oncluir un Dakar es el sueño de todo apasionado del motor. Es la gran cima del deporte y la prueba más dura, que exige a los pilotos y a sus máquinas un desgaste tremendo. La búsqueda de la última meta es un reto para muchos, incluso una obsesión, y Ignacio Corcuera, más conocido como Livingstone, llevaba muchos años persiguiéndola. Sudamérica fue testigo de sus primeros intentos y en Arabia Saudí llegó la culminación del sueño, a la primera y, como no podía ser de otra manera en su caso, imponiendo un sello personal a la hazaña. Livingstone no solo hizo historia también le hizo un guiño. El piloto vizcaino, acompañado de Iker San Vicente, terminó en la categoría de clásicos con un Volskwagen Iltis, un todoterreno de más de cuarenta años. Fue el primero en vencer el Dakar en la categoría de coches y más de cuarenta años después, un coche de este modelo se convirtió en el vehículo con más antigüedad en terminar un Dakar y lo hizo con un vizcaino a su volante.

Acabar las doce etapas y cruzar la meta en Jeddah fue la conclusión de un trabajo realizado durante mucho más de dos semanas. Fue un esfuerzo que comenzó hace años y que a base de perseverar sin fin, pudo llegar a buen puerto. "Estas hazañas personales como terminar un Dakar, coronar el Everest o cruzar el océano atlántico a vela no es cosa de un momento de enajenación mental, si no la meta después de muchos años, de mucho esfuerzo, de mucho sacrificio y de intentarlo un año tras otro", explica Corcuera. Una gesta que necesita de entrenamientos previos, de la siempre complicada búsqueda de patrocinios que hagan posible simplemente estar en la línea de salida, de la pizca de suerte necesaria y de un sprint final agónico en los días de carrera. "Esto es como una guerra de doce batallas y tienes que cumplir todas porque si no te vas a casa. Hemos obrado doce milagros y con estos doce milagros que hemos realizado día a día, hemos conseguido terminar", afirma el piloto vizcaino.

En esta guerra Livingstone no estuvo solo. El vizcaino contó con Iker San Vicente, un copiloto que ejerció de aliado perfecto y que multiplicó sus tareas para aportar gran parte del trabajo necesario para llegar a la meta final. "Iker no solo hizo de navegante, también hizo de mecánico, de traductor, se encargó de las fotos y de los vídeos... La labor de copiloto siempre es importante y en este caso habría que multiplicar por cuatro la labor que hizo Iker", comenta Corcuera. Fue tal la capacidad multidisciplinar de San Vicente que incluso condujo durante algunos kilómetros el Volskwagen Iltis.

Juntos formaron un gran equipo y consiguieron sobreponerse de los numerosos problemas que fueron apareciendo durante el trayecto. Livingstone y San Vicente tuvieron que sustituir completamente la amortiguación, tuvieron problemas con el motor de arranque, afinar el tema del ralentí casi todos los días, buscar una nueva bomba de gasolina, las baterías se les estropearon... pero a pesar de todo terminaron. "Tenemos que partir de la base que estamos con una máquina que tiene cuarenta años y aunque le renovamos y le restauramos varias partes, los años son los años y hay que tener en cuenta el trato que se le da en una carrera de resistencia como es el Dakar", apunta Corcuera.

El éxito no solo fue terminar, también competir en una categoría que comenzó con una idea del propio Livingstone. La categoría de clásicos fue su iniciativa y caló con fuerza en el Dakar. Ahora, el propio Corcuera espera que la próxima edición sea un "éxito rotundo" y estar de nuevo compitiendo en ella.

"Tenemos que partir de que estamos con una máquina que tiene cuarenta años... en una carrera de resistencia como el Dakar"