No son buenas las conclusiones que pueden deducirse del informe elaborado por Lanbide y que ayer podíamos leer en estas páginas económicas. Y no lo son si relacionamos cantidad de puestos de trabajo creados con la calidad de los mismos. Después de todo, no se puede separar el objetivo social de creación de empleo del concepto de bienestar individual, familiar o social. Ambos, objetivo y concepto, están íntimamente unidos, máxime después de una crisis que ha provocado un empobrecimiento general y una gran desigualdad social.
Cierto es que las previsiones expuestas por el Servicio Vasco de Empleo pueden llamar al optimismo, atendiendo a sus valores absolutos que cifran en casi medio millón las oportunidades de empleo totales que surgirán hasta 2030 mediante el aumento de actividad y la sustitución de trabajadores que se jubilan. Claro que (y aquí llega la incertidumbre, cuando no el temor) los sectores más beneficiados son los no productivos y más vulnerables por la globalización, mientras que la industria puede sufrir una destrucción neta de empleo cercana a los 27.500 puestos de trabajo.
Para argumentar estos recelos debemos anteponer una obviedad. La economía vasca es parte de la europea y, en consecuencia, sujeta al fenómeno de la globalización. En opinión del presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, o el Banco de Pagos Internacionales (BIS, por su siglas en inglés), las grandes multinacionales deprimen los salarios, sin que los mercados laborales tengan capacidad de respuesta. Añadamos una evidencia ya señalada hace meses por el BCE, como es el hecho de que la holgura laboral (que no es otra cosa que el subempleo o el paro no observado por las estadísticas oficiales) sigue siendo muy elevada y tiende a moderar los salarios.
En opinión de los economistas del BIS, la globalización presiona a la baja los sueldos porque las multinacionales imponen precios y salarios aprovechando sus economías de escala. Y ante esa realidad, pocas empresas (el tejido productivo está formado mayoritariamente por pymes) pueden subir los sueldos. Sería lo mismo que perder competitividad y, por lo tanto, cuota de mercado. En este sentido, el comercio es uno de los sectores más afectados por su vulnerabilidad ante las grandes empresas y el capítulo en el que, según Lanbide, se crearán más puestos de trabajo en el País Vasco durante la próxima década.
Es en este escenario en el que debemos valorar el informe de Lanbide, donde se establece que el sector industrial sólo cubrirá algo más de la mitad de las 63.000 jubilaciones previstas hasta 2030, lo que significa un balance neto de 27.500 empleos menos. Una muy mala noticia cuando la tasa de actividad actual es baja en Euskadi tal y como reconoce el propio Gobierno Vasco en su informe Estrategia Vasca de Empleo 2020, donde como primer objetivo se señala: “Aumentar la baja tasa de actividad actual y paliar el riesgo de no disponer de suficiente población activa para hacer frente a la demanda de empresas ni de suficiente población ocupada para sostener nuestro Estado de Bienestar”. Significa esto que estamos ante dos problemas. El primero reside en la creación de empleo exclusivamente en sectores no productivos y vulnerables a la globalización. El segundo establece un déficit en mano de obra cualificada.
Un informe de CaixaBank Research, conocido esta semana, asegura que la denominada Cuarta Revolución Industrial está transformando los procesos productivos de la economía y se sitúa como uno de los responsables del aumento de la brecha salarial. El panorama, por tanto, no resulta muy halagüeño. Crear empleo en sectores no productivos no garantiza el crecimiento económico y, mucho menos, el Estado de Bienestar. El nuevo modelo industrial que se impone en un mundo globalizado demanda alta tecnología y conocimiento porque son los factores con un evidente impacto social si se quiere mantener el sector industrial como efecto tractor para el resto de sectores, tal y como ocurre en Euskadi.
El crecimiento económico, por mucho que las cifras macroeconómicas sean positivas, está, o debe estar, bajo sospecha, en tanto no se modifiquen la tendencia a crear empleo precario en sector vulnerables a la globalización. Lanbide no puede caer en la autocomplacencia de grandes cifras a largo plazo, si en el corto no se ponen en marcha políticas activas de formación y empleo.