Tal y como anunciara en el Parlamento Vasco el pasado 27 de junio, en respuesta a la petición de una valoración sobre los objetivos de desarrollo sostenible de Naciones Unidas, el lehendakari, Iñigo Urkullu, ha presentado en Nueva York, ante el High Level Political Forum, “la realidad de Euskadi como nación sin Estado”.

La doble intervención del lehendakari (Agenda Vasca para el Desarrollo y la financiación de proyectos sostenibles con Bonos Verdes, de responsabilidad social, medio ambiental y económica), así como sus diferentes entrevistas y compromisos, no son consecuencia ni de improvisación oportunista, ni mucho menos de apuesta mediática. Son fruto de una verdadera apuesta por los principios de subsidiaridad, gobernanza multinivel y fidelidad asociados a los 17 objetivos para el desarrollo sostenible de Naciones Unidas en su Agenda 2030, en línea con una larga y constante trayectoria que acompaña la estrategia y políticas del Gobierno e instituciones vascas a lo largo de nuestra corta historia de autogobierno, tras el apagón de la dictadura, siempre orientada a la construcción permanente de “un país avanzado, solidario y abierto”.

Desde nuestra aún limitada capacidad de autogobierno, condicionada por las circunstancias geopolíticas y administrativas que nos obligan a contener nuestra actuación al ámbito de la Comunidad Autónoma del País Vasco, la vocación europeísta y mundial nos ha llevado a identificar objetivos, proyectos e instituciones democráticas, multilaterales y mundiales en torno a los cuales jugar un co-protagonismo diferenciado, consciente de nuestro tamaño y peso relativo, aspirando al máximo desarrollo inclusivo y bienestar de nuestra sociedad (“bienestar es autogobierno y viceversa”, como diría el lehendakari en Nueva York), alineados con aquellas instituciones, organizaciones y líderes de vanguardia, en los principales espacios vectores de nuestro futuro deseado.

Así, el propio gabinete del lehendakari Urkullu, en su primera legislatura abordó, a modo de Think tank, un intenso debate colaborativo con diferentes agentes económicos, sociales y políticos, sobre la potencial Visión Euskadi 2020 y sus principales ejes de desarrollo, que con el paso del tiempo y los resultados logrados, ha venido actualizando en torno a múltiples iniciativas convergentes, ya sea en torno a la actual estrategia marco “Euskadi Basque Country”, la estrategia de internacionalización del país, la agenda estratégica para la cooperación y el desarrollo, Unesco etxea, la estrategia medio ambiental desde la sostenibilidad con el esfuerzo y validación de Naciones Unidas y un sinnúmero de iniciativas.

Hoy, también, su renovado compromiso con iniciativas piloto sobre convivencia, inmigración, o bien, la reciente decisión de UNIDO (Organización de Naciones Unidas para el desarrollo industrial, mitigación de la pobreza y la desigualdad, la globalización inclusiva y la sostenibilidad medio ambiental) eligiendo la estrategia digital vasca (Basque Industry 4.0) como recomendación referente a sus 170 países miembro, para transitar sus cuatro ejes estratégicos (crear prosperidad compartida, potenciar la competitividad, salvaguardar el medio ambiente y fortalecer las instituciones y el conocimiento), no son sino pasos coherentes de dicho compromiso y elementos clave en el refuerzo de nuestra línea de trabajo y apuesta de futuro.

Bajo este “paraguas internacional” con el soporte institucional, colaboración público-privada de los diversos agentes clave, con el inapreciable apoyo de nuestra diáspora a lo largo del mundo (abriendo puertas, de forma incondicional, en sus países de acogida, facilitando la superación de múltiples restricciones que desde las diferentes fuerzas del Estado se han empeñado en obstruir nuestra llamada acción exterior), Euskadi ha venido trabajando en el hoy llamado “Modelo Vasco” que, de una u otra forma, se explica y defiende a lo largo del mundo como referente de éxito en una estrategia singular.

Es así como hemos de valorar la presencia del lehendakari (y de Euskadi) en Naciones Unidas. Un hito mucho más importante de lo que pudiera parecer a simple vista, máxime cuando refleja una larga y sostenida apuesta estratégica, soportada en hechos y realidades.

Hoy, cuando aún seguimos a la espera de la configuración definitiva de los más que insatisfactorios nombramientos europeos, padeciendo, además, el inaudito espectáculo paralizante de un candidato a la presidencia del gobierno español que sueña con que “los demás le hagan presidente porque sí”, sin saber para qué o por qué, resulta satisfactorio comprobar, al menos de salida, un “oasis institucional” vasco que mira al Norte y al mundo y no al Sur y al establishment del pasado. Retos y desafíos, sí. Incertidumbre y complejidad, también. Pero, por encima de todo, la confianza en un modo de hacer las cosas, al servicio de una sociedad, cambiante y demandante, desde nuestro compromiso y propósito de un camino propio.

El lehendakari en la ONU, esta semana, ha vuelto a recordarnos, el valor de los pasos dados, el largo camino permanente por recorrer y que, autogobierno, en sentido amplio, hasta el límite que decida democráticamente nuestro pueblo, en cada momento, es sinónimo de riqueza, bienestar e inclusión.