Londres/Berlín. El ministro de Finanzas británico, George Osborne, y el presidente del instituto alemán de estudios económicos, Hans-Werner Sinn, valoraron ayer la decisión de Grecia de continuar en la eurozona y su petición de prorrogar el tiempo para sanear su economía hasta 2016-2018.
Osborne afirmó que su Gobierno no quiere participar en un "segundo rescate" de Grecia. En una entrevista con la emisora BBC, el político indicó que si participa en el rescate de Portugal acordado por la UE y el Fondo Monetario Internacional es "a regañadientes". "Yo no firmé eso. Lo firmó mi predecesor", explicó Osborne para explicar las resistencias de su Gobierno.
Fue su antecesor, el laborista Alistair Darling, quien dio su acuerdo a las medidas de rescate para Portugal en días siguientes a las elecciones generales del año pasado en el Reino Unido. "No nos veo firmando un cheque directamente del contribuyente británico al griego o el portugués. Irlanda fue un caso especial", comentó Osborne.
El político británico señaló que el hecho de que Grecia no pudiera acceder a los mercados internacionales de la deuda representaba un problema, pero dijo no considerar "inevitable" la quiebra del país. "Creo que tendremos que mirar el paquete (de medidas) griego y ver qué podemos hacer para superar el próximo año, lo cual podría requerir ayuda adicional de la zona del euro, por ejemplo", agregó.
Por su parte, el presidente del instituto alemán de estudios económicos Ifo, Hans-Werner Sinn, se mostró favorable a que Grecia abandone la eurozona y recupere su antigua moneda para superar su crisis financiera y presupuestaria.
Ese paso "sería el mal menor" en las actuales circunstancias, afirmó Sinn en declaraciones al dominical Frankfurter Allgemeine Sonntagszeitung, en las que subrayó que la recuperación de la dracma permitiría a Grecia devaluar su moneda y, a largo plazo, conseguir que su economía vuelva a ser mas competitiva. A su juicio, la economía griega se encuentra en situación tan precaria porque no consigue vender sus pocos productos de exportación en el euro. El retorno a la dracma haría que los productos griegos se abaratasen, se vendiesen mejor y permitiesen al estado griego la posibilidad de ingresar más impuestos y saldar sus deudas.
Sinn reconoció que, pese a ese posible paso, Grecia continuaría teniendo graves problemas, ya que su endeudamiento se cifra en euros y la dracma le permitiría reducir su carga muy lentamente.