es poco conocido que, cuando Arizmendiarrieta, ante los problemas de financiación de las primeras cooperativas, propuso a sus discípulos la creación de “nuestro propio banco”, la idea fue rotundamente rechazada por sus seguidores: “Márchese, D. José María, que tenemos harto trabajo que hacer sin oír tonterías de ese calibre” le manifestaron quienes, además, aborrecían ideológicamente la función de la Banca.

Arizmendiarrieta, sin embargo, no se arredró y recogió entre sus parroquianos las firmas necesarias para crear una cooperativa de crédito, con la Misión de “utilizar la capacidad financiera para impulsar, coordinar y liderar el desarrollo cooperativo en el País Vasco, potenciando la Comunidad y con ella a los individuos”.

La entidad financiera nace, por tanto, para captar el ahorro de las familias a fin de financiar a sus cooperativas socios y crear riqueza y empleo para la Comunidad. Aparece así desde el inicio una diferencia con las más de 90.000 cooperativas de crédito existentes actualmente en el mundo: sus socios no son personas sino empresas.

Ahora bien, al limitar la legislación cooperativa la concesión de créditos sólo a sus socios, la nueva entidad estaba forzada a invertir todos sus depósitos en el reducido número de sus cooperativas socios.

De esta manera, en el contexto de un mercado español tremendamente protegido de la competencia extranjera y en el que la capacidad de producción, junto con una cultura de “honradez y buena administración”, eran garantía de éxito empresarial, la creación y desarrollo de cooperativas con los fondos de la Caja fue espectacular. (Sin olvidar, la incidencia de una cultura singular vasca y de la apuesta de una parte de la clase trabajadora, entre la que había numerosos militantes de Acción Católica, por un tipo de empresa en la que asumían más responsabilidades).

El desarrollo empresarial de las coops. fue tan grande que diez años después todos los depósitos de la Caja eran insuficientes para financiarlo. Se produjo una grave crisis de liquidez en el grupo, con la consiguiente incidencia en la reputación de la nueva entidad, de forma que en cerca de 20 oficinas se formaron largas colas para retirar los depósitos de clientes asustados por la eventualidad de perder sus ahorros.

El trabajo esforzado de los profesionales-militantes de la Caja, el apoyo de líderes sociales vascos, que creyeron en el proyecto cooperativo, y un innovador ejercicio de transparencia informativa con Asambleas de Ahorradores a los que se facilitaba la misma información que a los socios, posibilitaron la superación de la crisis. Pero había que cambiar el modelo.

Para captar más depósitos, la Caja decidió abrir oficinas en las ciudades y pueblos importantes del País Vasco con un nuevo y “rompedor” eslogan, “Euskadiko Kutxa”, siendo pionera en la utilización del euskera en las relaciones bancarias, la financiación de los movimientos culturales vascos, la creación de las primeras ikastolas?

En los años siguientes la Caja registra una evolución muy satisfactoria y en 1976 cuenta ya con 82 cooperativas asociadas, con 25.000 socios trabajadores, que encuentran suficiente financiación para su desarrollo.

Sin embargo, cuando todo parecía encarrilado, diez años más tarde la entidad vuelve a sufrir otra crisis importante. La razón principal radica en la asunción por el Banco de España (BE) de la función de control de las Cooperativas de Crédito. El BE juzga inaceptable la concentración de riesgos en un número tan escaso de empresas y “pacta” un proceso de diversificación de los riesgos cooperativos, que se desarrolla con éxito con la importante ayuda de la Corporación Mondragón, creada unos años después.

Cambia la Misión de la Caja, que pasa de “ser el Banco de las cooperativas a ser el Banco del País”, en definición afortunada de uno de sus dirigentes.

La Misión será a partir de entonces servir a las familias y empresas del País Vasco, con un diferencial de calidad de servicio y de calidad de gestión y con la ambición de ser uno de los líderes en rentabilidad y eficiencia en el sector. Y ello sin olvidar el compromiso inicial de apoyar al movimiento cooperativo.

Los cambios requieren adaptarse al mercado en todos los ámbitos de la actividad de la Caja, tanto externos como internos, lo que se hace con notable éxito, no exento de importantes tensiones internas.

De forma que, modernizadas sus estructuras internas, la Caja mantiene un cierto liderazgo en Euskadi en la transformación del sector bancario español derivado de su liberalización y de una mayor competencia entre entidades.

En esa época su compromiso con el Grupo cooperativo se materializa a través de la aportación de alrededor del 30% de sus beneficios a dicho Grupo. (Y que, desde la constitución de la Corporación supone una cifra de alrededor de 500M. de €, que han sido claves para el desarrollo de proyectos emblemáticos como la Universidad, los Centros de investigación, los fondos de solidaridad para nuevos proyectos,?).

Afortunadamente, por otro lado, la Entidad no participó de la borrachera del mercado inmobiliario de finales del siglo XX. (Aunque para ello también ayudó el comportamiento inteligente de algunas Cajas de Ahorro líderes del mercado vasco y las políticas de las instituciones públicas vascas). De forma que pudo enfrentarse con éxito a la crisis del sistema financiero español, que sufrió la quiebra de la mayor parte de las Cajas de Ahorros, gobernadas en muchos casos por una mezcla explosiva de impericia e inmoralidad de sus gestores públicos.

Por lo que se refiere al presente, los ratios básicos muestran una solvencia superior a la de las entidades españolas supervisadas directamente por el BCE y un ROE del 7.97%, que casi dobla el de alguno de los grandes del sector. Nota sobresaliente, por tanto, en aspectos críticos para el sector, lo que permite claramente aspirar a un futuro independiente.

En un escenario, con todo, complicado para la Banca: caracterizado por la aplicación de la inteligencia artificial a los procesos bancarios y por unos tipos de interés inusualmente bajos, hará aún más difícil la supervivencia de las entidades financieras.

Será necesario, en ese contexto, que la Caja afronte los retos tecnológicos, pero también que vuelva a redefinir el sentido de su Misión, buscando la forma de ser diferencial mediante un actualizado sentido de servicio a la Comunidad y con ella a las personas, que fue lo que motivó su nacimiento.

Hacemos votos para que esa tarea sea realizada con éxito por el nuevo equipo de dirección, con personas experimentadas que conocen su profesión, pero que también mantienen un alto compromiso con el proyecto comunitario. Y que esperamos tengan en cuenta, asimismo, que en la relación de clientela hay factores tanto emocionales como sociales a veces más importantes que el beneficio económico marginal que se pueda ofrecer.