- Rafa Nadal lo ha vuelto a hacer y ha encontrado una oportunidad tardía, seguramente inesperada, de ser el primer tenista que gana 21 Grand Slams en su vigésimo novena final (mañana, 9.30 horas, Eurosport). Además, puede empatar a Novak Djokovic como el único tenista en la Era Open que se lleva todos los grandes al menos dos veces. Será su sexta final en el Abierto de Australia, donde ganó su único título hace ya trece años. Y será la primera desde Roland Garros en 2020, donde logró su vigésimo grande, esa cifra que se ha convertido en la antesala de entrar aún más en la leyenda.
La pudo superar Novak Djokovic el año pasado en el US Open, pero se encontró con un excelso Daniil Medvedev, el jugador que se ha convertido en el más reputado sucesor del Big Three de los 60 Grand Slams y que quiere seguir engordando su palmarés a costa de Nadal y de quien le pongan por delante. Ambos se midieron en 2019 en una memorable final del US Open que el balear ganó con muchísimo sufrimiento tras anotarse los dos primeros sets.
Las circunstancias han cambiado porque Medvedev es ahora el favorito y en unas semanas será el número 1 del mundo. El ruso se ha convertido en una pared, capaz de devolver golpes de cualquier factura, muy efectivo con el saque y con una madurez mental extraordinaria, pese a que de vez en cuando deja episodios sancionables como el que protagonizó con el juez de silla tras ceder el segundo set en la semifinal ante Stefanos Tsitsipas. Medvedev llamó de todo al árbitro, pero logró recomponerse y enfiló hacia la victoria con total autoridad: 7-6, 4-6, 6-4 y 6-1. El saludo entre ambos en la red confirmó que no se llevan nada bien. “Es complicado enfrentarme de nuevo en una final a uno de los más grandes de la historia, pero a la vez divertido. Recuerdo cuando tenía ocho o diez años y golpeaba a la pelota contra la pared y me imaginaba que estaban Nadal, Federer o Djokovic al otro lado de la pista. Ahora tengo la oportunidad de poder hacer historia por segunda vez”, comentó tras alcanzar su cuarta final de Grand Slam con 25 años.
Antes, Nadal había sometido a Matteo Berrettini (6-3, 6-2, 3-6 y 6-3) con una gran lección táctica en un partido que se jugó a cubierto. De nuevo apoyado en un servicio muy eficaz, el de Manacor llevó la iniciativa en dos primeros sets impecables. El italiano, por su parte, estaba apagado, exigido en su zona de revés por las bolas altas de Nadal. Su arma más poderosa es el saque y a él se aferró para amagar con la remontada. Lo mantuvo sin apuros para llevarse el segundo y llegar al 4-3 en el cuarto. En ese momento, abrió un resquicio a Nadal y este lo aprovechó para lograr la rotura y ganarse la posibilidad de cerrar con su saque.
Entonces, el balear no dudó y se agarró a lo que llamó “un medio milagro”, al hecho de conquistar otra final de Grand Slam unos meses después de haber valorado seriamente la retirada. De momento, nada de eso, sino que Rafa Nadal pone 17 años de diferencia entre la primera y la última, se convierte en el cuarto jugador más veterano en disputar el título en el Abierto de Australia y juega su novena final después de cumplir los 30 años, una menos que Djokovic, esa sombra que siempre perseguirá al ganador de mañana. A Nadal se le supone por encima de esas disquisiciones tras un torneo en el que ha dado un nivel imprevisto hasta para él mismo.
Disfrutar del tenis. Rafa Nadal no quiere pensar en la posibilidad de ganar su vigésimo primer Grand Slam. “Ahora mismo me hace más feliz disfrutar del tenis que poder llegar a esa cifra”, aseguró tras vencer a Berrettini. Con la acumulación de partidos este año, “siento que han vuelto esos automatismos que me permiten interpretar qué debo hacer en determinados momentos”. “Hace unos meses no podía ni imaginar tener esta oportunidad y ahora me hace ilusión ganar, claro, pero entre 20 y 21 tampoco hay mucha diferencia”, añadió el balear, que apuntó que la clave de este momento que vive es “haber trabajado muy duro, haber tenido una actitud constructiva y un espíritu positivo”.