n familia, en cuadrilla o en busca de nueva compañía, los seguidores del Athletic se echaron a las calles de toda Bizkaia para disfrutar de las horas previas de la final ante la Real Sociedad. Algunos se relajaron más de lo necesario e incumplieron las medidas de seguridad, protagonizando aglomeraciones. Porque no hay que olvidar que estamos en plena pandemia, con los contagios al alza de nuevo. No hubo terraza libre, ni bar vacío hasta las 20.00 horas, momento en el que la marea rojiblanca tomó el camino de casa para ver el derbi por la televisión. Bilbao fue el epicentro de la gran fiesta previa. Zazpikaleak, Ledesma o Licenciado Poza, donde la Brigada Móvil de la Ertzaintza tuvo que cortar la calle y cargar para disolver a la multitud, que quemó y volcó algunos contenedores, además de lanzar todo tipo de objetos. Unos aficionados, de corta edad, por cierto, que no representan a nadie. El lehendakari, Iñigo Urkullu, y el alcalde de Bilbao, Juan Mari Aburto, condenaron los incidentes. Una joven fue trasladada al hospital tras recibir un botellazo.

Un borrón en una jornada festiva, donde los athleticzales que disfrutaron de los prolegómenos de la gran cita. Se juntaron socios que recordaron con añoranza la celebración del 84, seguidores que nunca han visto a los leones levantar una Copa y aficionados esporádicos que se apuntan a todas. Txapelas, bufandas, camisetas y banderas. Bilbao y Bizkaia entera fue rojiblanca. Y ni la amenaza de un cielo gris ahogó las gargantas que calentaron para celebrar los goles. “Hay que aprovechar y disfrutar de este día en la calle, con los colegas; porque luego el partido se verá en casita, sofá y manta con la familia”, apuntaba Iker, un aficionado aferrado a una Copa de aluminio. Una convincente réplica que levantó aplausos allá por donde la paseó. En Bilbao la fiesta comenzó desde primera hora y fue tan buena, hubo tantas ganas de ella, que hasta se ha coló algún aficionado txuri-urdin. Y es que, ni cortos ni perezosos, los hinchas de la Real Sociedad afincados en la capital vizcaina tampoco dudaron en lucir sus colores. Aunque fueran una gran minoría. Aunque arrastraran bromas a su paso. Al fin y al cabo, pasear por Gran Vía con la camiseta de Oyarzabal fue toda una bilbainada.