rudito lo tiene la pareja me parece a mí. Lo más difícil del mundo. Aún más que hacerlo en uno de aquellos chiquitajos que Barreiros y Chrysler pusieron de moda mediados los 60. Los Inhumanos tuvieron la ocurrencia de hacer la gracia con el asunto. La relación, no sólo física -que también, faltaría más- está resultando complicada. Multipliquen la base por cualquier cifra y súmenle los IVAs que quieran. Jóvenes, deportistas, muy activos y separados por un océano de 10.000 kilómetros. Es inhumano, pero bonito pero gratificante. Para trabajarlo a destajo y ponerle esmero paciencia y mucho amor, ¿no?

Nagore y Santiago se conocieron en 2018, durante la celebración del último mundial de pelota celebrado en Barcelona. Algunas miradas debieron cruzarse entre ellos -de él hacia ella seguro- porque, el último día, con el oro todavía colgando del cuello, Santi y su hermano Facundo reinaron en el trinquete de Vall d`Hebron, Santi se acercó a Nagore decidido a hablarle por fin, "e invitarla a unos tragos". "Ya vino el argentino", se dijo para sí ella, advertida de "lo rápido que van esos". Por lo visto ambos andaban con prisa. Tras los tragos unos bailes, y luego, los puntos suspensivos y el off de record. Así comenzó la cosa, que sigue, por cierto.

El Campeonato del Mundo de Pelota Vasca, los sextos que se celebraban en España, les unió. Y el siguiente, el de Biarritz, la XIX edición toca disputarlos en Francia, será el que los separe, físicamente al menos, pues uno y otro deberán ganarse el puesto compitiendo en sus respectivos países. Es duro mantener una relación a distancia. "Es lo que tiene vivir separados, tan lejos uno del otro", coinciden ambos, "con un mar de por medio, distinto horario y una criatura compartida", pero no queda otra. Apolo es un pastor alemán con acento argentino que debió venirse para Vitoria sí o sí; "es nuestro perrijo", dice ella, enamorada del chucho, "lo trata como a un bebé", dice él. La distancia quedará salvada por vídeo conferencia "y sin roce". En fin, así tendrá que ser de nuevo en unas pocas semanas, en cuanto Santi se vuelva a casa para preparar la cita mundialista.

Santiago Andreasen, natural de Vicente López, Buenos Aires, Argentina -10 de noviembre de 1990- es un pelotari de élite. Un campeón con el "paletón", que llaman ellos, la paleta argentina. El número uno en el Campeonato Metropolitano -la Liga de la capital federal- junto a su hermano Facundo, "el Messi de la paleta", puntualiza Santi, frente los mejores especialistas del país. Dos veces campeón de la provincia de Buenos Aires, con de la Vega y el Facundo. Dos veces campeón Nacional de trinquete y otras dos en frontón. Campeón sudamericano en Cochabamba, Bolivia, y Panamericano formando dúo con el hermano mayor, Sebastián. Campeón del mundo en 2014 y 2018 por detrás de Facundo. Y, más reciente, campeón de España en 2021 acompañando a Gorka Bombin, del club Errekaleor. En los torneos con el título alavés en juego, logró txapela en los que participó: cuero, paleta argentina y frontenis. De esta forma tan sencilla se resume todo. Un atropello, un torbellino. Y sin embargo habrá de ganarse de nuevo el ser y el poder estar representando a su país en la próxima cita internacional.

Como a Nagore Martín la conocemos de sobra, a ella y acerca de sus gestas deportivas: la triple corona ganada en apenas unos meses, Nacional, Europeo y Mundial de paleta en frontón corto, los títulos nacionales en trinquete junto a su gran amiga y compañera de club Ane Ibáñez, los entorchados en campeonatos de Euskadi, en el GRABNI, en la Liga Vasca, triunfos con la maciza y la hueca, en pared izquierda y trinquete, las probaturas con el cuero y los años de gloria que le regalo el balonmano, conviene insistir con Santi, mentor, principal apoyo y maestro en el que Nagore se ha apoyado para evolucionar, marcarse unas metas y alcanzarlas. "Cuando me empeño en algo no paro hasta conseguirlo", dice, "si tengo que trabajar más, entrenar mejor y aprender mucho, se hace". Y así le ha ido. Santiago ha vivido en el trinquete desde los cinco años. El padre, Germán, todavía en activo a los 57 años, y los dos abuelos, grandes aficionados a la pelota, hicieron germinar en toda la familia "un profundo amor a este deporte". A finales de año, quizá en enero del año que viene "vuelvo a casa", dice. Necesita jugar, entrenar para hacerse con un sitio en la selección "donde existe mucha competencia. Ella lo tiene más fácil para jugar con España".

Nagore y Santi, después de conocerse en Barcelona mantuvieron la llama de su relación yendo y viniendo durante un año. Nuestra chica pasó allí ocho largos meses, "cuatro geniales y la otra mitad en pandemia, horrible" y aprendió lo indecible dentro del trinquete, de ahí que quizá se escape en 2022, antes del mundial, "y prepararme a conciencia con los mejores". Cuando se despidieron "no tardé más de dos semanas en venirme a Vitoria" cuenta Santi, cuando "quedamos en vernos en un año". En Vitoria ha estado bien. Tranquilo, sin agobios, "muy bien con la gente y mejor con la madre de Nagore, que me ha tratado como a un hijo". Siguió con la paleta pero se enganchó al pádel para evolucionar y llegar donde los mejores. El primer partido lo jugó junto a Jordi Monreal que, con Fernández-Miranda y su compatriota Pablo Semprún, le hicieron un hueco para trabajar en Pádel Gorbeia. "Me salvó Jordi", confiesa, "porque 15 días después de llegar ya estaba trabajando". El que viene será un año difícil para los dos. De nuevo separados, aparecerán las dificultades que lleva la distancia de manera intrínseca. De nuevo el teléfono, la videoconferencia, el wasap y la vigilancia y el control horario del respectivo. La pelota vasca y el frontón se lo han puesto más fácil. La pasión que sienten por nuestro deporte "nos ha unido mucho más. Esa ha sido la clave para sacar adelante nuestra vida de pareja", coinciden. Uno y otro pelearán en los campeonatos nacionales y, luego, quizá en verano, "igual me vuelvo para allá de nuevo, seguro que me viene muy bien", reconoce Nagore.

Les vendrá bien a ambos, seguro, aunque la cosa se les complique otra vez. Una vida así, en común, tan revuelta, algo complicada, suele verse reforzada. Además, uno puede con todo, con las apreturas del Simca 1.000, con las miles de millas que puedan separarles, con el sacrificio y los entrenamientos y con la esperanza del reencuentro y el volverse a ver en el verano de aquí y a Santi se le presente al tiempo el larguísimo invierno americano. ¡Qué bonito!