Tic-tac. Tic-tac. Remco Evenepoel activó en la crono la cuenta atrás para conquistar la Vuelta. Tres años atrás, en 2019, Evenepoel, un imberbe, insultantemente joven, se caló la txapela de la Donostia Klasikoa. De aquel día Pello Bilbao siempre recuerda que al belga fue incapaz de domarlo un pelotón elitista y rabioso. Nadie pudo rastrear el descaro del joven prodigio. Con todos pudo Remco, un ciclista prensado de músculos. Una bala de cañón que tumbó a todos sus rivales. Compacto y destructivo, en esa detonación, el gernikarra había visto el futuro frente a sus ojos. Lo hizo a cierta distancia. Pello Bilbao observaba su potenciómetro y se le torcía el gesto. “Nosotros íbamos a tope y no podíamos seguirle. Si consigue perder algo de peso y es capaz de mantener los vatios que mueve, es imposible ganarle”, dijo entonces el vizcaino sobre aquella irrupción. El futuro ya está aquí. Mesías.

Desde entonces, el belga se ha limado, está más delgado, pero mantiene intacta la potencia. La ecuación es sencilla. A menos peso, más velocidad si se mantiene la potencia. Evenepoel produce vatios por doquier. Es una central de energía nuclear. Solo así se puede comprender la mutación del belga, disparado a la conquista de su primera Vuelta después de bailar por los tejados del Pico Jano y el Colláu Fancuaya, donde fijó un paso marcial. Las montañas no son su hábitat. Ahora, sí. Su exhibición en la crono, su ecosistema, fijó el reloj de la carrera. Evenepoel corre contra su sombra.

UNA ACTUACIÓN PORTENTOSA

El triunfo en la crono ensalza aún más al belga, que descuenta los días para ocupar el trono de Madrid. En un actuación sideral, Evenepoel barrió a la oposición. Se la quitó de encima sin pestañear. Se desprendió de ella como cuando uno elimina una mota de polvo sobre el hombro. Fue capaz el átomo belga, un gigante, de someter a Roglic, campeón olímpico de la especialidad. Le endosó 48 segundos de ventaja en un trazado de 30 kilómetros. Una barbaridad.

El esloveno, que llegó con la caída del Tour acuestas, es segundo en la general. Lucha por reencontrarse y competirá a fondo. De momento, les separa un mundo. 2:41. A Enric Mas, el líder le endosó 1:51. El mallorquín perdió la ventaja que disponía sobre el esloveno. Mas luce ahora a 3:03. La Vuelta no ha girado aún su Cabo de Hornos y Evenepoel es un ser inalcanzable. Carlos Rodríguez, gran crono la suya, a 1:22 del líder, figura a 3:55 y Juan Ayuso, que sufrió más, está a 4:53. Entre ambos se coló Simon Yates, a 4:50 del belga, un líder al rojo vivo.

UNA CRONO PARA ESPECIALISTAS

Entre Elche, la rampa de despegue situada al lado de una reproducción de la Dama de Elche, y Alicante, 30 kilómetros de contrarreloj llana, dispuesta para los motores de gran potencia, las mejores vistas las concedía el monótono asfalto y su pintura, sus rayas continuas, intermitentes, las que decoran pasos de peatones e isletas. En los costados, a izquierda y derecha, el paisaje era un canto al desánimo. Un retrato de la nada. Un museo de los horrores. El vacío.

Rectas sin final y el viento, peliagudo, en el rostro o molestando de costado, y la humedad, disparada, abrazando las pieles. En ese hábitat, atornillar la mirada sobre el potenciómetro y plancharse sobre la bici, era la mejor distracción posible a pesar de lo incómodo de la postura, siempre tortuosa. Acoplarse a la geometría diabólica de la bici de contrarreloj, que exige un ejercicio de contorsionismo, es un engorro, pero el patronaje de la Vuelta, de regreso a la acción tras el día de descanso, discurría por ese escenario.

Entre buzos a medida, cascos especiales, bicis extrañas y el reloj se fijaron las vigas maestras de la carrera que enfatiza a Evenepoel, el emperador que viste de rojo. Solo cerca del final se meció la mar. Lo zarandeó salvaje Evenepoel, un tsunami que se tragó a todo lo que se le puso por delante en la crono. Mandó al fondo del mar a Roglic, sin periscopio en la Vuelta, Mas, Carlos Rodríguez y Ayuso, que trataron de flotar en medio del oleaje provocado por el belga, un motor fueraborda.

MÁS LÍDER TODAVÍA

El belga que mostró su credenciales en las cumbres, elevó aún más su dominio en la Vuelta bajo el crono. El es el tic-tac de la carrera. Su relojero. Evenepoel destrozó a todos. No hizo prisioneros. En el metraje que le resta a la Vuelta solo tiene que pensar en el modo de gestionar esas rentas magníficas en su latifundio.

En un paisaje que remitía al western, el calor apretando con la tenaza, los chalecos de frío vistiendo el calentamiento, los ventiladores amainando el calor sobre el rodillo, desenfundó el duelo entre Evenepoel y Roglic. El líder de ahora y el campeón de las últimas tres ediciones de la Vuelta, dos especialistas magníficos, se medían en las distancias cortas. El esloveno, campeón olímpico, vencedor de todas las cronos que ha disputado en la Vuelta, necesitaba anillar al belga para al menos presionarle. No pudo hacerlo.

ROGLIC SE QUEDA LEJOS

Completó un gran ejercicio, pero el líder compite contra sí mismo. Hasta a su sombra le costó rastrearle. En Elche, Evenepoel, con esa malla que remite a los cascos de las guerras medievales, disponía de una renta magnífica sobre Roglic, con un retraso próximo a los dos minutos. En Alicante la engordó aún más. Enric Mas estaba más cerca en el segundero, pero el mallorquín sufre cuando es evaluado por el reloj. Le pasó por encima Remco, una apisonadora con el velocidad de un fórmula uno. Un extraterrestre.

En ese baile de los destacados, Carlos Rodríguez y Juan Ayuso, los muchachos que quieren subvertir el orden se enfrentaban a un reto no precisamente menor. En las cronos, bajo el yugo de las manecillas, no existe parapeto posible. Menos aún en un recorrido rectilíneo y afeitado. Sin chepas. Un día ideal para quienes son capaces de sostener una estampa aerodinámica, desarrollar toda la potencia, mantener una alta velocidad de crucero y gestionar el esfuerzo.

La única preocupación era dar pedales. No había cuestiones técnicos ni dudas filosóficas que resolver. Carlos Rodríguez se mostró más entero que Ayuso, que fue perdiendo fuelle a medida que se agolpaban los kilómetros y el esfuerzo. Rémi Cavagna, la liebre de Evenepoel, fijó el tiempo a batir. El TGV de Clermont Ferrand, el tren bala, unió Elche y Alicante en 34:18. Voló sobre raíles. A toda máquina. 54 kilómetros por hora de media. Roglic, bici y casco dorados recordando que es campeón olímpico, sometió el registro del galo a una velocidad similar. Entonces llegó el futuro, siempre con prisas: a 55,6 kilómetros por hora de media. Cinceló un tiempo de 33:18. Evenepoel adelanta el reloj para ganar su primera la Vuelta.