Esta pasada semana hemos recibido noticias terribles, como los datos referidos al paro y déficit público en la economía española, que vienen a confirmar la incongruencia existente entre la política de austeridad presupuestaria (exigida por haber "vivido por encima de nuestras posibilidades") y los resultados registrados en el mundo real, donde la marea de indignación social amenaza en convertirse en un tsunami incontrolable. Todo parece indicar que Bruselas ha decidido cambiar de estrategia y permitir levantar el pie del freno de la disciplina con el objetivo para conceder a los estímulos económicos un mayor protagonismo, aunque vaya en detrimento del endeudamiento.

Está por ver si ese teórico viraje de la UE es suficiente para ser eficaz y si no llega demasiado tarde para algunos países. La primera impresión puede ser positiva en la medida que se abandona la obsesión por la austeridad, pero la presión alemana sigue marcando el ritmo europeo, como lo demuestra la última declaración de Angela Merkel: "Yo lo llamo ahorrar, equilibrar el presupuesto. Los demás usan el término austeridad, que suena como algo verdaderamente malo".

Por tanto, persiste el riesgo de que ese viraje sea demasiado corto para que los países europeos más problemáticos, endeudados y con mayores tasas de desempleo puedan vislumbrar la salida del túnel, porque no basta con relajar los objetivos de déficit si persiste la carencia de medidas que estimulen el consumo interno, incentiven la economía, frenen el creciente empobrecimiento que provoca el paro y proyecte un mínimo de esperanza en el futuro a la juventud.

El ejemplo más claro lo tenemos en el Gobierno español, cuyas medidas y reformas sólo han conducido, hasta la fecha y por citar dos factores, al incumplimiento del déficit y al aumento del paro hasta superar la cifra de 6.200.000 afectados. Su primer error fue elaborar unos presupuestos para 2013 basados en un decrecimiento del 0,5% del PIB (cuando las previsiones de otros organismos e instituciones hablaban de tres veces más). Tal ha sido el error de cálculo que el pasado viernes ha tenido que aumentar ese porcentaje hasta el 1,3%, lo cual reduce la previsión de ingresos fiscales y obliga a subir algunos impuestos (no especificados) pese a elevar el objetivo del déficit para 2013 del 4,5% al 6,3% del PIB que permite recortar 17.644 millones de euros este año.

Los datos hablan por sí mismos, pero Rajoy y sus ministros, lejos de enmendar la plana, persisten en sus planteamientos incomprensibles e inexplicados. Por ejemplo, endurecen la posibilidad de deducir los gastos financieros en un momento en el que, como todo el momento sabe y padece, el mercado crediticio está restringido, lo cual hace altamente improbable que las empresas eleven su nivel de deuda, colocando semejante medida en el terreno de lo absurdo. Y quienes consiguen un préstamo están en inferioridad de condiciones (tasa de interés) respecto a otras empresas europeas.

No obstante, la relajación en los objetivos de déficit público se proyecta también a las cuentas de las autonomías, que pasará del 0,7 al 1,2% de sus respectivos PIB y aumenta su capacidad de endeudamiento. Incluso cabe la posibilidad de que Rajoy establezca objetivos de déficit a la carta. En el caso de Euskadi, la primera estimación permitirá disponer de unos 300 millones de euros más. Ahora bien, las características específicas de la economía vasca, sustentadas en esa herramienta llamada Concierto Económico, permite aventurar un incremento en esa capacidad de endeudamiento.

No es aconsejable caer en un clima optimista e injustificado. Habrá que esperar a conocer las cifras definitivas de esa relajación del déficit para saber si la nueva estrategia de gasto público que elabore el Gobierno de Urkullu no se centra sólo en los recortes, sino que viene acompañada de incentivos. De momento, y pese a la retirada del proyecto presupuestario para 2013, la música suena bien en la medida que armoniza con algunas de las previsiones que hace unos días se proyectaban sobre el futuro de la economía vasca, como la dotación de 600 millones para el plan de apoyo a pymes y autónomos.

De cualquier forma, mal empezamos cuando la falta de apoyos parlamentarios en las conversaciones sobre los Presupuestos se ha escenificado sin argumentos reales ni alternativas. Simplemente se ha negado el pan y la sal al Gobierno vasco por una táctica de desgaste político, motivada por intereses partidistas muy alejados de la economía real y sin voluntad de acuerdo por parte de la oposición desde el momento en que Urkullu asumió el gobierno.

El viraje de la UE puede ser interesante para evitar que aumente el peligro de caer en las redes de una disciplina presupuestaria que conduce a la Europa de dos velocidades. Pero no es suficiente. Cada uno tiene que hacer sus deberes y el compromiso del País Vasco pasa, como asegura Txema Gisasola, presidente de la Corporación Mondragon, por "ir a actividades de alto valor añadido, porque de lo contrario los competidores de los países emergentes te machacan con sus costes más bajos".

Es en este compromiso donde debieran centrarse los esfuerzos de todos, incluida la oposición. Algo se mueve en Europa, pero no sabemos si será suficiente en tiempo, forma y fondo como reactivar la economía, generar riqueza y empleo, al tiempo que se recupera el aliento en el presente y la esperanza en el futuro.