- Existe el tercer Tour. Es la trinchera que defiende Peter Sagan, un extraño para la general y cada vez más para los triunfos parciales. Sin embargo, el eslovaco es el hombre sobre el que gravita la carrera porque se ha empeñado en seguir siendo el hombre verde del Tour. Esa es su misión. El problema de Sagan, su quebranto, es que no es lo suficientemente rápido para descorcharse con éxito ante unos velocistas que queman más gasolina, que aceleran más. Los esprints le generan frustración. Sin pose en las grandes cabeceras, Sagan rebaña los puntos en los esprints intermedios, que reparten migas. Canino de gloria, está hambriento. Omnívoro en su persecución obsesiva de su Moby Dick, una ballena verde. Capitán Ahab. Por eso, cuando los generales miran al suelo y cruzan los dedos para no caerse y poder elevar el cuello para otear las montañas que restan, el eje gravitacional del Tour lo ocupa Sagan en su desesperada lucha por vestirse de esperanza, el color que pinta a Sam Bennett, el velocista del Deceuninck.
En un esprint puro, llano y sin lija, el irlandés es superior a Sagan. Lo sabe el eslovaco, al que tampoco han de explicarle que Ewan, Bol o Van Aert le encogen en las llegadas. Sin porvenir en las llegadas masivas, la gran estrella del Bora esprinta en equipo, cada vez desde más lejos, a cientos de kilómetros. Le da igual la distancia. No es un asunto de montar un tren e impulsarse desde ese refugio, se trata de correr con las piernas de sus compañeros y hacer descarrilar a Bennett, al que cualquier tachuela le crucifica. El conmovedor esfuerzo de la muchachada de Sagan tiene como objetivo eliminar al irlandés de la ecuación. Lo logró en Lyon, pero Sagan fue cuarto. Al eslovaco le derrotaron Mezgec y Conssonni en el pelotón. El eslovaco sumó un puñado de puntos y rebajó la distancia que le separa de Bennett. Premio. A Kragh Andersen, ni se le acercó. Imperial su ataque, el danés fue otro vencedor de la muñeca rusa del Sunweb, que en un final frenético por el callejero de Lyon, en la Cöte de la Croix-Rousse, cargó con Benoot, apuntó con Hirschi y disparó con el danés para hacer blanco en la diana del Tour de Francia. Su mayor acierto. "Es increíble, no tengo palabras, solo tengo emociones", analizó el danés.
Las palabras se cargaron cuando aún desayunaba el Tour, a varias horas de que partiera hacia Lyon. Xabier Artetxe, técnico del Ineos y preparador físico de Egan Bernal, colgó un tweet repleto de significado el día después de la derrota del colombiano en el Puy Mary. "La única lucha que se pierde es la que se abandona", rezaba el mensaje junto a una imagen icónica -una versión de aquella fotografía de Alberto Korda- del Che Guevara, ideólogo de la Revolución cubana, guerrillero y personaje imprescindible para comprender un buen tramo del siglo XX. El Che, asesinado en Bolivia cuando combatía por sus ideales, encarna cierta utopía romántica. Es el epítome de la revolución en la memoria colectiva. El Che es inmortal. El lema que trasladó Artetxe ha de enmarcarse en el acto de rebeldía al que está obligado Bernal para remontar. El mensaje del preparador vizcaíno es una arenga, pero también sirve como aviso. Bernal, piel de campeón, no acepta la derrota. Con esa idea intentó revolverse en Lyon, cuando todo era agitación y pasión. Roglic no tardó en encimarle. El esloveno teme al campeón.
Bernal, a casi un minuto de Roglic, necesita una revolución para derrotar a los dos eslovenos, Roglic y Pogacar, que, por el momento, le han sometido en el Tour. "Hay que aceptar que otros están más fuertes", dijo el viernes tras recuperar el resuello después del calvario que padeció en el volcán del Puy Mary. La ascensión al colosal Grand Colombier se presupone el campo base para la escalada del último campeón del Tour antes de la semana definitiva de la Grande Boucle. Lejos de la normalidad, de la aproximación metódica y medida al Tour de tiempos más benévolos, Ineos necesitará reinventarse para recuperar el mando de la carrera. A la escuadra británica y a su líder les toca improvisar, tocar de oído, abandonar la partitura y el sonido de la sinfónica y optar por el jazz. Notas que salen del alma y del espíritu y que unen la obstinación de Sagan, el carpe diem de Kragh Andersen y la lucha de Bernal. ¡Viva la revolución!