Apenas hace un año, Fabio Jakobsen se encontraba en una cama de hospital tratando de recuperarse de la dramática caída del Tour de Polonia. La maniobra suicida de Groenewegen le lanzó contra las vallas. El impacto, tremendo, desfiguró al velocista. Varias intervenciones quirúrgicas y un calendario después, Jakobsen festejó con serpentinas y confeti su 25 cumpleaños en la Vuelta. El neerlandés, el hombre de verde, ser regaló su tercera etapa. Lo hizo a toda velocidad después de aguantar el ataque en tromba del UAE de Trentin, que trató de eliminarle de la ecuación en Santa Cruz de Bezana. Resistió Jakobsen, protegido por la manada de lobos del Deceuninck. Entonces lanzó su tercera dentellada de la Vuelta. Agarró la presa y no la soltó. Cazador. Un depredador magnífico. Certero. Ni la emoción de un día tan especial le desvió de su objetivo. En la playa, Jakobsen pintó de verde el mar. Su color. Esperanza.
La Vuelta de la sequía encontró una acequia para refrescarse en Cantabria. El paraíso verde después de tantos días bajo un sol de aluminio. El descubrimiento de temperaturas amables, del verdor de las colinas, los valles y la laderas, endulzó el paladar de Mikel Bizkarra, que se reconoció ante el espejo después de jornadas de espejismo, de sufrir el fuego interior que le fulminaba el organismo. Refrigerado, Bizkarra lució una sonrisa y el naranja del Euskaltel-Euskadi, perenne el pantone en la cartografía de la carrera. En la carretera las vidas se cruzan. Mientras Bizkarra era ánimo e ilusión colgado de la fuga, Enric Mas se asustó en una caída en la que también penó Guillaume Martin. Era el amanecer de la jornada pero pudo ser el ocaso para ellos. Mas se alió con la fortuna y no contó dolencias. Rasgó el maillot en la caída. El colmillo del asfalto siempre recuerda la fragilidad de los ciclistas, lo efímero que es todo. Oliveira se dañó el tobillo pero siguió adelante. Joan Bou, con el costado izquierdo astillado, continuó en pie. Ciccone, Molard y Vanmarcke se despidieron de la Vuelta después del incidente.
En la sinuosa e infinita Cantabria, Bizkarra, Dewulf (AG2R), Claeys (Qhubeka), Simmons (Trek) y Bol (Burgos-BH) trazaron con emoción y celeridad. Se les unió Vanhoucke después de despedir el Alto de Hijas cruzado el meridiano de un territorio, que atacaba la exuberancia de las piernas, alimentadas con el descanso. En el UAE, conocedores de cómo respiraba el terreno, prepararon una emboscada para Jakobsen. Pretendían un pésimo día de cumpleaños para él. Siguiendo el patrón del Bora, que descabalgaba a sus rivales esprintando desde kilómetros de distancia para lanzar a Sagan porque el eslovaco perdió la fogosidad que tuvo en las llegada, desde el UAE señalaron a Jakobsen para que Trentin encontrara un hueco para alzar los brazos. Una apuesta de largo aliento. Sin eco.
El italiano no es capaz de dar con la tecla exacta en el esprint, así que su equipo mordía a la manada de lobos del Deceuninck. Jakobsen goteaba sufrimiento. Un puñado de segundos de herida. Los lobos del Lefevere, tipos duros, excelentes rodadores, siempre sincronizados, un Bolshoi salvaje, cerraron la herida. Clamaron venganza. Los lobos son excelentes cazadores. Infatigables, despiadados. La guerra de los velocistas lijó la ventaja de la fuga, que nunca dispuso de demasiada libertad porque desde Laredo, punto de ignición, se pensaba en el esprint. En esa sacudida, los favoritos, con la mente en las cimas de Lagos y Gamoniteiru (este miércoles y mañana), se alistaron al motín del UAE. No existe la concordia y la armonía, menos aún después de dejar las piernas en el barbecho del día de descanso. “Definitivamente está lejos de ser una etapa fácil, así que habrá que estar concentrados y dar lo máximo”, describió Roglic.
El ajetreo perduró para configurar el mecano del esprint entre repechos que obligaban a bambolear los hombros y danzar sobre la bici. El viento, que llegaba desde la mar, viró. Golpeó los rostros. Roglic enfiló a los suyos. Movistar hizo palanca para Enric Mas y Miguel Ángel López. El Ineos asomó con Adam Yates y Bernal en una carretera de curvas exuberantes que azotaba el viento. La fuga arrió la bandera. El olor del salitre anunciaba la llegada a la playa. Peligroso desembarco en Santa Cruz de Bezana. Jakobsen, al que trataron de chafarle el cumpleaños, sopló las velas de la celebración tras apagar de un soplido a Meeus y Trentin, a los que superó con energía. El neerlandés supo cómo celebrar el cumpleaños. Se dio un homenaje. Fiesta para Jakobsen, que se regaló su tercera etapa en la Vuelta.