Sugoi Uriarte entrena junto a su pareja, Laura Gómez, en el Centro de Alto Rendimiento en Valencia y continúa siendo fiel a su filosofía del trabajo, la cual quiere inculcar a sus alumnas, quienes ya triunfan a nivel mundial, algo que él ya hizo en el pasado cuando competía. El gasteiztarra puede presumir de haber cosechado una medalla de oro en un Europeo (Viena, 2010) y una plata en un Campeonato del Mundo (Rotterdam, 2009). La presea olímpica estuvo cerca. Rozó el bronce en los Juegos Olímpicos de Londres en 2012, en los que acabó quinto. Una espina que espera poder quitarse en breve con cualquiera de sus prometedores alumnos.

¿Cómo valora su etapa como entrenador hasta el momento?

Tras los Juegos de Río, prácticamente al día siguiente fui al tatami con mis compañeros y ya saludé en la parte de los entrenadores. A partir de ahí, cogí el testigo, junto a mi mujer que también se retiró en Río, y cogimos el Centro de Alto Rendimiento de Valencia y ahora somos los entrenadores. La verdad es que por el momento estamos contentos, ya que hemos clasificado a gente para las Olimpiadas de Tokio, hemos conseguido Campeonatos del Mundo y de Europa. La medalla olímpica se nos resistió, pero espero quitarme esa espina de perder la medalla de bronce con un alumno mío.

¿Qué diferencias observa entre ser competidor y entrenador?

Al final de mi carrera, también tenía ese rol de capitán del equipo y de liderar, y ya casi un poco como entrenador. Entonces tampoco veo tanta diferencia. Eso sí, lo más diferente que veo es que cuesta mucho valorar los resultados, porque vas al campeonato y algunos ganan y otros pierden. En esos casos te fijas más en los que han perdido para ver en qué pueden mejorar y disfrutas poco de las victorias. Cuando eres competidor, en cambio, el día que ganas estás eufórico y cuando vas como entrenador, seguramente dos ganan y uno pierde, y estás triste por el que ha perdido o te sientes responsable. Por tanto, cuesta mucho más valorar las victorias.

Entonces, ¿el aspecto psicológico es mucho más duro cuando se es entrenador?

Sí, y además es muy diferente porque cuando eres competidor el que sale al tatami eres tú. Como entrenador sufro mucho más en las competiciones, porque muchas veces el entrenador lleva esa mochila de competidor de todos sus pupilos.

¿Cuál es la clave para triunfar en el judo?

Creo en el trabajo y no en los milagros. Yo creo en trabajar, trabajar y trabajar, y seguramente así lleguen los resultados. Además, en la élite todos trabajan, por lo que tú quieres y tienes que ser diferente, porque a nivel mundial todo el mundo está muy preparado, todos tienen buenos entrenadores, psicólogos y buenos preparadores físicos. En ese sentido, nosotros en Valencia intentamos trabajar y mejorar día a día. Para ello, tenemos un Centro de Alto Rendimiento con un tatami de 800 metros cuadrados y un gimnasio muy bueno y creo que tenemos todo lo necesario para formar futuros campeones. Como decía, mi clave no es otra más que trabajar como el que más y así seguramente llegue el resultado, pero muchas veces no es así y al que más trabaja, no le llega el resultado, pero al final es mi método. En ese sentido, yo tampoco era un competidor con unas cualidades excepcionales, sino que mi mayor cualidad era que podía trabajar el doble que el otro, era como si estuviera dopado a la hora del entrenamiento. Con ese trabajo vas haciendo tu cuerpo y mente.

¿Qué aspecto es más duro en el judo: el físico o el psicológico?

El psicológico, sin duda. El físico con paciencia se va consiguiendo. Es cierto que hay cualidades físicas que no se ganan, como la velocidad, pero la potencia la puedes llegar a ganar si mejoras la fuerza. Al final, cuando todo el mundo trabaja, lo hace generalmente bien. El que no es campeón o no lleva ese gen de campeón a las primeras de cambio se rinde. Por lo tanto, la cabeza es diferencial. Yo al gran competidor no lo valoro cuando gana, sino cuando pierde, porque se suele desanimar y es entonces cuando valoro al competidor y si puede llegar hasta arriba o no. Al final, todo el mundo en un momento determinado pierde y es en esos momentos cuando el hábito del entrenamiento es más importante que nunca. Cuando estás motivado es muy fácil ir a entrenar, pero cuando pierdes, ser el primero al día siguiente en ir al tatami dos horas es complicado. Lograr ese hábito cuando no estás tan motivado cuesta y por eso me gusta valorar al buen deportista.

¿Qué ha aprendido hasta ahora en esta etapa como entrenador?

En especial, la gestión del equipo. Cuando eres competidor, no te preocupas de estas cosas y cuando eres entrenador no piensas en otra cosa, es decir, no meditas en cómo mejorar al equipo para que rinda más. En cambio, como entrenador la gestión del equipo es lo que más me cuesta. Para que la gente de Vitoria me entienda, yo soy “duskista”, con la idea de entrenar duro para aprender. Aunque eso sí, hoy en día la sociedad es diferente y los padres hacemos “tontos” a los hijos y les damos las cosas demasiados fáciles. Nosotros cuando éramos pequeños, íbamos a la calle y nosotros mismos nos arreglábamos. Por ejemplo, el otro día Ibon Navarro comentó que cuando te castigaban de pequeño te llevabas dos “hostias”, una en la ikastola y otra en casa por decirlo. Ahora, te castigan y va el padre a regañar al profesor, porque le han castigado. Hoy en día, los niños viven en una sociedad diferente y nos tenemos que adaptar.

Sugoi Uriarte posa con varios luchadores de su centro de entrenamiento en Valencia. Cedida

¿Cómo gestiona un entrenador de tu estilo ese cambio en la sociedad?

Al final, intento educarlos con una buena base de valores, como la de la cultura del esfuerzo. Con eso, considero que les educo desde pequeñitos para que vean que esa es la única forma de llegar al final. A mí no me pagan por tener más competidores, a mí me pagan por entrenar y conseguir los mejores resultados. Entonces, como no dependo de tener más gente, considero que algunos alumnos se me quedarán en el camino, pero intento poner el listón alto, para que me den buenos resultados. Los que se quedan por el camino, igual esos valores también les valen como educación de base, pero no les sirven para ser judocas profesionales.

Ahora está entrenando con grandes estrellas como Daria Bilodid.

Sí, y además, yo tengo dos alumnas estrellas, que son Julia Figueroa y Ana Pérez Box, que son las dos españolas que son subcampeona y tercera del Campeonato del Mundo. Por su parte, Bilodid es la campeona en la categoría de peso, donde compite Figueroa y quien fue a por todas en Tokio. Además, Bilodid con 21 años también ha quedado tercera en las Olimpiadas, es dos veces campeona del mundo senior y dos veces campeona de Europa senior. Al final, Daria es seguramente la deportista más famosa de Ucrania y cuando empezó el bombardeo, me llamó por teléfono y me dijo que quería venir a Valencia. Por supuesto le abrí las puertas, porque al final es una de las mejores competidoras de Judo. Todo el mundo la quiere ayudar, en especial, porque además de una gran judoca, es una persona espectacular. Ella ha venido aquí con su madre y su abuela y tiene la intención de quedarse.

La alicantina Ana Pérez, en el centro de la imagen. Cedida

¿Cómo gestiona un entrenador los egos de los alumnos?

Que sean uno más y que se ganen el respeto de los compañeros mediante el trabajo. Es decir, que sean un ejemplo y los compañeros les quieran seguir. Yo no les doy el liderazgo directamente, hago que se lo ganen.

¿Cuál es su siguiente objetivo?

La medalla olímpica en París y que además serviría para quitarme esa espina que tengo clavada. Eso sí, a día de hoy estoy muy contento, porque hemos logrado nuestra primera medalla en cadete, la cual era la única que nos faltaba por obtener como entrenador, ya que en junior y senior ya habíamos ganado el campeonato de Europa y del Mundo, y hace unas semanas conseguimos una plata en el Europeo cadete. Comento esto porque seguramente estos alumnos sean los que vayan a tener un gran futuro. Ese tipo de gente también me motiva mucho. Ir a un campeonato de esas características y sacar una medalla es una de las grandes motivaciones a corto plazo, pero a largo medio plazo es la medalla olímpica.

¿Es viable cambiar la mentalidad de sus alumnos respecto a la sociedad en la que vivimos hoy en día?

Es difícil cambiar eso, porque viven en la sociedad que nos ha tocado o que nosotros estamos marcando y lo digo así, porque yo ya soy padre y me siento parte de eso para bien o para mal. Los entrenadores nos tenemos que adaptar sin cambiar nuestra base o nuestros principios y esa es una de nuestras grandes facetas. Yo lo comento como entrenador de judo, pero yo sigo también a otros entrenadores de diferentes deportes, como a Ibon Navarro, David Gil, Dusko Ivanovic o Pablo Laso, y me fijo en ellos.

¿Hay alguien en concreto que le ayude o le de consejos?

No, yo voy viendo y observando. A mí el baloncesto me encanta y me fijo mucho a nivel táctico y estratégico e incluso a nivel de declaraciones. Es cierto que el baloncesto es algo que heredé de mi madre y es algo que me ha quedado, pero esto del judo lo comando junto a mi mujer, Laura Gómez. Además ella tiene más mano izquierda que yo. Si yo me excedo, ella va y le pasa la mano por la espalda, es decir, que nos complementamos muy bien a nivel de entrenadores.

Con más perspectiva, ¿cómo valora ahora su carrera deportiva?

Yo siempre pienso que he sido subcampeón del mundo, campeón de Europa y cuarto en Juegos Olímpicos. Es una frustración el no tener esa medalla, y más teniendo en cuenta que era mi gran objetivo, pero siempre he pensado que cuando tenía 14 / 15 años y estaba con mi madre y toda mi familia hubiera firmado con sangre todo lo que he conseguido. Al final, el ser uno de los mejores judocas de la historia de España a nivel de resultados es para estar orgulloso de ello. Sin embargo, si de algo estoy verdaderamente orgulloso no es de las medallas, es de haber dado el 120% cada día de mi vida para conseguir los objetivos. Si yo volviera atrás, elegiría el mismo camino y los mismos entrenadores, Salvador Gómez en Valencia y Antonio Bello en Vitoria. Todavía me acuerdo cuando era niño y entrenaba en la Plaza Amarica junto a Antonio, quien hizo que me enamorase de este deporte. Luego, con 18 años ya decidí moverme a Valencia. Me he perdido muchas cosas al entrenar y estudiar al mismo tiempo. Al final, yo quería ser estudiante y deportista de élite, y aunque me he perdido muchas fiestas y eventos, no cambiaría ni un ápice del camino que he llevado hasta ahora. No cambiaría ningún día de mi vida, estoy orgulloso por haber dado siempre el 120% y no puedo reprocharme nada.