sí es cierto que una parte del recorte es estructural pero las exportaciones han ido bien y parte se puede revertir este año porque considero que las ventas de coches en Europa no van a caer pues a nivel interno, el consumo en los dos grandes de la UE, Alemania y Francia va bien.
¿Se pueden subir los sueldos sin perder competitividad?
-En la actual coyuntura sí. De hecho está pasando y ello es una de las razones del impulso de la demanda interna que mantiene el crecimiento de la economía española. Cuando se analizan los sueldos en España se ve que cobramos de media 15 euros la hora aunque costamos 21 -porque 6 se van a cotizaciones sociales- y producimos 40; los italianos cuestan 29 euros la hora y producen 40; los alemanes cuestan 40 y producen 50. Esto explica la revolución exportadora. Además la incipiente subida de sueldos en España (2,2% por hora) fomenta la demanda interna y no hay que olvidar que dicho incremento es inferior al alza media del 2,7% de los salarios en Europa, según Eurostat. ¿Qué significa esto? España se puede permitir perfectamente subir los sueldos incluso por encima de la inflación, como ahora, si se producen aumentos de productividad y si el incremento está por debajo de la media europea porque eso significa que no perdemos competitividad. Y soy optimista porque el temor a una ralentización económica china no tendría que incidir especialmente porque por cada punto de PIB que pierde China, España sólo lo hace dos centésimas. China, en el peor escenario, crecería este año un 4% o sea que supondría para la economía española cuatro centésimas.
Usted señala que los inversores internacionales no están especialmente preocupados por la situación política española y por el nuevo Gobierno. ¿En qué se basa?
-En Nueva York, un inversor mira a España, mira al Reino Unido, mira a Italia y aquí no ve nada especialmente preocupante. Además se agarra a la tesis de más vale malo conocido. Además, Vox y Podemos, los dos grupos políticos menos conocidos para el inversor, no cuestionan la Unión Europea. La capacidad de la política para torcer la economía española es reducida dado el elevado nivel de deuda pública y el hecho de que estamos en una unión monetaria. Incluso con la fragmentación política actual, el escenario es mejor que en el resto de Europa. Frente a lo que se cuece en Alemania, Francia e Italia, España parece un país con partidos razonables. Vox y Podemos son dos fuerzas mucho más centradas de lo que hay en Europa: no están en contra de la UE, aceptan el euro y el plan de estabilidad y crecimiento. Y no puedes hacer un giro radical con una deuda pública del 100%; pasa como en Italia, que te sube la prima de riesgo y reculas. Además, el Parlamento solo puede aprobar un presupuesto que haya sido pactado con el Ecofin, y el BCE tiene 30 puntos de deuda de España. Si incumpliéramos nuestros compromisos lo sufriríamos con la prima de riesgo, y en última instancia, con el poder del BCE, que controla nuestros bonos.
¿Siguen siendo necesarias las reformas en el Estado español?
-Sí. Pero a corto plazo las inercias son positivas y seguirá el crecimiento pero si hay una reforma que es incuestionable, la de las pensiones.
¿Qué pasa con las pensiones?
-No puede ser que los ingresos no cubran los gastos. Estamos dejando una hipoteca de un billón de euros en forma de deuda pública a nuestros hijos y a los jóvenes, lo que es una inmoralidad. Los salarios de los jóvenes no han subido en veinte años y nos gastamos en pensiones mucho dinero pero en base a endeudarse. ¿Esto va a cambiar? No. Los jubilados son 9,5 millones de votos, y los jóvenes 4,5 millones, por eso nadie quiere meter mano a este asunto. La gente debe entender que los jóvenes están dedicando un esfuerzo excepcional a pagar las pensiones de sus mayores. Se paga mucho de Seguridad Social, lo que limita la posibilidad de subir sueldos. Los jóvenes ganan unos salarios indignos, rotando en contratos temporales, sin formación continua, y con la losa de las pensiones y un billón de euros de deuda pública. Es inmoral lo que estamos haciendo con ellos. En Europa, de media, un trabajo temporal tarda dos años en pasar a indefinido. En España, entre cinco y ocho años. Si eres temporal nadie invierte en tu formación continua y, cuando tienes contrato fijo, ya tienes, por ejemplo, 32 años y no es fácil tener más de un hijo. Es un suicidio demográfico. Si no hay un contrato único es porque cuentan más los votos de los que ya tienen un contrato fijo, que son más de tres veces que los que tienen un trabajo temporal. Es una lógica inmoral. Ahora la izquierda, como señala Macron, no defiende a los más débiles, defiende a los trabajadores con contratos fijo frente a los temporales y a los jubilados frente a los jóvenes. Esto es así.
En ciertos ámbitos se teme una subida de impuestos del Gobierno PSOE-Podemos, ¿lo ve así?
-Un repunte sí pero nada sustancial. Si se quiere reducir el déficit público sin tocar los gastos hay que tocarlos al alza. No puedes subir, por ejemplo, las pensiones y bajar impuestos. Dicho esto hay que desmitificar un poco la tasa de paro en España. La tasa real es inferior a la de las estadísticas del 14% ya que sigue existiendo una economía sumergida de 17 puntos del PIB.
¿Cree que la subida del salario mínimo ha generado un cierto incremento del desempleo?
-Sí. Buena parte del salario mínimo lo perciben personas que trabajan en el sector agrario o en la asistencia domiciliaria. Y estos sectores no siempre pueden pagar más lo que está generando que parte de dicho empleo pase a la economía sumergida con lo que el efecto que se consigue con una subida tan relativamente importante en poco tiempo es el contrario del que se busca. Se genera más paro, más gasto y menos cotizaciones. Además no es lo mismo el salario mínimo en, por ejemplo Badajoz, que en el País Vasco. La misma cantidad nominal no tiene el mismo poder de compra. Y si además tenemos en cuenta que la vivienda en propiedad sigue siendo la opción mayoritaria de los ciudadanos se da un efecto curioso y es que en un país como España hay muy poca movilidad de la población. No se entiende que existan territorios como Andalucía con tasas de paro de más del 20 y otros como Navarra con el 8% y que no se mueva la gente pero claro como estas atado a la hipoteca que pagas a tu casa.
¿Pero la vivienda en propiedad es un hecho positivo?
-Está bien porque genera una clase media fuerte que se traduce en un voto más moderado, más conservador que en otros países pero no ayuda a reducir desequilibrios regionales como el paro.