UN sueño hecho realidad. Así, como suena, con todas las letras. Da la sensación de que en los últimos tiempos en Mercedes están desplegando una batería de modelos con los que no solo van a seguir consolidando su prestigio y ventas a nivel mundial, sino que se han decidido a crear nuevos segmentos así como a lanzar productos innovadores y tecnologías vanguardistas para crecer cuantitativamente hasta cotas nunca antes vistas. A todas luces, la casa alemana pretende llevarse una mayor cuota de mercado y a la vez seguir siendo todo un referente como marca premium. Más populares, más prestigiosos y más selectos. Y el CLA -y no les digo nada cuando llegue el GLA- es la mejor constatación de esta evidencia, la demostración de esa estrategia que busca hacernos soñar con poseer un Mercedes y posibilitar que nuestro sueño se haga realidad con precios razonables.
En este reportaje que están leyendo se recogen las impresiones de un redactor que ha probado la versión 220 CDI automática, con motor diésel de 170 CV y caja de cambios automática secuencial de siete velocidades, y que ha quedado entusiasmado con el coche en cuestión. Y, hoy en día, con la que está cayendo, recuperar el entusiasmo, aunque sea estrenando automóvil, es una excelente manera de invertir el dinero, de disfrutar de la vida. El CLA lo tiene todo, desde su motor y equipamiento de partida a las versiones más selectas, como ésta aquí analizada. Cuenta con un diseño exterior simplemente espectacular, con un indudable estilo deportivo -y más con el paquete sport adicional de la unidad probada-, al tiempo que resulta llamativo y contundente en sus formas, pero sin pasarse de la raya. Para un servidor, enamorado de los coches de carreras, esta variante sería estéticamente hablando como la versión de calle de esas fantásticas máquinas que compiten en el campeonato de turismos alemán.
Por dentro, reedita la configuración del Clase A compacto, lo cual es todo un acierto, con esas atractivas cinco salidas frontales de aire, un salpicadero muy bien resuelto, provisto de un atractivo cuadro de mandos -la información es supercompleta-, un delicioso volante por formas y tacto y unos formidables asientos delanteros que recuerdan a baquets de competición, con excelente sujeción y gran confort. Todo un placer para la vista y el tacto.
En la zaga encontramos el único pero posible que cabe poner a este miniCLS -aunque no tan mini porque mide 4,630 metros de largo, 1,777 de ancho, 1,432 de alto y 2,699 de distancia entre ejes-, ya que el acceso a las plazas traseras y el espacio disponible en altura libre al techo lo hacen aconsejable para estaturas bajas y medianas. También el prominente y redondeado montante posterior limita la visibilidad, aunque la cámara de visión trasera resulta en esos casos de gran ayuda. Por el contrario, y respecto al conocido Clase A, exhibe un sobresaliente maletero de 470 litros de capacidad, en el que solo echaremos de menos la rueda de repuesto, pues se confía en el cada vez más habitual kit reparapinchazos.
Las consideraciones a coche parado ya nos anticipan que estamos ante un producto de primera, impresión que luego se traslada al comportamiento dinámico y al placer de conducción que reporta a los mandos. Para empezar, su talante deportivo se muestra con una posición de conducción ideal para los amantes de las sensaciones fuertes: sentados a baja altura, acomodados en unos soberbios asientos delanteros, con los mandos a mano (incluido el reposicionado control de crucero) y con un tacto y precisión irreprochables, una completísima información y un volante delicioso; nadie en su sano juicio puede plantear queja alguna.
El motor, un diésel de cuatro cilindros, 2.143 centímetros cúbicos, 170 CV de 3.400 a 4.000 revoluciones por minuto y 350 Nm de par máximo de 1.400 a 3.400 vueltas, es una delicia. Potente, elástico, suave, progresivo, silencioso y de contenidos consumos (homologa cifras de 5,3 litros en ciudad, 3,6 en carretera y 4,2 de promedio, con unas emisiones medias de CO2 de 109 gramos por kilómetro), es una joya que despierta admiración. Y lo mejor es que este tracción delantera llega provisto de un exquisito cambio automático de siete marchas que admite un empleo secuencial -con levas en el volante y un modo automático que permite escoger entre dos programas, ecológico y deportivo- y que hace del manejo del CLA 220 CDI Auto un placer, tanto para en un uso calmado como cuando demandemos elevadas prestaciones en conducción deportiva. Sus 230 km/h de velocidad máxima o los 8,2 segundos en el paso de 0 a 100 km/h también dejan constancia del buen andar de este propulsor.
Sobre la estabilidad y el confort de marcha, solo cabe apuntar que están a un sobresaliente nivel la primera y a un muy buen tono el segundo. Es cierto que las suspensiones son firmes y consistentes, incluso hasta algo secas sobre firmes rotos y reductores de velocidad agresivos, pero luego sobre asfaltos en buen estado permiten un paso por curva rápido y con un control de la carrocería admirable. La dirección, comenzando por el volante, siguiendo por el tacto y la desmultiplicación y terminando por la precisión, me ha encantado, al igual que los frenos. Así que ya lo saben, no es el coche ideal si tienen problemas de espalda, pero seguro que les alegrará el corazón en los tramos llenos de curvas. Un buen remedio para la astenia primaveral.
Para finalizar, el equipamiento resulta muy completo, lo que termina por configurar un producto redondo en todos los sentidos. Diseño, calidad, tecnología, seguridad, estatus, deportividad y economía de consumo se dan la mano en un CLA 220 CDI Auto que sale a la venta por 38.300 euros (41.500 con el paquete deportivo, el navegador y otros extras), aunque es posible acceder a él con cambio manual por 35.900 euros y con el motor de 136 CV por 33.400 euros. Un servidor se iría al manual de 136 CV si no necesitamos más, no queremos o no podemos pagar lo que nos piden por el 220 CDI Auto, o al automático si deseamos y podemos darnos ese lujazo. Lo que es seguro es que con ambos harán realidad el sueño de disfrutar de un coche impresionante.