"Hice una ascensión estupenda, aunque, para ser honesto, creo que comencé muy acelerado. Me sentía tan bien, ascendía tan fácil que llegué a pensar que mi potenciómetro estaba mal calibrado por los números tan altos (vatios) que mostraba”, subrayó Joao Almeida para explicar y enmarcar su victoria por aplastamiento en la cronoescalada que le concedió la corona en el Tour de Suiza. El relato de lo extraordinario siempre posee un componente que remite a la sorpresa, la Epifanía y la anunciación.
El portugués, refractario a las poses, las sonrisas embaucadoras y los discursos grandilocuentes que promulgan los expertos en marketing y propaganda, certificó a través de la ambición, la consistencia y la solidez en la prueba helvética el gran dominio que ejerció en una carrera que le exigió al máximo después del despiste de la primera jornada, que a punto estuvo de noquearle.
Almeida, resistente al extremo, se reconstruyó a través de enérgicas actuaciones que le llevaron a la antesala de la cronoescalada con la gloria a un palmo. En ese terreno, ejerció con su bastón de mando, y facturó otra gran victoria en un curso excelente. El logro del Tour de Suiza se suma a la conquista del Tour de Romandía y a la txapela de la Itzulia.
Tres pruebas por etapas del WorldTour que perfilan al mejor Almeida y su sensible ascenso en la jerarquía. El luso también fue capaz de sumar un triunfo sobre Jonas Vingegaard en una de las jornadas de la París-Niza. En su mejor campaña, el portugués, en plena madurez, cuenta con ocho triunfos y totaliza 21 desde su debut en la categoría.
Las victorias de Almeida son muchas, prestigiosas y valiosos. El repunte, con todo, no lo concede tanto la cantidad sino la calidad de las conquistas. Además, existe un hecho diferenciador en el crecimiento del portugués, que ha de configurarse desde la manera con la que ha ido llenando la vitrina de trofeos. Se percibe en el luso una mejoría sensible en su rendimiento.
Aunque desde su aparición en el profesionalismo destacó y en el Giro de 2020 fue cuarto después de ser líder durante 15 jornadas, la progresión de Almeida a lo largo de este curso le sitúa entre los jerarcas.
El de Caldas da Rainha ha mejorado considerablemente sus prestaciones y a dos semanas del comienzo del Tour, es una alternativa real para el podio de los Campos Elíseos de París.
Lugarteniente de Tadej Pogacar en el todopoderoso UAE, Almeida, que el pasado año fue cuarto en la carrera francesa, solo por detrás del mágico esloveno para el que trabajó en las jornadas de montaña, Vingegaard y Remco Evenepoel, se perfila por rendimiento y firmeza en un ciclista que apunta sin disimulo a entrar en el podio.
El nivel mostrado no le alcanza aún para equiparse al inaccesible Pogacar, pero sí da la impresión de lijar distancia respecto a Vingegaard, y, ante todo, ser capaz de superar a Evenepoel, el que más padece en la montaña. Durante el Dauphiné, aunque todavía se pueden corregir y afilar algunos detalles de los estados de forma, se evidenció el estatus de cada uno de los tres competidores.
Amenaza para Evenepoel
Almeida parece una amenaza real para Evenepoel y una segunda carta con la que el UAE puede jugar su partida en el julio francés desde la evidencia de que Pogacar es el hombre a batir y el líder indiscutible del equipo.
Además, el esloveno y el portugués se entienden muy bien. Son amigos y Almeida es muy consciente de rol que ocupa en la estructura árabe. Es el alfil de Pogacar, un gregario de superlujo que sería líder en cualquier otra formación, siempre que coincida con el esloveno y en caso de que no comparta competición dispone de mando en plaza.
La ficha
Sus datos. Joao Almeida (Caldas da Rainha, 5 de agosto de 1998). Altura: 1,78 metros. Peso: 63 kilos. Equipo: UAE.
Sus logros. En 2025 suma tres vueltas por etapas del WorldTour: Itzulia, Tour de Romandía y Tour de Suiza. Además logró una etapa en la París-Niza. Lleva 8 triunfos. 21 en su palmarés.
Pogacar, fulgurante e inalcanzable su figura desde el pasado curso, cuando Javier Sola, uno de los preparadores del UAE, irrumpió como su preparador personal después de la etapa que compartió con Iñigo San Millán, es el epítome de un salto enorme en su rendimiento.
Ese mismo patrón dibuja el progreso en las prestaciones de Joao Almeida, que ha incorporado a su naturaleza diésel, a su perfil de ciclista de ritmo, una aceleración inopinada, sobre todo, en montaña.
Parece que haya introducido un turbo en su configuración. La diferencia de Almeida en estos meses es muy notoria. El portugués muestra una chispa diferencial y de algún modo ha mutado en otra clase de corredor, más completo e intimidador, con un punto más.
El avance ha elevado sus prestaciones a cotas deslumbrantes. Siguiendo las directrices de Javier Sola, Pogacar ha perfeccionado su arsenal con los ataques sentado sobre el sillín, sin aparente esfuerzo, ni muecas de sufrimiento.
Así sobresalió silbando en el Muro de Huy para imponerse en la Flecha Valona, en Lieja para hacerse con la Decana y en la fastuosa ascensión a Combloux para certificar su prevalencia en el Dauphiné, donde fulminó a Vingegaard, incapaz de seguir en el rebufo del esloveno.
En manos de Sola, el alfarero del rendimiento del campeón del Mundo, el portugués es un ciclista con más fulgor y chispa. Brillante y estelar, Almeida es el tercer hombre.