Si la ausencia de mensajes claros en relación al porqué y para qué acordar algún tipo de gobierno alternativo al vivido en la ya concluida legislatura y/o la aparente complejidad negociadora esperable lleva a la ciudadanía a creer que pudiera resultar irrelevante una u otra composición del mismo, bastaría echar un vistazo a una serie de cuestiones observables alrededor del mundo para reflexionar y darnos cuenta de lo mucho que nos jugamos según la orientación, sentido y uso de nuestros votos.

A lo largo de esta semana, una nutrida concentración de líderes empresariales, políticos y académicos del mundo se reúnen en Davos, Suiza, en torno a una amplia agenda de preocupaciones, riesgos y oportunidades que afrontar cara a las imprescindibles actitudes y agendas de trasformación del mundo, conforme a la convocatoria propuesta en el seno del Foro Económico Mundial. Más allá de discursos, imágenes y percepciones, se encuentran con un amplio dosier en el que más de mil personas han venido trabajando a lo largo del año para focalizar su atención en el ya tradicional Informe o Mapa de Riesgos, que en esta ocasión recoge 29 riesgos graves, con diferente grado de probabilidad de suceder de inmediato y su grado de intensidad e impacto en nuestras sociedades, economías y empresas. Riesgos que a juicio de 750 líderes entrevistados previamente habrían de ocupar nuestras preocupaciones, agendas y líneas de solución a futuro. Los diferentes riesgos (tecnológicos, políticos, económicos, sociales y geoeconómicos o estratégicos?) exigen el trabajo convergente de diferentes grupos de interés, colaboración público-privada y soluciones locales y globales indistintamente. Ninguna solución es mágica ni mucho menos unidireccional o asumida al 100% por todos. Toda posible solución, prioridad en la agenda y grado de preocupación y ocupación dependerá de la ideología, la voluntad, la calidad del proceso de toma de decisiones y la competencia de quien lidere las acciones del cambio, ya sea desde gobiernos y empresas, desde las organizaciones sociales, desde el mundo de la academia o desde el liderazgo religioso. Es un foro en el que se contrastan miles de opiniones, diferentes políticas públicas, modos diferentes de dirigir y entender las empresas y diversas escuelas de pensamiento, desde las preocupaciones dispares a lo largo del mundo, región a región, país a país.

Es decir, que no basta constatar determinada información (ni siquiera compartible) sobre los diferentes grados de inequidad y desigualdad existente o sobre el acierto o desacierto en el impacto del cambio climático en el futuro económico y medio ambiental de nuestras sociedades, o de la intensidad de los conflictos armados, la economía ilícita, el caos y desgobierno en Estados fallidos, la presencia de la inmigración en un mundo de desmovilización, desplazados e inmigrantes, o de la capacidad de creación de empleo en diferentes economías según uno u otro modelo a seguir. Ni siquiera resultará indiferente la posición previa de unos y otros en su debate en el contexto de un nuevo escenario que centra la agenda citada en La 4ª Revolución Industrial y su generalizado impacto transformador de todas las industrias, economías y sistemas de gobierno a lo largo del mundo. La información y el debate llevan a posiciones y decisiones diferentes según el observador, sus principios, actitudes e intereses.

Será o no acertado el plan de Kenny pero lo relevante, hoy y aquí, es la existencia de propuestas alternativas. También en Europa, en la eurozona, hay espacios para otras opciones. Como el caso de Francia, con otra línea y escuela de pensamiento que, bajo la presidencia de Hollande, ha presentado esta semana, bajo la declaración de “un estado de emergencia económica”, un ambicioso Plan Extraordinario para la creación de empleo y erradicación del paro (la segunda lacra francesa tras el peligro y amenaza del terrorismo). Un plan que pretende incorporar múltiples líneas de actuación bajo una única -que no varias- estrategia: el empleo. Formación de los desempleados hacia nuevas habilidades y capacidades que la nueva revolución económica anuncia, contratación de mayores de 50 años y parados de larga duración, descentralización y reinvención de los sistemas públicos de empleo? reasignando el gasto presupuestario al eliminar gastos “no esenciales”. Hollande pretende trasladar a los franceses un doble mensaje: “Francia no puede permitirse cifras de desempleo estructural o duradero superior al 10% (3.600.000 desempleados) y la solución no puede llegar con medidas tímidas o iguales a las que hemos aplicado hasta hoy”. De esta forma, un contundente “Estado de emergencia económica y social” ha de conducir la estrategia del país. Otros, el actual Gobierno español, parece apostar por su “exitosa política” de mandato monocolor y confía en el tiempo y en los factores exógenos para ir reduciendo, en el larguísimo plazo, los niveles de desempleo.

Así las cosas, cabe preguntarse si tendrán éxito en su empeño quienes sugieren nuevas líneas alternativas de actuación. No lo sabemos. Lo que sí conocemos son los resultados alcanzados hasta hoy. Y esto es lo esperable de la política en su riqueza democrática. Afrontar el futuro, confrontar ideas y propuestas de solución y solicitar el apoyo de la sociedad para llevar a cabo determinadas políticas y proyectos. No es lo mismo un simple juego de aritmética postelectoral que acordar proyectos de futuro compartibles. Los electores no hemos agotado nuestra responsabilidad y derecho con el voto del 20-D. El modelo de futuro que deseamos y por el que votamos sigue en juego. No hay recetas únicas. Cada uno ha de valorar el futuro al que aspira y el trayecto que está dispuesto a recorrer para lograrlo. Y en este recorrido que sea uno u otro gobierno resulta crítico.