evilla amanece ajena a lo que se vivirá mañana en el estadio de La Cartuja, a esa histórica cita que medirá al Athletic y a la Real Sociedad con el título de Copa en juego. ¿La primera vez que ambos equipos se ven las caras? ¿La segunda? Los donostiarras abogan por lo último, defienden que fueron subcampeones en 1910, aunque con el nombre de Vasconia. Sea como fuere, entonces el fútbol no era aún un deporte de masas como sí lo es ahora. Una masa de gente que se ha tenido que quedar en su casa, para lamento de los aficionados de ambos equipos, pero también para el sector servicios de Sevilla, que lamenta las pérdidas, o mejor dicho, falta de ingresos en sus negocios, que dejará una final de Copa sin público.

Lo que en condiciones normales hubiera sido un jueves santo de procesiones, de fervor, de pasión y muchos sentimientos, se asemeja más a cualquier otro festivo del año. El coronavirus no entiende de religiones, aunque hay colas a las puertas de muchas iglesias y se respira un aire de elegancia propio de estas fechas. Los pasos y las procesiones, eso sí, deberán esperar al menos hasta 2022. Lo que no podía retrasarse tanto tiempo era la final entre bilbainos y donostiarras. El partido ya fue aplazado ‘sine die’ un año atrás y, aunque el objetivo de ambos clubes y de la propia Real Federación Española de Fútbol (RFEF) era que en La Cartuja pudiera haber gente, finalmente no será así. No al menos mañana; en la del día 17, en la que el Athletic se verá las caras con el Barcelona, quizá pueda haberlo.

La evolución de esta cuarta ola no invita demasiado al optimismo y desde la Junta de Andalucía ya tasan la merma de ingresos por acoger las finales de Copa de 2020 y 2021 en un 75%. El Gobierno andaluz cuantificó el impacto económico en 86 millones de euros, que finalmente y según los datos facilitados por la administración, se quedarán solo en 20. O lo que es lo mismo, la capital andaluza dejará de ingresar 66 millones por la falta de público. Las cifras tienen su base en lo ocurrido en 2019, cuando el estadio del Betis, el Benito Villamarín, acogió la final, la última de Copa que se ha disputado hasta la fecha, entre el Barcelona y el Valencia. La cita celebrada en el feudo bético, que tiene una capacidad similar a La Cartuja, unos 60.000 espectadores, dejó un impacto total sobre la economía de 43 millones, según datos de la Junta de Andalucía.

Que el partido que medirá mañana a Athletic y Real no llegará, ni por mucho, a esos registros, es un hecho fácilmente constatable en bares, restaurantes y hoteles; pero también en otros sectores, ya de por sí muy castigados por la pandemia, como por ejemplo el del taxi. Todos ellos lamentan no poder recibir en su ciudad a los miles y miles de aficionados rojiblancos y txuri-urdines que iban a llenar de colorido las siempre alegres calles sevillanas.

Javier Bailac, taxista local, explica perfectamente cómo les afectará que no pueda viajar público de Euskal Herria. “Se nota mucho. Cuando hay una final en Sevilla hay bastante trabajo con el taxi. Y al no haber tampoco Semana Santa al uso ni Feria de Abril ocurre lo mismo. Se ha juntado todo con el covid. Es una desgracia”, se queja. En lo que a los hosteleros respecta, Fernando de la Fuente, portugalujo que regenta el bar La Viña Jarrillera en la capital andaluza, se manifiesta en una línea muy similar: “Que no vengan 60.000 personas… imagínate. No hay ambiente futbolístico, tampoco de Semana Santa. Nos hemos quedado sin lo uno y sin lo otro. En lo económico lo vamos a notar muchísimo. La final hubiese sido un bum. Estamos a un 5-10% de lo que podría haber sido esto juntando la Semana Santa y la final”. Sin público ni ambiente de fútbol en Sevilla.