Oviedo. Las primeras luces del día acaban de aparecer y un grupo de cinco mineros visiona en el móvil un vídeo sobre una canción minera en la puerta de un bar de Grado (Asturias). Café para todos mientras esperan a que llegue la hora de acudir al punto de encuentro donde han quedado con el resto de compañeros con los que hoy procederán a cortar la A-66 que une Oviedo con la meseta. "No podemos estar todos juntos durante mucho tiempo porque la Guardia Civil patrulla por estas zonas y ya sabrían lo que vamos a hacer", señala Fernando (nombres ficticios), uno de los mineros. Dos compañeros se acercan a lo lejos. Aún no son las 07.00 horas pero ambos han estado realizando un corte express en una de las vías secundarias cercanas. Tres eucaliptos talados sobre la carretera ayudarán a que los funcionarios de conservación de carreteras y alguna patrulla de la Guardia Civil estén ocupados durante algún tiempo. "Sirven para desviar la atención y que el corte principal que hagamos dure más tiempo y tenga mayor incidencia", explica Miguel, aún con el pasamontañas en su mano.

Cortes exprés para desviar la atención

Son conscientes del daño que provocan a los conductores y del enfado que en ellos puede surgir al verse envueltos en este tipo de cortes. "Sabemos que estamos perdiendo el favor de la opinión pública con estas medidas pero no encontramos otra manera de luchar por el pan de nuestros hijos, las otras medidas no salen en los medios", cuenta Fernando con resignación. A pesar de ello y de la tensión y los nervios que experimentan al llevar a cabo cada corte, no olvidan preservar la seguridad de los usuarios de las vías. "Hemos soltado unas ramas y las hemos puesto a cada lado a unos metros de distancia para alertar a los coches y evitar que pueda haber accidentes porque todavía no hay mucha luz", informa Miguel.

No hay caras de sueño aunque la mayor parte de la gente todavía duerme y casi todos los negocios permanecen cerrados. Ellos ya llevan muchas horas despiertos porque hay muchas cosas que preparar. "A las 04.00 horas ya nos hemos puesto en marcha", apunta Fernando, que es el minero más activo de su pozo y el encargado de ponerse en contacto con los empleados de otras minas. Realizar un corte casi a diario para protestar por los recortes presupuestados por el Gobierno estatal no es tarea sencilla. Hay que elegir el punto de la carretera más adecuado para que, una vez que lleguen los antidisturbios y en el caso de que se produzcan enfrentamientos, estén en una posición ventajosa para no ser detenidos. El conocimiento del terreno y la presencia de alguna arboleda cercana que les cobije y esconda son dos elementos esenciales a la hora de elegir el lugar más propicio. "Si utilizan el helicóptero pueden encontrarnos muy fácilmente porque emplean una máquina que nos reconoce a través del calor que desprendemos pero, si no es así, podemos ocultarnos en los bosques cercanos", relata Alfonso.

Organización y rapidez

Poco antes de que den las 08.00 llega el momento de acudir al punto de encuentro. El lugar escogido en esta ocasión es el parking de un hostal situado en una carretera comarcal que pasa a escasos metros de la autovía. Cerca de un centenar de mineros llegados principalmente de las cuencas del suroccidente asturiano acuden a la cita. "Antes éramos más pero entre los que hay encerrados en pozos y ayuntamientos y los que han acudido a la marcha, nuestro número ha mermado", apunta Fernando.

La organización es exquisita y, quince minutos después de la hora de quedada, la mitad de ellos procede a tomar los neumáticos que el día anterior habían apilado en la parte trasera del hostal mientras el resto aguarda junto a los coches en el aparcamiento. Las ruedas con las que llevan a cabo los cortes las obtienen de los talleres, que salen también beneficiados al darles el material. Ellos cobran entre dos y tres euros por llevar a reciclar los neumáticos viejos que la gente les deja, pero si nosotros se los cogemos, ellos siguen cobrando ese dinero y se ahorran llevarlos", explica Matías, un prejubilado muy implicado en la causa.

A través de un angosto sendero, los mineros ascienden a la autovía. Tapados con pasamontañas, viseras o fulares para no ser reconocidos, cada uno porta dos neumáticos para cortar la vía en ambas direcciones. La niebla presente se convierte al mismo tiempo en aliada y enemiga. Al permitir menor visibilidad los mineros tienen que alejarse más del camino por donde han subido para evitar que algún conductor no les advierta y se produzca algún accidente, pero a la vez les asegura que el helicóptero no sobrevuele la zona y pueda descubrirlos en el caso de tener que escapar.

El corte se realiza muy rápidamente. Mientras dos mineros se encargan de detener a los vehículos el resto apila los neumáticos con celeridad. Tras colocarlos, unos ponen piedras de las laderas sobre el asfalto mientras otros talan unos pequeños árboles para situarlos junto a los neumáticos. La fila de coches llega más allá de lo que alcanza la vista y los conductores, resignados, salen poco a poco de sus vehículos. Un camión del servicio de conservación de carreteras se encuentra en los primeros lugares del atasco y, al verlo, los mineros hacen que avancen hasta donde están situados los neumáticos. Una vez allí, invitan a los dos empleados a salir del vehículo y sacan de la parte trasera todas las señales, tornillos y herramientas y las esparcen por el suelo. "Para que los cortes sean efectivos y salgan en los medios deben durará el máximo tiempo posible y con esto hacemos que les cueste más tiempo abrir de nuevo la vía", explica Fernando. Por su parte, los conductores esperan pacientemente la llegada de las fuerzas del orden para poder continuar su camino. Nadie se enfrenta a los mineros, ni siquiera tocan la bocina.

Enfado y comprensión

Al principio de la huelga, hace ya más de un mes, los mineros contaban con el favor de la opinión pública pero con el paso de las jornadas y con los cortes de carreteras, han ido perdiendo paulatinamente el favor de parte de la sociedad. "Yo les apoyaba y aún les sigo apoyando pero ya me ha tocado que me corten tres veces cuando iba a trabajar y empiezo a estar un poco cansado de todo esto", comenta uno de los conductores afectados mientras la mayor parte de los presentes se muestra de acuerdo con su afirmación. "Es una injusticia lo que les están haciendo pero nosotros no tenemos la culpa. Están adoptado medidas muy impopulares", afirma otro. "Sentimos mucho las molestias que os estamos creando pero es la única medida que llevamos a cabo con la que nos hacen algo de caso. Nosotros queremos que acabe todo esto pero necesitamos una solución", replica Matías al escuchar a los usuarios de la vía. El silencio es la respuesta de los conductores que muestran una mezcla de comprensión, empatía y resignación.

Negociación con la Guardia Civil

Después de colocar todos los elementos pertinentes para el corte solo queda esperar a que lleguen los antidisturbios para reactivar el tráfico en la autovía. "Con que el corte dure una hora nos conformamos", explica Matías. Poco antes de las 09.00 horas, un usuario avanza por el arcén hacia los primeros lugares de la vía. "Hoy es mi primer día de quimio y tengo que llegar a las nueve al hospital", explica el conductor mientras trata de mostrar un mensaje en su teléfono para corroborar su afirmación. Los mineros no permiten al anciano que les muestre lo que pone en su teléfono porque ya están abriéndole un paso para que pueda acudir a su cita. "En un caso así no tenemos ninguna duda de que debe pasar, somos gente corriente, no delincuentes ni nada parecido", cuenta Matías. Una pareja de efectivos de la Guardia Civil está inmersa en el atasco. "La fila alcanza los dos kilómetros por cada lado. Ya hemos desviado el tráfico y en breve llegarán los antidisturbios", informa uno de ellos.

Una hora y unos minutos después de que se colocasen las ruedas sobre el asfalto, se ven las luces de varias patrullas de la Guardia Civil que avanzan en sentido contrario. Mientras el capitán avanza hacia la barrera de ruedas y troncos para hablar, los mineros riegan de gasolina los neumáticos para darles fuego en el caso de que la negociación entre ambas partes no llegue a buen puerto.

Al tiempo, una cortina de humo negro aparece muy próxima a la carretera. Los mineros que se han quedado en la vía secundaria ya han dado fuego a la barrera para cortar el paso de las fuerzas del orden y poder escapar en sentido contrario si fuese preciso. "¿Lleváis voladores?", pregunta el capitán mientras otros dos antidisturbios junto a él apuntan con botes de humo llenos de gas lacrimógeno. Ante la respuesta negativa de los mineros, el capitán, más tranquilo, informa de la situación. "Una mujer que debe ser operada de urgencia viene por esta vía así que debéis desalojar la carretera", afirma. Los mineros dudan de la veracidad de sus palabras y se dividen entre los que quieren prender los neumáticos y los que consideran que es mejor hacer caso y abandonar el lugar. "Aquí nos conocemos todos y si dais fuego cargamos y tú te vienes detenido, Moisés", amenaza el capitán. Tras unos momentos de incertidumbre, uno de los mineros más jóvenes lanza un petardo a la barrera con la intención de que ardan las ruedas. Sin embargo, ha pasado demasiado tiempo desde que echaron la gasolina y el petardo estalla sin provocar llama alguna. Los cabecillas del grupo optan por retirarse. "No podemos arriesgarnos a que lo que nos han dicho sea mentira, ya habrá más días para hacer cortes", comenta Fernando mientras camina hacia el coche para irse a almorzar junto a un grupo de compañeros de su mina. De hecho, mañana tocará madrugar para hacer otro corte. Y pasado. Y al siguiente. Todos los días hasta que el Gobierno no les ofrezca una solución favorable a su situación.