Sólo en el Santuario de Queralt encontró la paz Tadej Pogacar, rey en el cielo de la Volta. El esloveno erigió un altar en su honor. “Ataqué y me fui en solitario. El resto es historia”, dejó a modo de resumen de otra exhibición alucinante. La misma liturgia de siempre.

Otro triunfo en solitario en la carrera, el tercero de la semana. De montaña en montaña. Coleccionista de cimas y de halagos. El esloveno volador dejó a enfriar el cava para celebrar su coronación en Montjuïc. El castillo mágico, su morada, le espera para abrazar a un ciclista de época.

Nadie vuela tan alto ni tan rápido. Loco maravilloso, el esloveno, se desató. Tiró la camisa de fuerza a la papelera. Le estorbaba. Esperó paciente en el pantagruélico Pradell, pero en San Isidre, la montaña siguiente, el corazón le arrastró hacia otro de sus capítulos para la historia.

El esloveno es un hombre a la grandeza unido. Conectó Sant Isidre y Queralt en un soliloquio. Por detrás, Mikel Landa y Egan Bernal, unidos, a 57 segundos. El de Murgia, otra vez estupendo, es el primero de los humanos. El colombiano, el segundo.

Pogacar es intocable. Landa queda a 3:31 y Bernal, a 4:53. La Volta es del esloveno. Otra carta destinada a Vingegaard en la íntima correspondencia de misivas que intercambian para el Tour, el destino de ambos.

67 victorias en su palmarés

Ambicioso al paroxismo, competidor insobornable, se expresa Pogacar con el lenguaje de los elegidos. Acumula 67 victorias en su currículum. Los tres últimos logros, en la Volta, que ha deforestado. Estrategia de tierra quemada.

Campeón de punta a punta. De este a oeste y de norte a sur. A nada renuncia Pogacar, líder insultante de la Volta, que decide honrar la carrera en cada actuación. Imperial en la etapa reina.

Territorio Pogacar. El esloveno ofreció su mejor perfil. El único. La fotogenia del esloveno, los mechones rebeldes que le sobresalen del casco a modo de una aleta de tiburón, es indudable.

Un genio que dota a sus logros de la belleza de la dignidad y el respeto al ciclismo. Su sol lo alumbra todo. Cegador. El genio frotó de nuevo la lámpara y construyó otra victoria palpitante, repleta de electricidad. Su sacudida electrocutó al resto.

Magnífico Mikel Landa

A una treintena de kilómetros completó otra obra maestra. Landa, otro ciclista visceral, impulsivo, buscó el rastro del esloveno, liberado, pero tuvo que claudicar ante Pogacar, que corre contra la historia. Landa, excepcional su Volta, fue el que más cerca estuvo. Esa proximidad es una distancia enorme.

Pogacar, con Landa y Tiberi a rueda antes del ataque. Bahrain / Sprint Cycling

El esloveno habita en otra galaxia, muy, muy lejana. Landa, magnífico, y Bernal, resucitado, en la búsqueda de sí mismo, escoltaron la marcha triunfal de Pogacar. El podio de la Volta se retrató en Queralt tras una jornada trepidante, encadenando montañas.

El descubrimiento de Pradell, un enorme rascacielos, un coloso, arengó a la muchachada por eso de la novedad. El puerto que pretende ser un icono, un lugar de peregrinación, recibió a la Volta con altanería. Su armazón, la arquitectura sólida de 14 kilómetros al 7% de desnivel que eleva los cuellos almidonados a medida que crece, era la puerta abierta al castigo y la exigencia.

El cielo, limpio, con nubes decorativas, el sol, con el hilo de luz rubia, era un aliado después de la cumbres en las que castañetearon los dientes de los ciclistas, cuerpos trémulos, escalofríos por el espinazo de días anteriores.

La dureza de Pradell

En Pradell el único alivio era la imaginación para esquivar la realidad, que tenía la mirada torva, el gesto duro y hosco. Las rampas mordían, termitas en las piernas. Los puertos sin pintura en el asfalto anuncian la dureza de inmediato.

No ver las señales de la civilización es un neón de advertencia de la ausencia de la misma. Unas pocas casas, solitarias, ajenas al ajetreo, miraban el paso de Semana Santa de la Volta.

Los costaleros de Pogacar tacharon a Simon Yates, abrumado en una vía estrecha, la pared rocosa a un lado y el guardarraíl insinuante en el otro. El piso ajado, viejo. En Pradell esperaba el carbón de las antiguas minas. El ciclismo siempre fue una deporte de minería. Adentrarse hacía uno mismo por las galerías del padecimiento.

En ese viaje tortuoso, una rampa de cemento, exageradísima, arrodilló a la mayoría. Se subía gateando. El ciclismo de no caerse subiendo. Kuss, el colibrí alado, perdió las alas. Antes se había apagado Geraint Thomas. En montañas así se envejece. Narices chatas, boxeadas por el esfuerzo.

Landa, estupendo, movía los hombros, danzaba su alegría, feliz en la montaña. También el inclemente Pogacar, protegido por Soler. El esloveno, sobrado, pastoreó la ascensión cuidando de los suyos.

Bernal, duro, resistía. En el pasillo humano se deshumanizaban los cuerpos, descartes de la montaña. La cima, un Cabo de Hornos, eligió a los doce apóstoles. No era la última cena. Aún restaba mucho día. Pogacar, Landa, Vlasov, Bernal, Lenny Martínez o Mas rodaban juntos en esa letanía.

Ataque de Pogacar

El líder contaba con el cortejo de Almeida y Soler. Por detrás, Kuss, Thomas y Poels, entre otros, cosieron la herida abierta en el desgarro de Pradell antes de emprender el asalto a la Collada de Sant Isidre, donde se enajenó Sosa en una carretera estrecha, apenas una hebra de asfalto retorcida entre bosques. Allí se detonó Pogacar. Alfa y omega. Su onda expansiva aniquiló al resto.

A su paso dejó los escombros. Un paisaje después de la batalla. Landa y Bernal persiguieron su sombra. Mas se lanzó a por el podio, que se mide en un segundo en favor del colombiano, de regreso a ese que fue, aunque aún le queda un trecho. No se entregó Bernal. No se rindió Landa. Se exhibió el esloveno, que entre el bullicio y la algarabía de aspecto Tour, encontró la paz en el Santuario de Queralt. En el cielo, Pogacar es el sol de la Volta.

MIKEL LANDA: "ME SIENTO CON LA ENERGÍA DE 2015"

Segundo en la general de la Volta que domina imponente Pogacar, Mikel Landa está ofreciendo un gran nivel. Dice sentirse como en 2015, cuando logró el podio en el Giro tras vencer dos etapas. Fue ese año el del despegue de Landa hacia la élite. Continúa vigente.

“Tengo muy buenas patas otra vez. Estoy renovado de energías. Me siento fresco otra vez, con la energía del 2015. Estoy muy ilusionado para la temporada”, afirmó Landa, que admitió que le “ha sentado bien el cambio de equipo”.

Landa lamentó haber quedado con “esa pena de no haber seguido a Pogacar. Me ha parecido verlo más cerca, pero la verdad es que está muy fuerte y es difícil seguirlo”. “Luego he preferido esperar a Egan y nos hemos entendido muy bien”.

Por último, Landa destacó que su buen rendimiento en la Volta le "da confianza para el resto de la temporada". "Es muy importante porque es casi mi primera carrera. Es bueno saber que el trabajo que he hecho es bueno", apostilló.