Vitoria. Las presiones de la dirección, la desidia del Gobierno Vasco y, sobre todo, la crisis y el miedo han podido con el comité de empresa. Un total de 66 trabajadores de Saunier Duval irán el próximo 31 de diciembre al paro con un despido, al menos, mucho más ventajoso del que en un principio ofertaba la empresa. Este es el testamento laboral que dejan dos de ellos, visiblemente dolidos por la "traición" de algunos compañeros.
¿Cómo se les ha quedado el cuerpo tras el acuerdo "in extremis" con la empresa?
JOSÉ MANUEL RICO: Con un sabor amargo, porque nuestra prioridad siempre fue mantener el empleo. Al menos hemos conseguido un despido más beneficioso que el que quería la empresa, unos 90 días de media por año y entre 20.000 y 95.000 euros de indemniación para los currelas. Los cuatro directivos que entran también en el ERE se van a llevar más de 100.000 euros cada uno.
Si durante seis meses mantuvieron a raya a la empresa, que abogaba por su plan social, ¿por qué de repente se firmó el acuerdo?
J.M.R.: Por el sospechoso silencio del Gobierno Vasco. Una vez concluido el periodo de consultas (13 de cotubre), que se cerró sin acuerdo, le solicitamos una nueva reunión urgente. Y hasta hoy. Algo muy raro cuando sabemos que con la empresa sí se ha querido reunir a diario y varias veces. Eso es lo que precipita las cosas y nos aboca al acuerdo. Trabajo nos ha fallado, nos ha cerrado las puertas y nos ha decepcionado.
ALBERTO LASARTE: El Gobierno podría haber aprobado en parte el ERE de la empresa con las 40 adhesiones y salir el resto de los trabajadores (26) mucho más perjudicados. No hubiera sido justo. El silencio y la complicidad de Trabajo y la inspección con la empresa nos llevó a tener que sentarnos con la dirección sin margen de maniobra y con las manos atadas.
A pesar de los matices, ¿consideran éste un buen acuerdo?
A.L.: La sensación que le queda al comité es que no. Se podía haber mejorado mucho más, sobre todo en lo económico. Sólo manteniendo nuestra postura conseguimos 10.300 euros más lineales para cada trabajador. Y en el tema laboral mantuvimos hasta el último minuto el asunto de las recolocaciones, especialmente las de dos compañeros de más de 50 años. Y la empresa se negó en rotundo. Les propusimos incluso cobrar menos indemnización a cambio de que se quedaran y nada. ¿Ese era su plan social?
Lo que parece claro es que en esta batalla laboral la empresa ha jugado sus bazas y parte de los afectados no ha aguantado la presión. ¿Están defraudados con algunos de ellos después de tantos meses de lucha?
J.M.R.: El miedo es libre y la empresa ha sabido jugar muy bien con él. Esas 40 adhesiones ante su última oferta se producen en un contexto de mucha presión, con llamadas personales, amenazas veladas... Nosotros pedimos a la gente confianza en el comité desde el principio para llegar hasta donde fuera necesario, pero al final hubo quien no quiso seguir.
A.L.: El comité siempre negoció para todo el colectivo, incluidos esos 40 que al final nos dejaron tirados. Nunca hicimos distinciones, por eso nos sentimos traicionados por cierta gente.
Esa confianza que ustedes solicitaban, en cualquier caso, no existió. ¿Algo habrán hecho mal o no?
A.L.: Hemos sido siempre muy transparentes y tal vez no hayamos sabido explicar los detalles de la negociación, pero la presión siempre está en la parte más débil.
Ustedes presentaron hace días ante las Juntas Generales una propuesta para que aquellas empresas que recibiesen ayudas públicas tuviesen un mayor compromiso con la provincia. En el caso de Saunier Duval, ¿saben qué cantidad ha recibido desde 1996?
A.L.: Más de dos millones de euros seguro, y eso sin contar lo recibido por parte de la Diputación y el Ministerio de Trabajo. En cualquier caso es una cantidad muy superior a la que va a tener que pagar para echarnos. Lo que pedimos a los políticos es más control ante este tipo de empresas y un mayor límite para que no hagan lo que les dé la gana. Los trabajadores no podemos estar luchando contra todo el mundo.