ESTE próximo miércoles se cumplen dos años de la quiebra de Lehman Brothers, paradigma de la crisis financiera de las hipotecas basura, que ha obligado al endeudamiento público de los estados para ayudar a las entidades bancarias y evitar el riesgo sistémico. Hoy en día, como si no fuera un castigo tan excesivo como injusto para la sociedad la pérdida de millones de puestos de trabajo y un empobrecimiento generalizado, los estados, sin margen de maniobra por el endeudamiento, reducen las inversiones que crean empleo y dinamizan el consumo privado, esencial con vistas a la recuperación, que se vería afectado negativamente.
La situación actual, por tanto y sin llegar al nivel de dramatismo de meses pasados, es preocupante. EE.UU. y Europa han anunciado una serie de reformas anunciadas para un mayor control y supervisión del sistema financiero y evitar que vuelvan a generar una crisis. Su aplicación tardará meses, incluso años, en hacerse ver hasta el punto que muchos apuntan a un escenario donde el mercado de trabajo y el crecimiento económico ofrezcan tasas que pongan de manifiesto una debilidad endémica, mientras que los Gobiernos amagan un recorte del estado de bienestar.
Así pues, hipotecada la inversión pública por el endeudamiento y con un consumo privado de escaso recorrido alcista, la exportación viene a ser el punto de inflexión en el camino de la recuperación. En este sentido, conocimiento tecnológico, formación profesional y costes de producción son tres de los factores determinantes en la competitividad de los países. Razón por la que el último Informe de Competitividad Global 2010-2011 elaborado por el Foro Económico Mundial, conocido la pasada semana, pone los pelos de punta.
No sorprende la pérdida de posiciones de la economía española hasta el puesto 42 porque su modelo se basa la construcción y el turismo, sectores claramente erosionados por la recesión, mientras que los movimientos para cambiar de modelo han sido escasos en el Gobierno de Zapatero.
La reforma laboral aprobada es insuficiente para los empresarios e inaceptable para los sindicatos que han convocado una huelga general para el próximo día 29.
La economía vasca está mucho mejor que la española. El sector industrial y su competitividad en el mercado exterior han permitido una menor tasa de paro en Euskadi. Pero no es suficiente en las circunstancias actuales y se deben tomar medidas inversoras para mantener o aumentar esa competitividad.
De momento, el Gobierno Vasco no mueve ficha salvo para confirmar "la salida de la recesión". Una declaración propagandística y de escaso recorrido que se puede convertir en papel mojado con el paso de los días porque sin tecnología, conocimiento y formación no hay recuperación económica.