EL proceso de concentración del sector financiero formado por las cajas de ahorros del Estado español está, en cierta medida, enmascarando una situación más trascendente: La transformación de las cajas en bancos, en un primer paso, y, salvo excepciones, la privatización en un escenario a medio plazo.

La gran banca española representada por el Banco Santander y el BBVA está apunto de conseguir uno de sus grandes sueños que es reducir el nivel de competencia en el mercado doméstico. Acusadas de anacronismo por algunas de las plumas más afiladas del liberalismo económico, las cajas de ahorros siguen contando, -pese a la crisis y a los manifiestos errores de gestión de algunas de ellas lo que ha propiciado una campaña de desprestigio importante-, con el beneplácito de más de la mitad de los ahorradores.

Al cierre de 2009, las cajas de ahorros del Estado, según la CECA, controlaban una cuota de mercado del 50,75% en depósitos y del 49,4% en créditos concedidos. La cuota de mercado de las cajas, superior a la banca, es el gran objetivo de los bancos españoles, básicamente de los dos grandes, Santander y BBVA, que no ven cómo poder crecer en un escenario a la baja. De ahí, según fuentes del sector financiero, las aceradas críticas de la patronal bancaria AEB a las cajas de ahorros.

El propio presidente de la BBK, Mario Fernández, no ha dudado en señalar varias veces que existe una campaña "interesada" en contra del modelo de cajas de ahorro que "en definitiva" sólo pretende que la banca pueda "pescar" cuota de mercado entre las cajas.

Ahora, buena parte de las cajas, -con el agua al cuello de liquidez y falta de recursos propios para poder hacer frente a la, visto el final, desastrosa incursión masiva en el sector del ladrillo-, participan en fusiones que propiciarán su conversión en bancos, con el traspaso de la totalidad de los activos de sus integrantes, dejando a las cajas como meras fundaciones, aunque sin perder su estatus actual. Dejarán de operar en el sector financiero y se dedicarán únicamente a la gestión de la obra social gracias a los dividendos que recibirán por su participación en los SIP.

El primer grupo que ha dado este salto cualitativo ha sido el liderado por Cajastur. El Banco de España quiere ahora que todos los procesos de este tipo sigan sus pasos. Los consejos de administración de los cuatro integrantes (Cajastur, CAM, Extremadura y Cantabria) aprobaron el traspaso total de sus activos al banco de nueva creación. Hasta ahora, el plan incluía la mutualización del 100% de los beneficios y la gestión conjunta del negocio procedentes de las zonas comunes, además de la solidaridad patrimonial.

Y que nadie se equivoque, el Banco de España ya no quiere medias tintas. Nada de fusiones frías, ni bancos que gestionan sólo una parte del negocio cajero. El gobernador Miguel Ángel Fernández Ordóñez quiere vaciar totalmente de contenido a las cajas y dejarlas únicamente como fundaciones gestoras de la obra social, para que toda su actividad financiera esté concentrada en los bancos que han creado para hacer las integraciones.

Y todo ello porque las cajas, miradas con lupa en el extranjero, tienen que convencer a los mercados de que les den financiación cuando se vuelvan a abrir y de que les aporten capital cuando intenten vender sus acciones a lo largo de 2011 porque tras la bancarización, la segunda fase es la privatización.

Que las cajas estaban abocadas a convertirse en bancos algún día parecía inevitable pero el proceso se ha acelerado sobremanera en las últimas fechas. Además el proceso está generando otro paralelo: la concentración del poder financiero en Madrid. Las sedes de la mayoría de las nuevas SIP se están instalando en la capital del reino lo que supone trasladar personal cualificado y servicios financieros de alto nivel a la ciudad castellana en detrimento de otras regiones del Estado.

Buena parte de los directivos de las cajas en procesos de fusión reconocen que el futuro de estas entidades pasa por emitir acciones y no, por colocar cuotas participativas. Eso sí, antes de intentar vender acciones habrá que captar financiación y eso, hoy, no es posible porque, además de que los mercados están cerrados, las cajas se ven desde fuera como unas "apestadas".

En una primera visión, la desaparición de las cajas va a acarrear elementos negativos: Genera un oligopolio financiero. Al disminuir la competencia, se va a encarecer el crédito. Reducir los salarios de los trabajadores de a pié. Va a favorecer la deslocalización de empresas estratégicas, porque si la cajas se van de la industria (la banca española ya se ha ido), difícilmente, España mantendrá un control sobre las mismas por falta de grandes accionistas privados. Además, queda la duda sobre si las futuras cajas mantendrán su contribución para evitar la exclusión social y si llevarán el servicio bancario a la mayor parte de la población, incluida la de menos recursos pues mantienen oficinas en pueblos o barrios donde ningún banco las tendría por su escasa masa crítica.

La transformación de las cajas de ahorros en bancos y su posterior privatización hará que algunos acaben cotizando en la Bolsa.

Las fusiones de cajas de ahorros se van a articular a medio plazo a través de bancos