la última semana ha sido pródiga en noticias relacionadas con la economía vasca. Algunas son, o pueden ser, positivas, como el Programa marco por el empleo y la reactivación económica 2014-2016, que contempla la creación de empleo y de empresas en el corto plazo, recientemente presentado por Iñigo Urkullu. También es esperanzador el informe que señala el liderazgo vasco en España en el capítulo de inversión en I+D+i con un 2,15 del PIB, lo que también coloca a Euskadi entre los países más inversores dentro de la UE, según la multinacional Altran. Este liderazgo proyecta buenas vibraciones sobre el escenario de futuro a medio y largo plazo.
Otra noticia, por el contrario, confirma la debilidad de una economía tras la gravedad de una crisis, cuyas secuelas son visibles y necesita estímulos e incentivos para reforzar su posición en el mercado internacional. La noticia nos habla del importante número de empresas (más de 5.000) que habían cerrado en 2012. Un dato que, proyectado a 2013, difícilmente puede ser optimista habida cuenta los aprietos económicos y financieros que han perdurado en el último ejercicio y, puestos a resumir, se pueden simplificar en la destrucción de.12.700 empleos constatados por las últimas cifras de la Encuesta de Población Activa.
Son datos con el suficiente nivel de objetividad como para verificar que se pretende poner en marcha medidas coyunturales con carácter urgente, al tiempo que advierten el tono de importancia que tendrá la sociedad del conocimiento dentro de unos años. No obstante, se observa una carencia en las medidas necesarias para evitar nuevos cierres empresariales.
La pregunta es: ¿Cuántas empresas de las 5.186 cerradas en 2012 se podrían haber salvado si el mercado crediticio fluyera con normalidad? Es decir, ¿cuál sería la situación de la economía vasca si las entidades bancarias no vivieran ensimismadas en su propio saneamiento?
Sí. Las medidas urgentes y coyunturales, como las que se contemplan en el citado Programa marco (producto del acuerdo PNV-PSE), deben ser eficaces. En principio, su puesta en marcha confirma la sensibilidad del Gobierno Vasco respecto a la existencia de auténticos dramas humanos y familiares que tratan de paliar. El objetivo de crear en tres años unos 32.000 puestos de trabajo y 8.000 empresas, así como reflotar a otras que estén en crisis, es encomiable, pero insuficiente. Después de todo, apenas reducirá en tres puntos las actuales tasas de paro. Quedarán más de 130.000 personas buscando un trabajo (más del 12% de la población activa vasca).
Todo ello, siempre y cuando se cumplan las previsiones, lo cual, dada la coyuntura económica, no será fácil. Sin ir más lejos, el plan de empleo puesto en marcha el pasado año creo unos 8.000 empleos de los 13.000 anunciados inicialmente, aunque en descargo del Ejecutivo vasco cabe argumentar que no pudo aprobar sus presupuestos generales y por ello no contó con fondos específicos para el plan. Por otro lado, las obras y proyectos deben responder a necesidades reales y no a su utilización como ariete electoralista, lo cual no sería nada nuevo.
Respecto a la inversión dedicada a I+D+i, los datos aportados por Altran son satisfactorios e, incluso, esperanzadores. Invertir en la sociedad del conocimiento es importante porque es la mejor apuesta de futuro. Ahora bien, conviene distinguir entre la I y la D, es decir, entre la investigación básica y la investigación aplicada, poniendo énfasis en esta última o, como dice un buen amigo mío, "poniendo especial interés en la D de desarrollo".
En efecto, la innovación (i) viene de la mano del desarrollo (D) de la investigación aplicada (I) y es la forma de aportar valor añadido en los sectores productivos existentes que es, a su vez, el mejor síntoma para ser competitivos en los mercados.
Claro que, hacer sostenible el desarrollo humano basado en un equilibrado crecimiento económico, necesita dos factores que entran de lleno en el capítulo de la financiación.
El primero debe proyectar un futuro atractivo en el campo de la investigación para la juventud, lo que significa proteger e incrementar la formación de nuevos investigadores.
El segundo demanda líneas de crédito para que las empresas con futuro puedan superar los momentos de crisis y avanzar en el terreno de la innovación tecnológica.
En resumen, la política económica debe contemplar las tres grandes medidas: urgentes -para solucionar problemas coyunturales-, importantes -para fortalecer la estructura industrial de futuro- y necesarias para hacer realidad ese futuro.