Vitoria. UNA locura ambiciosa. Así debe tomarse el cine hoy si uno cree en un proyecto y si además no le sobra el dinero. Y así se han tomado su trabajo los alaveses de Kinoskopik -empresa que nació en Vitoria en 2007- durante el rodaje de su última película, Chaika. La productora surgió de la mano de varios profesionales ya experimentados del mundo audiovisual de dentro y fuera del País Vasco.

Esta firma alavesa ha desarrollado ya una intensa labor para la pequeña pantalla, el mundo del cortometraje, el sector publicitario, para grupos de música en forma de vídeo clip... Pero ha sido su último largometraje el que les ha llevado a ganar el prestigioso premio de Eurimages en el Festival Internacional de Cine de Roma. Con posterioridad la película también ha visitado el Festival Internacional de cine de San Sebastián, Moscú, Amiens, Alemania, Grecia, Italia o Estrasburgo, entre otros.

Chaika, en definitiva, es una historia de amor entre una prostituta y un marinero perdedor reconstruida entre dos largas estaciones: el eterno invierno de Siberia y el verano en las estepas de Kazajistán, pero es también "una historia grande", que confirma que todavía se puede hacer un cine distinto si se tiene valor.

Pero este proyecto no ha sido un afortunado accidente. Hace un par de años acudieron a Georgia para filmar las consecuencias de la guerra que enfrentó a este país con Rusia en el verano de 2008. A las pocas semanas, el equipo liderado por el realizador Miguel Ángel Jiménez abandonó el proyecto inicial y rodó Ori, la primera coproducción hispanogeorgiana de la historia que se estrenaba un año después en la sección Zabaltegi del Festival de San Sebastián.

Tras rodar el largometraje, el director Miguel Ángel Jiménez y su guionista, Luis Moya, decidieron regresar a la zona para encontrar una historia nueva. 8.000 kilómetros después, enamorados ya de los paisajes y de la gente que habían conocido a su paso, llegaron a una aldea lejos del mundo y encontraron el germen de Chaika, su nueva película.

Tras fijar el alma de la película tuvieron dos opciones: armarse de valor y rodarla bajo el frío siberiano (a -25º) o reconstruir la historia en las afueras de Madrid. "Haciendo cuentas, el croma o la posproducción nos habríamos llevado más de la mitad del presupuesto y nunca habríamos logrado la belleza de los paisajes auténticos de Georgia y Kazajistán", aclara Imanol Gómez de segura, montador de Kinoskopik. Así que cogieron un avión y allí se fueron.

La película deja ver el esfuerzo de un rodaje en las peores circunstancias. "No teníamos luz ni agua corriente, las tuberías se congelaban, la actriz protagonista lloraba todos los días porque se le congelaban los dedos, bebíamos zumo caducado...", comenta el productor ejecutivo, Luis de Oza. De eso va Chaika, del dolor y del privilegio de hacer un cine diferente hoy. Ahora el equipo espera tener suerte en festivales para que dentro de un tiempo pueda verse en salas comerciales.