n minuto antes de las 18.00 horas, a las 17:59, Luis Ángel Maté daba cuerda al reloj del Euskatel-Euskadi en la Vuelta después de ocho años de ausencia. La contrarreloj de Burgos devolvía al equipo naranja al escaparate de la carrera, un anhelo para los rectores de una formación que tuvo que transitar varios años por el desierto. El rescate de Mikel Landa de la Fundación en 2017 posibilitó que el germen, apoyado por Orbea, Etxeondo y después Euskaltel y DBA Bilbao Port, continuara vivo, si bien, apenas disponía de un hilo de vida. Con el tiempo y con enorme trabajo, la opción del actual Euskaltel-Euskadi fue tomando cuerpo. En cuatro años, aquella idea de Landa desemboca en la Vuelta. “Creo que ha sido un buen día dentro de nuestras posibilidades. La prioridad era librar las caídas que nos pudieran lastrar porque el recorrido tenía algo de peligro. El equipo ha dado un buen nivel, sabiendo que aquí está lo mejor del pelotón mundial; es una Vuelta a España. Por lo que, sinceramente, es difícil hacerlo mejor. Por eso es para estar contentos y se trata de seguir esta línea que pienso es la correcta”, analizó a la conclusión del día Jorge Azanza, director de la formación vasca en el reestreno en la Vuelta.
Más allá del ámbito deportivo, el reencuentro con la Vuelta supone restablecer un vínculo emocional. “Igual suena muy pretencioso, pero para mí que Euskaltel-Euskadi esté en la Vuelta representa la presencia de un pueblo en una competición. Evidentemente desde un nivel más bajo y más humilde del que fue, pero se trata del retorno de un pueblo a una gran competición. Así lo siento, al menos”, explicó en una reciente entrevista a DNA Jesús Ezkurdia, mánager del equipo. La alegría y la emoción deletrean el discurso de Ezkurdia. “Tenemos orgullo de pertenencia. Para nosotros la Vuelta lo es todo porque es el vehículo para devolver el cariño a nuestros aficionados”. En Burgos, el equipo naranja inició el camino que hasta hace no tanto solo era una ensonación.