El desamor entre Primoz Roglic y el Tour de Francia ha cumplido un nuevo capítulo en su apasionante relación de amor-odio. El esloveno no ha tomado la salida en la decimotercera etapa de la carrera francesa por culpa de la caída que sufrió en la víspera, que se sumó a la del miércoles. Roglic se fue al suelo en una caída que atrapó a varios ciclistas y acabó visiblemente golpeado. 

Se levantó y se puso en marcha, pero de inmediato emitió pésimas señales. Rodeado por su equipo, protegido, alcanzó la meta con un retraso de 2:27. Decía adiós a sus opciones de podio. Además del golpe físico, tocadas ambas rodillas y el hombro derecho, el impacto psicológico ha sido brutal para el esloveno, que se encontraba en una gran posición para pelear por el podio.

Aunque tras la caída llegó a la meta y las pruebas realizadas descartaron cualquier fractura, sin embargo, los dolores persistían, continuaron impresos en la piel y en los huesos de Roglic, que pasó una mala noche. Ante un fin de semana de máxima exigencia en los Pirineos, de regreso el Tour a la montaña, el esloveno ha decidido retirarse para recuperarse de los diversos traumatismos. 

Una relación 'maldita'

La relación entre la carrera francesa y Roglic parece maldita, imposible, como si el Tour le repudiase. El esloveno, segundo en 2020 tras la remontada histórica de Pogacar en la crono de La Planche des Belles Filles, donde perdió un Tour que parecía suyo, tuvo que abandonar la Grande Boucle en 2021 por culpa de una dura caída. No se fue del Tour de forma inmediata, pero finalmente, debido a las lesiones causadas por la misma, se vio obligado a decir adiós a la carrera de sus sueños, convertida en pesadilla. 

Este curso, liderando el Red Bull tras su salida del Visma, apostó decididamente por el Tour. Sin embargo, la Grande Boucle derribó al esloveno, otra vez maldito. El drama que no cesa. Otra historia de amor imposible. Otra vez el mismo fotograma de dolor. 

El Tour se apagó para el esloveno. Le muerde a Roglic la carrera con saña. En 2020, Pogacar le dinamitó la alegría en La Planche des Belles Filles. En una cronoescalada lisérgica le arrancó el amarillo de las manos. Un episodio que aún late sorpresa. Desde entonces, el Tour parece repelerle.

Después de aquel dolorosísimo episodio tuvo que abandonar en dos ocasiones el esloveno, lacerado por duras caídas. Le arrastró por el suelo en 2021 y le tiró de nuevo en 2022. A Roglic le persigue el mal fario. En el curso de su regreso a la carrera francesa, en una isleta sin señalar, se produjo el efecto dominó que prenden los accidentes y las montoneras.

Atrapó el accidente al esloveno. Otra desgracia. El destino es cruel con Roglic. De nuevo por los suelos. El cuerpo golpeado de este a oeste. Marcado y torturado por la carretera. En Roglic confluyen los pesares del Tour.

Cuando alcanzó la meta, a rueda de todo su equipo, el rictus de Roglic deletreaba una derrota más. Toda aspiración a la orla de Niza se resquebrajó en una caída le dinamitó por dentro cuando no estaba en el epicentro del impacto. 

Sucedió a apenas 10 kilómetros de la meta. Lutsenko se fue al suelo y se desató el caos. La cicatriz de una isleta abrió el pelotón y tumbó alesloveno. No pareció afectarle el impacto hasta que reanudó la marcha timorato. 

Recogido sobre sí mismo, asomó cabizbajo, el rostro sombreado, resignado ante una relación que no funciona. La incomprensión. La orfandad. La soledad. El desamor. La realidad.Tras una mala noche, un pésimo amanecer. Roglic abandona el Tour.