- Una avalancha desatada en el mundo del fútbol, y también en otros frentes muy diversos de la sociedad, censuró ayer la creación de esta competición por considerar que se trata de “un modelo que amenaza los principios y valores del fútbol”. La conmoción generada, sobre todo en Inglaterra, de donde son la mitad de los 12 insurrectos, se reflejó anoche en el partido de la Premier que disputaron en Leeds ante el Liverpool, uno de los equipos de la Superliga. Los jugadores que entrena Marcelo Bielsa calentaron instantes antes del partido con unas camisetas donde se podía leer: “el fútbol es para los aficionados”, lo cual provocó la reacción de Jürgen Klopp, que mostró su enfado afirmando que no hace falta que les recuerden nada.

Preguntado al respecto Bielsa, el técnico ofreció una respuesta tan lúcida como contundente. “Hay dos lecturas sobre esto. Los más poderosos lo son por lo que producen y por lo que convocan. Pero el resto son indispensables y lo que le da salud a la competición es el desarrollo de los débiles, no el exceso de crecimiento de los fuertes. La lógica que impera en el mundo, y el fútbol no está fuera de ello, es que los ricos sean más ricos a costa de que los débiles sean más pobres”. El entrenador apostilló: “Si eso es lo que guía el mundo actual, ¿por qué hay tanto asombro?”.

El caso es que desde la Unión Europea, con la cautela habitual, hasta los presidentes de los estados implicados se han pronunciado. La UE cargó contra la Superliga por una cuestión de “valores”, aunque evitó pronunciarse sobre posibles problemas en materia de competencia. Por contra el primer ministro británico, Boris Johnson, se pronunció con claridad y se comprometió a “hacer todo lo que pueda” para evitar que el proyecto de la Superliga europea salga adelante “como está planeado”.

Al respecto, el Gobierno británico ha puesto en marcha una revisión de la propiedad de los clubes ingleses para acercarlo al modelo alemán, donde el 51 % del equipo debe pertenecer a los socios. El primer ministro italiano, Mario Draghi, también se mostró en contra y destacó la necesidad de “preservar las competiciones nacionales, los valores de la meritocracia y la función social del deporte”.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, anunció su rechazo a la Superliga Europea incluso antes de que estuviera oficialmente lanzada, una razón más para que el PSG se quedara al margen del grupo.

En el Estado español, el ministro de Cultura y Deporte, José Manuel Rodríguez Uribes, optó por la diplomacia y abogó por “un acuerdo”, porque los “planteamientos que suponen un choque de trenes no son buenos” para nadie; mientras LaLiga o la RFEF mostraban su repudio.

Hasta llegar a los 15 socios de este club de ricos faltan tres, pero se da por hecho que serían el Bayern de Múnich, Borussia Dortmund y PSG. Las dos entidades alemanas de momento se desmarcan. “El FC Bayern no ha participado en la planificación de una Superliga y estamos convencidos de que el actual modelo del fútbol garantiza una base seria”, afirmó ayer el presidente del Consejo Directivo del club bávaro, Karlheinz Rummenigge.