A finales de febrero, Endika Uriondo anunciaba que dejaba la pelota profesional a los 26 años de edad, sin haber llegado a cumplir tres en las filas de Baiko, al haber recibido una oferta laboral incompatible con su actividad deportiva. Cuatro meses después, se repite la historia. Otro joven zaguero vizcaíno, Oier Etxebarria, que esta misma tarde jugará en Mungia, ha comunicado que pone fin a su trayectoria en la elite de este deporte por no poder compaginarla con su trabajo como ingeniero en una empresa de Igorre, su localidad natal. Con solo 25 años, y dos txapelas del Parejas de Promoción en su palmarés, se despedirá el 21 de julio en Bermeo tras rescindir el contrato que tenía hasta finales de año con Aspe, la empresa con la que debutó en enero de 2019. Es la realidad de un deporte en el que sólo las figuras pueden permitirse vivir exclusivamente de ello. El resto deben priorizar su futuro, cuando no su presente.
¿Ha sido difícil tomar la decisión de dejar la pelota profesional a los 25 años?
—Ha sido difícil porque el ser pelotari profesional ha sido para mí un sueño que tenía desde pequeño y que he cumplido. Me da pena dejarlo, pero creo que es un buen momento.
¿Qué ha cambiado en los últimos tiempos para pensar que es un buen momento para colgar el gerriko?
—Desde hace un par de años estoy trabajando en Ormazabal. Estoy muy agradecido tanto a la empresa como a Aspe, porque durante todo este tiempo me han dado la posibilidad de compaginar ambas actividades. Pero este último año, especialmente, se me ha hecho muy duro. Después de trabajar a jornada completa, salir a la tarde y tener que entrenar me costaba. Llegaba cansado y no me ejercitaba como es debido. Y además, los fines de semana los tenía todos ocupados con partidos, no tenía tiempo libre. Era innecesario alargarlo unos años más, porque así no iba a ir a más en la pelota. Además, en este deporte, tienes un año malo por cualquier motivo y tu carrera deportiva se puede acabar. Puse todo en la balanza y tomé esta decisión.
En su época como aficionado, antes de debutar con Aspe, ya priorizaba los estudios frente a la pelota. Esta decisión va en la misma línea, ¿no es así?
—Debuté con 21 años porque antes no tenía nivel para hacerlo, pero en casa siempre hemos tenido claro que lo que más me convenía era centrarme en los estudios. Si había que faltar a un entrenamiento por estudiar, se faltaba sin dudarlo.
¿Qué valoración hace de estos cuatro años y medio en el campo profesional?
—La valoración es positiva. He tenido la oportunidad de conocer a mucha gente que, de no haberme movido en este mundo, no habría conocido. El ambiente entre los pelotaris, tanto en los entrenamientos como en los momentos previos a los partidos, es muy bueno. Yo me quedaría con esos recuerdos. En lo deportivo, creo que año a año he ido mejorando y, aunque en el deporte siempre hay altibajos, en la medida en que he podido he intentado dar lo mejor de mí en la cancha.
¿Cree que podría haber jugado algún torneo de Primera, haberse codeado más con las figuras?
—No. No soy un pelotari con golpe, mi zurda tampoco es gran cosa y para jugar en Primera debes tener algo más. Es cierto que cuando me he visto bien entrenando, me habría hecho ilusión jugar algún partido con los de arriba. Pero no he estado al nivel necesario para jugar campeonatos oficiales o torneos de verano de Primera.
En cualquier caso, en su palmarés cuenta con dos txapelas del Parejas de Promoción. La primera la logró en 2019, poco después de debutar, junto a Aitor Elordi. ¿Es el triunfo que más le ha marcado?
—En realidad, el mejor Parejas que he hecho de principio a fin fue el de 2021 junto a Iker Salaberria, pero en la liguilla de semifinales nos quedamos fuera. En cuanto a las txapelas, la lograda con Elordi fue una sorpresa, no me la esperaba, vino todo de repente. El Parejas que gané con Javi Zabala en 2022 fue un poco alocado, como es él (risas), pero en la última fase fuimos de menos a más y la final fue, quizás, el mejor partido del campeonato.
Debutó como profesional haciendo dupla con Elordi en ese Parejas de Promoción de 2019. ¿Siente envidia sana al verle ahora convertido en todo un campeón manomanista?
—Sí. Aitor me ayudó mucho en los primeros años. Antes de debutar, en aficionados, jugamos varios torneos juntos y nos llevamos muy bien. Me alegro un montón de que le vaya así de bien. Ha trabajado mucho para llegar hasta donde está. Está a tope y esperemos que siga así durante muchos años.
¿Ya por entonces podía preverse que llegaría a lograr estos éxitos?
—Aitor siempre ha sido un pelotari echado hacia delante, agresivo, técnicamente muy bueno, con buen manejo del gancho y la volea, pero especialmente se ha endurecido mucho en el aspecto físico. Ha ampliado su abanico de recursos, ha cogido golpe y defiende muchísimo.
A Elordi le ha costado alcanzar este estatus. Por el camino, ha estado cerca de quedarse fuera del campo profesional. ¿Es una prueba clara de que las empresas deberían tener más paciencia con las jóvenes promesas?
—Sí, así lo creo. En un deporte como la pelota, en el que los problemas de manos y la confianza son tan importantes, hay que tener paciencia y dejar a los jóvenes un poco más de tiempo para que puedan ir hacia arriba.
Elordi ha tenido una progresión impresionante. Usted, en cambio, reconoce que no se ve con ese margen de mejora.
—En mi situación actual, no. Así no voy a ir hacia arriba. La competencia es alta, todos están muy bien preparados físicamente y así es difícil.
¿Qué espera de ese último partido del 21 de julio en Bermeo?
—Antes de ese partido tengo otros también para jugar y entrenamientos con mis compañeros de los que disfrutar. Espero que todo salga bien y en ese último partido intentaré dar lo máximo. – NTM