Ordino Arcalís. 1997. Tour de Francia. 7 horas, 46 minutos y 7 segundos después, el apoteosis de Jan Ullrich (2 de diciembre de 1973, Rostock). El campeón alemán es joven, potente, una bestia parda. Salvaje, determina que él es el rey de Francia después de la anomalía de Bjarne Riis, que luce el número uno que logró un año antes -Ullrich, que trabajó para él, fue segundo- tras la abdicación de Miguel Indurain, el emperador durante un lustro. El danés no es el mejor. Se lo recuerda la exhibición de Ullrich, que destroza a Marco Pantani y Richard Virenque, dos escaladores de época. Ullrich es una apisonadora que aplasta la montaña sin levantarse del sillín. Aquel día se estima que el prodigio alemán, un elegido de la naturaleza, fue capaz de mover alrededor de 500 vatios en una etapa por encima de los 250 kilómetros de recorrido entre Luchon y la cima andorrana. Eran otros tiempos.
Los de la EPO como hilo conductor de las venas de muchos ciclistas. La belle epoque del dopaje masivo. Antoine Vayer, preparar físico del equipo Festina, sí aquel equipo celebérrimo por el dopaje que fue el epítome del Tour de 1998, comparó la portentosa subida de Ullrich con correr los 100 metros lisos en 9 segundos. El récord del mundo es de Usain Bolt. 9.58 segundos. Aún no ha nacido el atleta capaz de marcar 9 segundos en los 100 metros. Ullrich era una marcianada. Un portento físico pero con mentalidad frágil. Criado en Alemania del Este, hijo de la escuela soviética que tanto amaba la disciplina y la ausencia de emociones, el talento de Rostock se coronó en los Campos Elíseos con más de 9 minutos de ventaja sobre Virenque y 14 sobre Pantani. Bernard Hinault, refractario a los halagos, ceñudo el bretón, vaticinó que Ullrich, campeón a los 23 años, podría ganar diez ediciones del Tour. Ullrich, un ciclista descomunal, nunca recuperó aquella gloria. Se perdió por el camino. El alemán, convertido en una estrella, se estrelló. No fue capaz de reponerse a su propias expectativas.
Incapaz de digerir su estatus, fue perdiendo el brillo de su fulgurante arrancada. No volvió a ganar el Tour y su competitividad fue decreciendo aunque su talento le mantuvo a flote a pesar de sus usos y costumbres. No se cuidaba como exigía el profesionalismo y ese comportamiento fue laminándole por dentro. Con todo, fue segundo en el Tour de 1998 tras Pantani, venció la Vuelta de 1999 y fue el mayor rival de Lance Armstrong, el implacable. El norteamericano enlazó siete Tours de manera consecutiva, de 1999 a 2005. Ullrich le secundó en el 2000, 2001 y 2003. Fue cuarto en 2004. En 2005, tras varios percances, logró acceder al podio. Años más tarde, cuando se supo de la trampa sistemática del texano, Armstrong se convirtió en el anticristo y borraron su huella del Tour. Aunque grandes rivales, ambos trabaron cierta camaradería. No era un detalle menor.
OPERACIÓN PUERTO
A Ullrich se le vino el mundo encima cuando se supo su vinculación con Eufemiano Fuentes días antes del comienzo del Tour de 2006. Ullrich actuó bajo el procedimiento y manual de la época. Negó los rumores. Sin embargo, el 30 de junio de 2006, un día antes del inicio de la carrera francesa, fue suspendida su participación. El hijo de Rudicio, su nombre en clave, tenía un lugar prominente en el arcón frigorífico más famoso del ciclismo. El arca del dopaje. La operación Puerto le dejó marcado. El alemán se retiró a los 33 años, en 2007, después de que el ADN le relacionara sin genero de dudas con las bolsas de sangre que reposaban en el frigorífico. Ullrich, uno de los deportistas más venerados en Alemania y el primer y único germano en ganar el Tour, se retiró en 2007. Alemania se alejó del Tour. Dejó de retransmitir la carrera por la proliferación de escándalos de dopaje.
Descolgado del ciclismo, los problemas personales fueron invadiendo a Ullrich, al que apolillaron el alcohol y las drogas. Los episodios oscuros se amontonaron en su biografría, atrapado el alemán en la espiral de sustancias estupefacientes. Padre de tres hijos, se separó de su segunda mujer sumido en una depresión. Protagonizó capítulos sórdidos. Fue detenido por allanamiento de morada de la casa del actor Tim Schweiger en Mallorca. Más tarde, traspasó otra línea roja. La policía detuvo a Ullrich por violencia machista. Golpeó y trató de asfixiar a una escort de lujo. Solo el ingreso en una clínica de desintoxicación le rescató del infierno. También recibió ayuda psiquiátrica.
Entonces emergió la mano amiga de Armstrong. Aún se recuerda aquel saludo entre ambos en el Tour, cuando Ullrich asumió la supremacía del texano. El norteamericano no se olvidó de Ullrich. "Ya conoces mi historia, hace tres años estaba muy mal. Vinisteis a verme y yo estaba en el mismo camino que Marco Pantani, casi muerto. Y luego me recuperé y tengo buenos amigos, incluyéndote a ti, que me devolvieron la vida. Ahora estoy muy feliz. Dejé el alcohol y de consumir drogas hace tres años. Ahora vivo de una forma muy saludable, mi novia cocina muy saludable para mí. Esto me puso en buena forma y me hizo sentirme bien", relató semanas atrás. Este domingo, lejos de su sombrío pasado, volvió a rodar feliz. Al sol, compartió pelotón con Beloki, Contador o Freire en la Mallorca 312 con una sonrisa. Ullrich, avería y redención.