Alpe d’Huez, su leyenda, bautizó el final del Tour femenino. Pila bautismal y trono en una montaña catedralicia. Allí se talló una carrera para la historia, para siempre, en un final infartante. Una oda a la emoción. La conquista de la superviviente Katarzyna Niewiadoma, que se quedó con la gloria por cuatro segundos. Los que le faltaron a Demi Vollering para voltear un Tour que se le envenenó en una caída y en la pésima gestión de su equipo, que le dejó sola y desamparada cuando necesitaba ayuda.

Aquel día, la neerlandesa concedió 1:47. En una cuneta anónima perdió el Tour Vollering, que venció en Alpe d’Huez por delante de Pauliena Rooijakers tras un ataque flamígero en el Glandon. Desde allí soñó con recuperar lo que parecía suyo. Lo acarició Vollering. Lo agarró Niewiadoma. En cuatro segundos cabía el Tour en un desenlace dramático. Un espectáculo magnífico. Grandioso.

Campeona de cuerpo entero, fue encomiable y conmovedora su lucha, pero no le alcanzó para batir a la irreductible Niewiadoma, que se defendió hasta el tuétano. Rescatada la líder por el Lidl en ese extraño juego de intereses. Sin los relevos de Brand en el llano que daba a Alpe d’Huez, la polaca hubiese claudicado. Sorteado el abismo, con Vollering lastrada por Rooijakers, que se escondió tras la silueta de su compatriota en la subida final, Niewiadoma experimentó el Nirvana.

Vollering lloró de pena y de impotencia. No tenía consuelo por la crueldad de la derrota, a la que asistió observando el reloj y llegada de la líder, desesperado su esprint. Se quedó congelada por cuatro segundos, los que celebró con otros lloros, felices, de dicha, Niewiadoma, que aguantó el asalto de Vollering y ofreció un tratado de supervivencia. Gloria y honor para ambas. En el podio les acompañó Rooijakers, a 10 segundos de la campeona. Alpe d'Huez en la memoria.

Vollering, vencedora en Alpe d'Huez. Tour de Francia

Ataque en el Glandon

En el Col de Glandon, el Tour entró en combustión. Fisher-Black prendió la antorcha de la hoguera que pretendía Demi Vollering. La neerlandesa deseaba quemar a Niewiadoma antes de que emergiera la solemnidad de Alpe d’Huez. Ordenó Vollering una marcha marcial. Toque de corneta y de tambores. Fisher-Black, su mejor sherpa, zarandeó el grupo de las mejores, cuentas de un rosario que se desprendía. El calvario.

Vollering supuraba ambición en cada poro de su piel alimentada por la rabia de la caída que le alejó del amarillo. Su color. No realizó la neerlandesa ningún cálculo. Salvaje. Desatada. Incontenible. Camina o revienta. La neerlandesa no quería esperar a la última montaña.

Su apuesta era de largo alcance. Miraba al cielo. A todo o nada. Valiente, todo lo dinamitó. Tomó una herradura y se lanzó vertiginosa. En pie, los hombros bamboleantes, cargó sin mirar atrás. Frenesí. La líder se ató por un instante hasta que el hilo de vida que disponía se fue diluyendo.

Se separó Vollering unos palmos, después, unos metros. A Niewiadoma se le nubló la vista. Lívido el rostro, doliente. Vollering continuó con su compás. Solo Rooijakers se encoló a ella en una ascensión tremebunda. Se hundía la polaca, apagado su amarillo. No encontraba consuelo entre la niebla. Fantasmagórica la subida al coloso. En el Glandon jadeaba el Tour, a tientas. La emoción empuñando la carrera.

Sufre Niewiadoma

Vollering, Rooijakers y Cavallar atravesaron la montaña con un minuto de renta sobre Niewiadoma, que encontró refugio en un grupo con Realini, Brand, Gigante y Muzic. Por delante se lanzaban Vollering y Rooijakers, ambas igualadas en la general. Cavallar iba con ellas hasta que las dos neerlandesas le aislaron en el descenso. Vollering y Rooijakers se citaron en la montaña de los holandeses, en el Alpe d’Huez. Colaboraron. Hablaban el mismo idioma. Les separaban dos segundos en la general.

El pulso era magnífico. Niewiadoma se sostenía como podía por la renta acumulada y la ayuda de Lucinda Brand, que quería impulsar a Realini, pero le hacía la carrera a la líder en el grupo perseguidor. A los pies de Alpe D’Huez, la incógnita perduraba. El enigma del Tour se resolvería en las 21 curvas, en los casi 14 kilómetros de la mítica montaña, un icono de la historia del ciclismo.

Pulso en Alpe d'Huez

En la mole se adentraron con 45 segundos de renta Vollering y Rooijakers, remisa con los relevos. Vollering competía contra el resto del mundo. Necesitaba dislocar la resistencia de Rooijakers y lanzar al olvido a Niewiadoma, que llevaban en carroza. Ser o no ser en Alpe d’Huez. Un giro a la izquierda daba la bienvenida con un directo al mentón, una rampa hosca. Abrupta.

Vollering, con la mochila de Rooijakers, debatía en la distancia con la líder, el maillot abierto, buscando aire. Realini y Muzic se posaron en su rueda. Las herraduras no daban buena suerte. Anunciaban rampas tremendas que horadaban las ilusiones de Niewiadoma, en precario. En cada metro colisionaban el voraz apetito de Vollering y la perseverancia digna de la líder. Rooijakers, prensada a Vollering, acechaba. La montaña iba cayendo encima todas. Exigiendo un sacrificio último, el definitivo. Allí donde Vollering lloró sin consuelo y Niewiadoma de alegría infinita. Un Tour para la historia.

Tour femenino

Octava y última etapa

1. Demi Vollering (SD Worx) 4h34:14

2. Pauliena Rooijakers (Fenix) a 4’’ 

3. Evita Muzic (FDJ) a 1:01


General final

1. K. Niewiadoma (Canyon) 4h36:07

2. Demi Vollering (SD Worx) a 4’’

3. Pauliena Rooijakers (Fenix) a 10’’