La tierra blanca de la Toscana, el sterrato, nada como la sonoridad italiana, invoca a Tadej Pogacar, que nunca deja de ver castillos donde otros sólo ven puñados de tierra. Eso le hace diferente. La Strade Bianche, la clásica que finaliza en la Siena medieval, la que honra al Palio, la intrépida carrera de jinetes sobre caballos locos, al galope, espera el estreno del esloveno, el chico maravilla, más juguetón el aspecto desde que tiñó su caballera de rubio intenso.

El mechón travieso suele asomarse por las rendijas de su casco a modo de una aleta de inquietante tiburón, depredador magnífico el esloveno. “No veo la hora de empezar a competir de nuevo”, expresa Pogacar.

El esloveno, el ciclista inconformista, incontenible, ha tenido que frenar su relinche para enfocar una campaña distinta, un aliciente para Pogacar, siempre dispuesto a medirse en distintos escenarios, a abandonar los lugares comunes y adaptarse a contextos que no le son familiares.

“He sido paciente y he adoptado un enfoque un poco más lento y he comenzado a correr un poco más tarde. Va a ser una temporada larga, incluidas dos Grandes Vueltas (Giro y Tour), un territorio nuevo para mí en ese sentido. Pero estoy entusiasmado con la perspectiva, es algo nuevo”, lanza el esloveno, que enfoca el nuevo curso con el objetivo de recuperar el trono del Tour. Es un año clave. Tal vez un punto de inflexión. Así lo enfocan desde el UAE, su equipo.

Un año muy importante

“Este es el año del desempate entre Tadej y Vingegaard en el Tour. Los dos han ganado dos veces y Tadej quiere el tercero. Ganar el Tour es lo más importante”, destaca Joseba Elguezabal, masajista del astro esloveno.

No esconde el hombre que cuida la musculatura de Pogacar que el danés ha empujado al esloveno más allá de sus límites. “Vingegaard ha llevado a Tadej a un nivel que desconocía”. Eso ha puesto en guardia a Pogacar, que ha trabajado muchísimo durante el invierno para recomponer su ascendente sobre el Tour.

“Se lo he notado de inmediato en el tono muscular. Está en una condición muy buena. Más hecho”, destaca Elguezabal, que con las mismas manos que recupera la musculatura del esloveno mima a Izei, su hijo.

“Sólo quiero que no le falta nada Izei y que Tadej gane de nuevo el Tour. Es lo que más deseo en el mundo”, dice Elguezabal desde Italia, donde Pogacar repasa algunas etapas del Giro e imagina vencer otra vez en Siena, aunque en el horizonte mande la luz amarilla y brillante del Tour, el sol del ciclismo. Su faro.

A repetir victoria en la Strade

El campeón de todas las estaciones, afinado como los violines de Vivaldi, regresa a la competición entre los caminos blancos del trabajo y las vides de la evocadora Toscana con la idea única e innegociable de conquistar Siena por segunda vez. Pogacar venció hace un par de años fiel a su manual de estilo: una estratosférica exhibición.

“Lo primero es la Strade, que es una carrera que amo y de la que tengo grandes recuerdos. Mi preparación ha sido realmente buena y correremos por la victoria. Nunca sabes exactamente cómo estarás en las primeras carreras y habrá grandes rivales, pero creo que podemos estar preparados para cualquier cosa”, certifica el astro esloveno antes de su estreno.

Aunque aún no se ha puesto un dorsal, no existen dudas sobre el rendimiento de Pogacar, arengado además por el magnífico despertar de Vingegaard. El danés demostró gran parte de su enorme potencial en O Gran Camiño. En el inicio también se ha subrayado la figura de Evenepoel, sobresaliente en Portugal.

Pogacar y Joseba Elguezabal comparten un selfie en Italia. Joseba Elguezabal

El belga pretende entrar en la disputa que Pogacar y Vingegaard mantienen por el trono del Tour. “Tadej está centrado en sí mismo. Saldrá a ganar en la Strade porque es lo que toca. Si hay un corredor capaz de ganar en todos los terrenos ese es Tadej. Lo ha demostrado de sobra”, apunta Elguezabal. 

Doblete Giro-Tour

Pogacar, el ciclista total, emerge en un curso en el que pretende hacer cima en una de las últimas fronteras del ciclismo: conquistar el Giro y el Tour el mismo año. Un logro escaso en la historia.

El último ciclista capaz de completar la gesta fue Pantani en 1998. Anteriormente alcanzaron la gloria en rosa y amarillo Miguel Indurain (1992-1993), Roche (1987), Hinault (1982 y 1985), Merckx (1980, 1972 y 1974), Anquetil (1964) y Coppi (1949 y 1952).

Si bien la biografía del esloveno –dos veces campeón del Tour, ganador del Tour de Flandes, Lieja, en tres ocasiones Il Lombardia, y un montón de pruebas hasta sumar 63 victorias– se escribe desde el éxito, este curso desea dar un salto para inmiscuirse aún más en los incunables del ciclismo y sus leyendas. 

Pogacar, durante la presentación del Tour en Bilbao. Efe

Con esa idea fuerza, el esloveno examinó ayer el recorrido de la crono de Foligno y Perugia que le espera en el Giro. El reto al que se ha adscrito Pogacar es formidable: vencer en Italia y Francia.

La empresa no le asusta. Muy al contrario, le seduce, le alimenta y le estimula. El fenómeno esloveno entiende el ciclismo como un tablero en el que divertirse además de competir al máximo.

“Hay tiempo suficiente entre el final del Giro y el comienzo del Tour para prepararlo bien. Tadej está preparado física y mentalmente para encarar el doblete. Es el año en el que hay que hacerlo. Si Tadej gana en Italia le reforzará mucho la moral para el Tour, que es la carrera más exigente y difícil de ganar de todas, sobre todo, por la velocidad a la que se corre”. Pogacar se lanza al desempate.