BILBAO - La reapertura de la ACB parece enredarse en los flecos, que en algunos casos ya han dejado de ser meros detalles. Ocurre con las ayudas públicas que exige ArcelorMittal para volver a la actividad dos fines de semana al mes. La multinacional no ha enviado todavía una sola señal que invite a pensar que su intención es recuperar la plena capacidad de producción en cuanto sea posible. El Gobierno Vasco quiere ese compromiso antes de subvencionar una operación que, a efectos prácticos, supone entornar mínimamente la puerta de la acería, cerrada de golpe por la compañía sin haber informado al Ejecutivo.
En medio de ese clima de desconfianza, ArcelorMittal insistió ayer en que no reabrirá si no recibe en torno a 15 millones de Lakua. No es la primera vez que lo dice, sin embargo, en esta ocasión lo hizo en respuesta directa a un nuevo emplazamiento de la Administración vasca, que tiene claro que no va a caer en la trampa de pagar un peaje por la reapertura si existe riesgo de que la acería cierre definitivamente. La compañía presiona para llegar a un acuerdo este mes y encender los hornos a mediados de julio. Las declaraciones públicas se registran de forma paralela a los contactos privados, pero no se perciben avances y la opción de la reapertura de mínimos está atascada en un laberinto. La situación dentro de la fábrica tampoco es muy desahogada. Con los trabajadores divididos -la propuesta de la multinacional fue aprobada por solo 16 votos-, los sindicatos están enfrentados en dos bloques. Por un lado están los que con mayor o menor entusiasmo se posicionaron a favor de la reapertura parcial -CCOO y UGT- y, por otro, los que se opusieron frontalmente -ELA y LAB-. - A.Diez Mon