Resulta complicado establecer cuándo sonríe Mikel Landa. Su media sonrisa es enigmática, como un gallego en una escalera. Un misterio en sí mismo. En un día con tanto frío como para que la nieve aplauda el esfuerzo de los ciclistas en el Monte Carpegna, -el campo de entrenamiento del llorado Marco Pantani, el recuerdo de Eddy Merckx en el Giro de Italia de 1973 y otro lugar para situar al goce de Tadej Pocagar en otra de sus exhibiciones- a Landa los dientes le castañeteaban.
El rostro, apergaminado por el frío intenso que pinzó la etapa reina de la Tirreno-Adriático. Sus piernas, sin embargo, echaron chispas, funcionaron. Al fin fuertes, liberadas. En sus adentros, la sonrisa de Landa era amplia. Al fin una onza de dicha cuando lanzó un ataque en las tripas de la montaña y a él solo se subieron el inigualable Pogacar -“no tiene ni un punto débil”, recordó Landa-, Vingegaard y Mas. El esloveno descontó otro triunfo. Landa fue tercero, pegado a Vingegaard. Compartieron podio final de la Tirreno-Adriático.
El alavés, de regreso a los días felices, chapoteó en los dos mares. Igualó su registro de 2021, pero, sobre todo, recuperó un intangible: la confianza. Al murgiarra se le extravió el pasado año cuando se astilló en el Giro de Italia. La caída, que le dañó el físico, no solo le quebró la clavícula y varias costillas, también le achicó la moral. No volvió a reconocerse en el espejo Landa a pesar de conquistar la Vuelta a Burgos.
El notable desempeño en la Tirreno-Adriático, en la que fue mejorando sus prestaciones a medida que la carrera ganaba en solemnidad, ha devuelto al escalador de Murgia al edredón de las buenas sensaciones. Le acarician otra vez. Se aferra Landa a ellas para arrancarse las dudas que germinaron en él el pasado curso.
LAS DUDAS
“Tenía dudas y no me veía capaz de estar en el podio antes de empezar la carrera. Al final fui sólido y entré en el podio. Ese resultado me ha dado confianza de nuevo. Era algo que necesitaba”, expuso Landa en el podcast Biciescapa. El de Murgia sabe que el motor de las piernas, su corazón, está en la cabeza. Es el CPU. “Si las piernas van, van; pero si la cabeza no va, todo se complica un poco”, razonó el alavés, consciente de que sentirse capaz es tanto como serlo.
En la alta competición, en ocasiones, el factor diferencial reside en el aspecto mental. En el Monte Carpegna Landa soltó lastre para echar a volar su cometa. “Resultados como este me ayudan mucho. De este modo puedo pasar página de la pasada temporada y pensar sobre el futuro”. A Landa le pesaba demasiado el 2021, donde se sedimentaron las dudas y la incertidumbre.
VOLVER A DISFRUTAR
El estupendo repunte en la Tirreno-Adriático le ha aliviado. Landa es otro pero el mismo. El de antes. Los dos mares le han revitalizado, de regreso a su mejor pose, la atacante. “Estoy mejor que nunca. Esta semana ha sido grande para mí”. En la carrera italiana, el alavés ha recuperado la esencia de su ciclismo, ese que le vincula al cordón umbilical de la infancia, cuando andar en bici solo es un juego de niños. Una carrera de puro placer. Landa, atravesado por la caída del Giro y sus consecuencias, que le desenfocaron, palpita nuevamente goce.
“He disfrutado del ciclismo como no lo había hecho en mucho tiempo”, confesó el escalador, que subrayó: “El año pasado fue my duro para mí. Esta semana (la de la Tirreno) me he sentido muy bien y he recargado mis pilas por completo”. Rehabilitado en lo anímico y con el estado de forma optimizado, -solo así se puede entender su rendimiento- Landa afronta con ilusión el calendario que le llevará al Giro de Italia, su primer gran objetivo de la campaña.
“En las dos últimas grandes que he corrido no fui capaz de terminar, (el Giro, por caída, y la Vuelta, por abandono) pero ahora me veo de nuevo con opciones de estar peleando por el podio”. El de la Tirreno-Adriático, la carrera de los dos mares, le ha sentado de maravilla. Landa se baña de confianza.