- La pelota rebotando en el frontis. Ese es el único ruido que se oyó en el frontón Bizkaia de Bilbao durante la final del Cuatro y Medio. De vez en cuando, los gritos de un expresivo Jokin Altuna o las maldiciones de un enfadado Erik Jaka osaban romper el silencio; pero, por lo demás, el eco del cuero es lo único que se escuchó ayer en el palacio de la pelota.
Era una tarde de domingo desapacible, de viento y lluvia, perfecta para pasarla al ritmo que se marcaba en la jaula; pero de nuevo, como hace apenas un mes, el campeón se caló la txapela en un frontón callado y frío. No hubo bramidos de apoyo para nadie, ni aplausos a los mejores tantos. Solo ese irritable silencio del deporte en pandemia.
Tampoco es que diera mucho tiempo para echar de menos a la afición porque el partido fue rápido. Más de lo que a Jaka hubiera gustado. Pero la ausencia de 3.000 gargantas se notan en una final. Y mucho. Así que Altuna subió al podio contento, pero solo. Con Amezketa esperándole en Amezketa, tras la que se espera que sea la última final de pelota en pandemia.