La llegada del verano supone un aumento de los gastos para muchas familias, que a falta de ahorros se ven en la necesidad de recurrir a una financiación para poder costear las vacaciones, y más con el aumento de precio de los alojamientos, los transportes, la restauración y los combustibles.
Ante esa situación de no contar con liquidez inmediata para pagar las vacaciones, una de las preguntas clásicas es qué compensa más, tirar de tarjeta de crédito o contratar un préstamo. En general, todo va a depender de la cantidad que queramos financiar.
Tarjeta de crédito o préstamo
Este año, el gasto medio que una persona va a realizar en vacaciones es de 1.125 euros, lo que supone un 6,3% menos que en 2024. ¿Cómo conviene financiar esta cantidad? Tomando como referencia los datos del mes de abril, saldría bastante más rentable recurrir a un préstamo personal, ya que para cantidades importantes pagar con tarjeta de crédito puede resultar hasta un 145% más caro. En abril el tipo de interés medio de la tarjeta de crédito en España era del 18,48%, mientras que el de un préstamo personal estaba en el 7,52%. Esto quiere decir que financiar 1.000 euros con tarjeta de crédito podría suponer más de 100 euros de intereses en un año, mientras que con un préstamo se quedarían en 40 euros.
Si la cantidad que necesitamos es mayor, por ejemplo 3.000 euros, las diferencias de coste se van a incrementar notablemente: pagaríamos 185,11 euros más con la tarjeta que con el préstamo en un plazo de 12 meses, que se elevarían a 370,63 euros de más si se extiende el plazo a 24 meses. Queda claro que en el préstamo personal el aumento es más moderado si se alargan los plazos del pago, mientras que con la tarjeta de crédito el coste se dispara y se puede llegar a duplicar la cantidad pedida.
“Los intereses que se pagan por las tarjetas de crédito apenas han variado con la bajada de los tipos de interés, y además suelen llevar comisiones añadidas que encarecen aún más su precio”, analiza Antonio Gallardo, experto del comparador financiero Banqmi. “Pese a que pagar con tarjeta puede parecer más cómodo, también acaba siendo mucho más caro”, señala.
Las comisiones, un gasto extra
No sólo hay que tener en cuenta el tipo de interés, sino que también debemos conocer las comisiones asociadas a cada producto financiero. Las tarjetas de crédito suelen aplicar comisiones por emisión, renovación anual y a veces también por mantenimiento, con lo que se incrementa aún más el coste total del crédito solicitado.
También existen comisiones por retirada de efectivo. “Sacar dinero a crédito en un cajero puede implicar una comisión del 3% al 5% del importe retirado, con un mínimo de entre 3 y 6 euros por operación. Estas operaciones, además, generan intereses desde el primer día, lo que las convierte en una de las formas más caras de financiación”, explica Gallardo.
En cambio, los préstamos personales suelen tener condiciones más claras y comisiones más bajas, aunque “pueden incluir gastos de apertura o amortización anticipada. Es importante leer detenidamente el contrato y comparar diferentes opciones antes de decidir”, incide el experto de Banqmi.
Qué es más rentable para cantidades pequeñas
Todo cambia cuando lo que necesitamos financiar es una cantidad pequeña, de menos de 500 o como mucho 1.000 euros. En ese caso nos resultará mucho más rentable recurrir a la tarjeta de crédito, porque los minicréditos tienen unos intereses altísimos. Además, las entidades bancarias no suelen conceder créditos personales de menos de 1.000 euros. “Un minicrédito puede implicar un TAE de más del 3.000%, mientras que una tarjeta ronda el 18%. En estos casos, la tarjeta es claramente la opción menos perjudicial”, explica Gallardo.