Al borde del abismo

los empresarios vascos pintan un escenario económico muy peligroso para la sociedad. Con frases tan elocuentes como "el tejido productivo vasco se muere" y "o salvamos a las empresas o no tenemos solución", el presidente de Confebask, Miguel Ángel Lujua, venía a decir el pasado jueves que estamos al borde del abismo y que para evitar caer en él se deben adoptar medidas extraordinarias y urgentes para proteger a las empresas, mediante un consenso general en el que estén implicados todos los agentes políticos, económicos y sociales. El objetivo, según el presidente de la patronal vasca, es establecer una hoja de ruta que facilite la reactivación económica y la financiación a las empresas.

Los datos que acompañan esta llamada de auxilio son irrefutables. Señalan como, en el pasado mes de enero, nada menos que 639 empresas se han visto obligadas a cerrar la persiana, tras una sangría que ha provocado la desaparición de casi 7.000 sociedades desde 2009, mientras que la industria vasca registró en 2012 un índice de producción inferior en un 32% al ejercicio de 2007. Con estas cifras, Miguel Ángel Lujua reclama el apoyo para las empresas ante "una crisis mucho más profunda y grave de lo que se había pensado inicialmente".

Los síntomas negativos de la economía vasca se ven agravados por las noticias que llegan del conjunto de la Unión Europea, cuyos dos principales motores, Alemania y Francia (que también son los principales clientes de Euskadi) han registrado una contracción en el último trimestre de 2012 del 0,6% y 0,3% respectivamente, lo que proyecta la negra realidad de una recesión que vuelve a golpear de nuevo y significa que continuará la destrucción tanto de empresas como de puestos de trabajo, que se traduce en unos menores ingresos fiscales.

Al tiempo, la patronal afirmaba que las empresas pagan aquí más impuestos que en el resto de Europa, "y el que diga lo contrario miente", una consideración que hacía pública, casualidad o no, en la víspera del debate que se desarrolló el pasado viernes en el Parlamento Vasco sobre la hipotética reforma fiscal y que terminó en empate, pese a las maniobras de ida y vuelta de los socialistas que habían presentado la propuesta para que se celebrara el pleno.

La sociedad del riesgo

El planteamiento de la patronal vasca nos acerca a la sociedad del riesgo que, para el sociólogo alemán, Ulrich Beck, "es siempre, en cierto sentido, una sociedad del podría". Así, "los mercados financieros, que ya ni siquiera los mismos malabaristas de las bolsas parecen comprender, podrían hundirse. Es el condicional como estado permanente: continuamente anticipamos catástrofes que podrían ocurrir mañana". Ante esta situación, tomamos o pedimos medidas preventivas como es el caso de las demandas de Confebask. Pero lo hace desde una relativa individualización y a través de una desvinculación de las formas tradicionales de la sociedad industrial donde el riesgo para los empresarios es un negocio con doble causa al coincidir la incertidumbre de cualquier proyecto y las oportunidades que brinda el mercado.

En efecto, el reparto de los riesgos empresariales sigue un proceso de desigualdad social en cualquier situación económica. El éxito llega con la formación, el conocimiento y la competitividad que demandan una inversión previa, mientras que el fracaso acontece cuando no se estima como necesario ese condicionamiento previo o cuando se confía en exceso en las subvenciones y ayudas públicas. Esta desigualdad social se verá acentuada en situaciones de crisis como la que vivimos que ha dejado un mercado cuya demanda está muy por debajo de la capacidad de producción y oferta.

La crisis y el neoliberalismo han incrementado exponencialmente la incertidumbre de la sociedad del riesgo. "Asistimos -como dice Ulrich Beck- a una inflación de la amenaza de catástrofes y hundimientos", lo cual obliga a cambios estructurales muy profundos y los empresarios no podrán ganar cuota de mercado si piensan que los únicos problemas importantes son los que les afectan a ellos, olvidando, por ejemplo, de que miles de ciudadanos han dejado de "estar en el paro" para pasar a "ser desempleados" con todo el drama humano y social (desahucios, exclusión social, etc.) que conlleva el cambio de "estar" a "ser".

En efecto, quienes están en el paro quizás tengan alguna esperanza de encontrar un puesto de trabajo, pero aquellos que son parados saben que su vida laboral ha terminado y sólo las prestaciones sociales y las ayudas públicas pueden evitar su particular catástrofe. Entre tanto, a lo largo y ancho de la UE, toda una generación se enfrenta al grave problema de ni estar en el paro ni ser parados. Simplemente la sociedad del riesgo ha dejado de contar con ellos. Ya no la necesita y la generación del Facebook se está convirtiendo en la generación indignada.

No cabe duda que es mucho lo que está en juego hoy en día en una sociedad del riesgo azotada por una crisis generada por la avaricia de unos pocos y la desregulación de los sistemas financieros, económicos, industriales y comerciales. También ha potenciado los egoísmos corporativos e improvisan medidas contra la crisis, o mejor dicho, las reivindican para que sean los gobiernos quienes las financien y las pongan en marcha, haciendo bueno el lema que denuncia Ulrich Beck: "Socialismo de Estado para los ricos y los bancos, neoliberalismo para las clases medias y los pobres".

Se impone la necesidad de una sociedad de la responsabilidad, que es tanto como decir que cada uno asuma la responsabilidad propia de sus cargos y asumiendo también que el riesgo, sea económico, empresarial o social, es incontrolable, pero también es una oportunidad de negocio en el que sólo triunfarán los que arriesguen. Pese a la incertidumbre actual, la sociedad del riesgo también entraña un mensaje: ha llegado el momento de actuar con responsabilidad y sin egoísmos.

Quien 'está' en paro

aún tienen esperanza de trabajar, pero quien 'es' parado sabe que su vida laboral ha terminado

La sociedad del riesgo entraña un mensaje: ha llegado la hora de actuar con responsabilidad

y sin egoísmos

Barnealdea

josé a. díez alday