a última jugada que se marca es un saque de esquina. El arquero del Querétaro corre hacia el centro del campo y hace una señal para detener el partido. En ese momento me doy cuenta de que hay una persona corriendo en el centro del terreno de juego y es justo cuando se desencadena todo. Es justo cuando se pierde el control de la tribuna y de la cancha”, explica Gabriel Alfonso Corral. Este hincha de los Gallos Blancos de Querétaro, con carné del club desde hace dos décadas, ocupaba el pasado sábado su sitio en el estadio La Corregidora para disfrutar del encuentro de su equipo. Sin embargo, sin saber muy bien cómo, Corral acabó siendo testigo de la mayor pelea de la historia del fútbol mexicano. Lo ocurrido en el Querétaro-Atlas fue una batalla campal, un linchamiento multitudinario tan brutal y violento que no solo conmocionó al país azteca -ya es un asunto de Estado-, sino también a medio mundo. De hecho, aunque las autoridades mexicanas insisten en que la conflagración entre las dos hinchadas dejó 26 hospitalizados y ningún fallecido; los medios locales y las redes sociales hablan de hasta 17 muertos. Y subiendo.

Corral estuvo allí. En medio de la masacre. Sin embargo, todo le es confuso. Lo recuerda en nebulosa. Solo tiene nitidez de lo ocurrido antes del minuto 60, cuando el Atlas ganaba 0-1 gracias a un tanto de Furch. Después, la locura y la tragedia. “No sé exactamente cómo se desencadenó. Los testigos no vimos algo que pudiera ser un detonador. Solo sé que en el 15 de la segunda parte veo brotes de riña fuertes en la zona de la grada que ocupa la afición visitante y, cuando me volteo, veo que también hay movimiento en la zona donde se localizan los ultras del Querétaro”. Los vídeos y las imágenes tomadas ayudan a dar un poco de forma al relato. La trifulca en las gradas derivó en una sangrienta pelea que se trasladó al verde, donde miles de aficionados trataban de resguardarse de los violentos mientras el dispositivo de seguridad, superado ampliamente en cantidad, fue incapaz de contener la batalla. “Me percato de la magnitud de lo que sucede cuando veo a una gran cantidad de gente venir hacia la zona donde me encuentro. Es en ese momento cuando reacciono y comencé a preocuparme por salir del estadio porque pensé que se saturarían las salidas y no se podría desalojar”, prosigue Corral.

Este socio del Querétaro lamenta que el fútbol mexicano se haga viral por lo ocurrido ante el Atlas y defiende que “es algo que nunca había pasado”: “La Corregidora suele ser una cancha tranquila, una cancha que respeta mucho al equipo visitante y que si bien tiene sus rivalidades, nunca había pasado lo que vivimos el sábado pasado”. A pesar de todo, Corral reconoce que seguirá yendo a ver su equipo siempre que le sea posible: “Esto no me quita el ímpetu ni el ánimo de ser parte del equipo de mi ciudad. Es el equipo que me representa, con el que he tenido alegrías y he sufrido descensos. Con el que he viajado a ciudades y he disputado finales”. Por eso, aunque la Federación Mexicana decidió ayer que el Querétaro jugará un año a puerta cerrada, Corral ya avisa de que “en cuanto podamos volver a la cancha, seré el primero en estar presente”. Es más, tampoco descarta regresar con su hijo: “No se nos puede alejar de la tribuna porque la afición se construye yendo a la cancha y generando identidad”.

“Me percato de la magnitud de lo que sucede al ver a una gran cantidad de gente venir hacia donde estoy”

Socio del Querétaro