el convulso contexto actual obliga a todas las sociedades avanzadas, y la vasca no es una excepción, a enfrentarse al reto de reinventarse. La profunda crisis global ha dejado al descubierto algunas debilidades del sistema económico actual, y ha ayudado a cuestionar algunas de sus bases, principalmente aquellas que han facilitado su perversión. Afortunadamente, cada vez son más quienes dibujan un modelo de salida de la crisis que combina aparentes opuestos en un nuevo todo coherente.

Las simplificaciones ayudan a comprender mejor el funcionamiento de los fenómenos que analizamos, y resultan imprescindibles para abordar el análisis de un problema complejo. Muchas veces utilizamos esos modelos para emitir un juicio cuando tenemos que enfrentar una circunstancia nueva, sin darnos cuenta que en esa nueva realidad no podemos conducir con mapas del pasado; sencillamente porque los mapas no son la realidad, sino una representación, y porque la realidad es nueva.

Algo similar sucede cuando hablamos de empresas y organizaciones sociales. Está muy extendida la creencia de que las empresas mercantiles, las clásicas, crean valor económico, mientras que las entidades sociales crean valor social. Este planteamiento clásico de separación entre valor económico y valor social no refleja el hecho de que toda organización, sea cual sea su forma jurídica, es parte de un ecosistema, que interactúa con la sociedad y su medio físico. La interacción de las organizaciones con su entorno social y físico, genera impactos económicos, sociales y ambientales. Estos impactos pueden ser mayores o menores, en un sentido o en otro, pero se producen inexorablemente con la propia actividad organizacional.

La propia Estrategia Europa 2020 aboga por un crecimiento inteligente, inclusivo y sostenible. Incorpora esas tres dimensiones al frontispicio de la acción de gobierno de la Unión, huyendo de estrategias anteriores centradas únicamente en el crecimiento, que se han mostrado incapaces de elevar los niveles de cohesión social. Son esas tres dimensiones, al menos, las que se deben incorporar a un modelo de salida de la crisis. Y las organizaciones que per se en su actividad generan impactos en las tres dimensiones, deben cumplir un papel fundamental en el camino de salida.

En ese modelo de salida de la crisis que apenas se esboza en el horizonte, dos opuestos vuelven a coincidir -empresa y social- para dibujar algunas figuras que ya se atisban entre nosotros.

Una buena muestra se ha congregado estos pasados días 31 de enero y 1 de febrero, en el recinto ferial de Gipuzkoa, Ficoba, donde se ha celebrado la Feria de Empresas de Inserción. Las empresas de inserción son una buena muestra de combinación de dos opuestos. Y afortunadamente hay muchos más casos de éxito cerca de nosotros que han conseguido, mediante fórmulas genuinas, aunar economía y desarrollo social. Por tanto, es posible que la lógica de la empresa se haga social y que llegue a quienes no llega la empresa clásica. Es posible que viviendo de sus productos y servicios, su objetivo vaya más allá de la maximización del beneficio.

Dividir la realidad en dos bloques, el de la lógica de la empresa que debe seguir su curso sin preocuparse apenas por las personas en situación de exclusión, y el bloque "ilógico" de los que tienen buen corazón y por eso empeñan su vida en recoger a los excluidos por la "lógica", es seguir insistiendo en errores del pasado.

No sería bueno seguir esa senda, entre otras razones, porque ni hay derecho a condenar a unos a la exclusión ni lo hay tampoco a destinar a otros a la inmoralidad. En la empresa social, caben "empresa" y "social" en un mismo concepto.