stán de paso y solos, así sus respuestas frente la vida son las que son. Jóvenes en tránsito hacia lo desconocido. Un futuro que, en sus países de origen, les es incierto a lo mejor. A lo peor, inexistente. El Dorado está en Europa. Una valla y una estrecha manga de mar les separan del paraíso, aunque los obstáculos crecen, los muros son difíciles de franquear y las aguas y los desiertos ensanchan sus dominios para cobrarse, con vidas, tributo y peaje. Son los negocios de la migración ilegal: la miseria, zonas de conflicto, guerras étnicas, tribales y territoriales y el tráfico de personas. La larga travesía de todas esas personas suele acabar frente a una bala, en un agujero en el desierto, en cualquier calle de una gran ciudad y en el fondo del mar. Muerte y sufrimiento son el principal escenario de la aventura. Pero hay otros. El viaje, el éxodo, la peregrinación€ la huida de tantos miles de emigrantes con y sin patria, acosados, perseguidos por ejércitos y miseria, a veces, termina bien. Y entonces comienza una nueva vida. Algunos lo aprovechan. Los hay que se aprovechan. Familias que se reagrupan, adultos que buscarán la manera de preparar el camino de los que se han quedado, y jóvenes y niños con arrojo y muy poco que perder. El primer paso es el mismo para todos: "Los papeles", y el principal: "Sobrevivir". Trabajar.
Son personas que de un modo u otro se van a cruzar con nosotros. Personas menos afortunadas que quienes hemos tenido el privilegio de haber nacido donde lo hemos hecho. Y, como todas, las habrá que pretendan sacar tajada de su nuevo status y quienes, por el contrario, aprenderán a situarse al mismo nivel de compromiso y responsabilidad. Ni más ni menos.
España, Italia y Grecia, los países del sur, son la plataforma de desembarco en Europa. Por lo general, zona de tránsito. En la península ibérica cumplirán la primera etapa mientras echan la vista al otro lado de los Pirineos donde, en la mayoría de los casos, les espera un familiar, un conocido al que ligar su fortuna.
Los menores extranjeros no acompañados se lanzaron a la aventura convirtiéndose en objeto y objetivo de las mafias del tráfico de personas y en el blanco de los ataques racistas en los países de destino. "Huyen de una vida miserable y pretenden convertirse en ciudadanos activos", nos cuentan en el Centro Bideberria, donde la Asociación Urgatzi, a través del área del menor y familia del Instituto Foral de Bienestar Social, recibe y acoge a 14 chavales en tránsito del que "un día podrán alcanzar cierto grado de emancipación y autonomía, completar su proceso migratorio y encontrar un empleo".
En el proceso, los menores habrán aprendido a convivir y relacionarse, podrán disfrutar de la oportunidad de formarse, adquirir la documentación precisa para regularizar su estancia y ganar en responsabilidad. Cierto es que la labor "requiere de un compromiso que empieza con la acogida y el alojamiento del menor, que aprendan el idioma, hagan un buen uso de su tiempo y encuentren el fundamento inicial de la integración". El control y los cuidados con los menores "nos permite su visibilidad. Dejan de ser invisibles. Son alguien". Ni más ni menos.
Un par de años atrás, la Federación Alavesa de Pelota Vasca tuvo la ocasión de trabajar con los chavales recién llegados. "Conocen bien cómo funciona este sitio", nos dicen en Bideberria, "y saben que aquí van a estar bien". Éste, nos topamos con chavales más jóvenes, unos niños. 12 magrebíes y 2 paquistanís. Un par de ellos se comunican en un castellano bastante correcto pero el resto "lo están aprendiendo". El equipo educativo les ofrece una atención integral, cubrir sus necesidades, cursos formativos, colegios, acompañamiento y conocimiento de los recursos comunitarios de la ciudad. La respuesta no siempre es positiva y el control, "atendiendo a sus respuestas de conducta y convivencia" es exhaustivo.
Para su integración y convivencia "normalizadas" es fundamental que los chavales "conozcan nuestra cultura y sepan relacionarse con las personas de su entorno". Ahí entramos nosotros con la segunda experiencia de Pelota Inclusiva e Integradora para personas con diversas discapacidades e individuos que precisan de una especial atención. Van a estar entre nosotros, luego, "tratemos de que la relación sea visible, razonada y controlada, que elimine prejuicios, prevea los conflictos y promueva la integración" resuelven en el centro. Tal es el doble objetivo del Aniztasuna Euskal Pilotan ere, la Semana de la Pelota Inclusiva e Integradora -Pilota Integratzaile eta Barneratzaile Astea-, celebrada el mes pasado.
Usman, un chaval pakistaní de 17 años, tuvo que pagar a la mafia junto a otro centenar de personas, cruzar Irán, Turkia, Grecia y Macedonia, Croacia y Eslovenia, Italia y Francia para acabar en el centro Bideberria por recomendación de unos compatriotas. Achraf, de 16, salió de Rabat en agosto. Se unió con un grupo de chavales de su misma condición y nadaron hasta Melilla donde la policía les reubicó en un centro de menores. La masificación y el inmovilismo le empujaron a esconderse en los bajos de un camión que le llevó a Málaga tras dos días de espera. En la capital andaluza le aconsejaron subir al País Vasco.
Apoyados desde la DFA, el Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz y con el impulso siempre positivo de la Fundación Vital, la Federación Alavesa de Pelota Vasca acude al centro de acogida para hacerles compañía unas horas mientras entran en contacto con las costumbres, la cultura y el deporte de nuestro país. Repasan la evolución de nuestro deporte desde la antigüedad, entienden por qué se llama hoy "pelota vasca", conocen las diferentes modalidades y "hasta se fabrican su propia pelota". En tiempo de práctica, chavales y monitores tienen la oportunidad de jugar un rato en el frontón del parque del Norte. Queda pendiente, para cuando recuperemos la normalidad, una mañana de práctica y ocio en los frontones de Mendizorroza; y para el futuro, si fuera posible, convertir la actividad en un acontecimiento programado a lo largo de todo el año.
Pelota con efecto y mucho afecto, decíamos hace un año. Pelota de integración donde sobre el prejuicio y abunden el respeto y las buenas intenciones. A través de la dignidad y de la confianza la relación siempre mejora y desaparecen el miedo y las barreras. Ni más ni menos.
Lo siguiente queda en sus manos. Es un compromiso que, aunque sólo llegue a unos pocos, nos hará mejores personas.