- La Fórmula 1 es un deporte de máquinas. George Russell, de 22 años, vive su segunda temporada en la Fórmula 1. Desde su llegada al equipo Williams su objetivo es puntuar. Con el monoplaza más humilde de la parrilla, en 35 carreras su mejor resultado era una undécima posición. En el Gran Premio de Sakhir, penúltima estación del campeonato, se hizo la luz para el británico. La baja de Lewis Hamilton, que permanece en cuarentena tras dar positivo por covid-19, le puso al volante del Mercedes. Russell posee contrato con la escudería alemana y corre cedido en Williams. Esto le brindó la oportunidad de competir con el coche campeón. Y de la noche a la mañana, un piloto acostumbrado a la zona baja de la clasificación, que no luce con el Williams, pasó a liderar la F-1, sometiendo a debate la calidad de los logros cosechados por Hamilton desde 2014, cuando nació una Era Híbrida monopolizada por Mercedes y en la que el británico ha firmado seis de sus siete títulos.
El viernes, Russell fue el piloto más rápido. El sábado se quedó a 26 milésimas de la pole de su compañero, Valtteri Bottas. Russell partió desde la segunda pintura. Todo ello sin conocer los entresijos del coche y con un desfase en las dimensiones, porque sus 187 centímetros de estatura por los 174 de Hamilton le obligaron a acomodarse en un espacio inferior a sus necesidades. Con todo, ayer, en el acceso a la primera curva Russell ya ocupaba la primera posición. Impresionante adaptación. Porque aunque manejó el potencial de un Mercedes, también es talentoso, es el señalado para depositar el futuro de la escudería alemana. Ayer Russell abrazó la victoria. Sus mecánicos le divorciaron. El piloto rectificó el error ajeno para volver a gozar de opciones y un pinchazo desinfló sus aspiraciones. Terminó llorando, a pesar de ser noveno y sumar sus primeros puntos en el Gran Circo, rogando por una nueva oportunidad que quizá llegue en Abu Dhabi si Hamilton no se recupera.
"¿Bottas está utilizando más los pianos?", preguntó Russell cuando mediaron unas vueltas, anclado al liderato. "Sí", respondieron por radio. La pregunta significaba que si aprovechaba al máximo la pista, podía rodar más rápido. En ese momento el inglés gozaba de 2 segundos de margen. Los fabricó en tres vueltas, una vez que se relanzó la carrera en el sexto giro. Porque antes, en la vuelta 1, apareció el coche de seguridad, fruto de un accidente múltiple.
Bottas salió mal desde la pole. Fue superado por Russell y tuvo que protegerse de una manada de lobos. Max Verstappen, Sergio Pérez y Charles Leclerc olieron la sangre. Pero este último apuró en exceso una frenada e impactó con Pérez. Verstappen trató de esquivar el accidente, se marchó a la puzolana y chocó contra las protecciones. Leclerc y Verstappen abandonaron; Pérez pasó por boxes, y en la vuelta 2 era último; en las catacumbas nació otra emocionante historia paralela a la de Russell. El percance propició que Carlos Sainz, que salió octavo, ascendiera a la tercera plaza. El madrileño hizo valer de nuevo su habilidad en las arrancadas.
Cuando Russell enfiló su primera parada gozaba de 3 segundos sobre Bottas, que a su vez sacaba 30 al tercero, Sainz. Tras cambiar los calzos, Russell indicó que el coche no tenía potencia, pero solventó el problema programando la solución sugerida por su ingeniero. Superó el susto y marcó vuelta rápida. Tras parar Bottas -vuelta 49-, Russell tenía 8 segundos de ventaja. El triunfo cobraba forma.
En la vuelta 62 hubo un safety car virtual. Mercedes aprovechó para cambiar los neumáticos de Russell y Bottas en un doble pit-stop. Fue un esperpento. Los mecánicos se confundieron; montaron las gomas de uno al otro. Russell tuvo que parar de nuevo y perdió la primera plaza. Bajó al quinto lugar y además perdió posición con Bottas, que era cuarto. Pérez se convirtió en líder. El ritmo, el pilotaje excelso, la estrategia perfecta de paradas y la fortuna, como admitió, asentaron en cabeza al mexicano. Una remontada descomunal.
Con Russell enrabietado por el desastre comenzó una secuencia bárbara. Adelantó a Bottas, Stroll y Ocon para lanzarse a por la victoria. Se reinventó las opciones. Pero en la vuelta 78 de las 87 pactadas, cuando solo estaba a 2,5 del líder Pérez y se antojaba ganador porque rodaba endiablado y con gomas nuevas, le comunicaron un pinchazo. Tuvo que volver a parar. Se acabó la obra maestra. Noveno puesto. Eso sí, en su primera carrera con Mercedes hizo lo que hace Hamilton cada domingo. Excelente. Será un antes y un después para él, para Hamilton, para Bottas y la Fórmula 1, un deporte de máquinas. Por cierto, Bottas, sin pinchazo aunque con ruedas impropias, fue octavo.
Con Russell y Bottas retrasados, el mexicano Checo Pérez se dirigió sin oposición hacia su primera victoria. Pérez, Esteban Ocon y Lance Stroll manejaron con precisión las ventanas de safety car y privaron a Carlos Sainz del podio. A Pérez, que no tiene equipo para 2021, la conquista le puede impulsar a permanecer en la F-1. Ocon subió por primera vez al cajón. Mientras, Russell sumó sus primeros puntos pero lloró desconsolado. No obstante, lanzó un mensaje al mundo, que ya puede debatir sobre lo acontecido, sobre lo que es capaz de hacer otro piloto con un Mercedes.