- Doblado, apergaminado sobre el manillar, con las piernas trémulas, Egan Bernal trataba de encontrar un sorbo de aire. Necesitaba algo de aliento. Desarmado, aplastado por la fatiga, deshabitado, al colombiano el paladar le sabía a ácido láctico. Penitente, arrodillado en el Puy Mary, donde Primoz Roglic intensificó su liderato y Daniel Felipe Martínez triunfó tras despachar a Kämna. El esloveno apaleó con más de medio minuto a La Bestia, humanizada en un Tour que sacude voluntades. "Tengo mis mejores valores (por el potenciómetro), pero los demás son más fuertes, tengo que aceptarlo. Admito que es frustrante", enarboló Bernal cuando recuperó el habla. En el Tour cala el discurso sereno de Roglic. "Ha sido una etapa dura, con ascensiones increíblemente duras. La parte final era empinadísima. Está bien haber estado a la altura de los mejores€ Pero aún queda mucha carrera. Todavía hay tela que cortar". De momento, el esloveno es el sastre del Tour, que mostró las primeras grietas entre los favoritos en las cuestas dolientes del Puy Mary, una montaña bella y cruel. Salvaje.
Solo Pogacar, su hermano pequeño, sostuvo la mirada de Roglic en las cuestas infernales. "Vi que Roglic está muy fuerte, apenas pude seguirle el ritmo", expuso el más próximo al líder. Landa estuvo muy cerca, pero se dejó una docena de segundos respecto al dúo esloveno. El alavés se aferró a la agonía para avanzar en la general en una cumbre cortante, sin escrúpulos. Es octavo Landa, a 1:55 del líder, otra vez entre los jerarcas de la carrera en un día con mirada aviesa. "Ha sido un final superduro. Poga?ar y Roglic son los mejores de este Tour. Estoy contento, he estado cerca y he recortado algo a otros rivales. Vienen días muy duros y puede haber sorpresas", certificó Landa, que afeitó tiempo respecto a Bernal, Quintana o Urán. Para la Francia ciclista las sorpresas llegaron antes. Abruptamente. En el Col de Neronne se produjo la caída del imperio francés. Ardieron Bardet y Martin. Pulmones de ceniza. Les sepultó una montaña de realidad. Agonizaron en una jornada que midió la estatura de los favoritos.
La de Roglic, el techo de la Grande Boucle, creció un par de palmos. Destacó su ascendente sobre la carrera de los segundos. Roglic aventaja en 44'' a Pogacar y en casi un minuto a Bernal. Urán y Quintana se dan la mano a 1:10. Superman López le observa a 1:31. El esloveno no hizo concesiones. Sacó los codos en la montaña y alzó el vuelo con ese estilo de rodador y poderoso. Roglic dio un salto de credibilidad. Pogacar, su joven alter ego, redundó en su capacidad para escalar. El imberbe esloveno acompañó la entrada de Roglic, igualados ambos al extremo. Después asomaron los rostros sin marco de Landa, López y Porte, que se aferraron con las uñas del suplicio al aire del podio, que cierra Bernal. Al campeón colombiano, los números le dicen que está en plenitud, pero su cara de mártir niega lo que concluyen las matemáticas. A La Bestia le falta colmillo.
A la hora de la merienda, las vacas, serenas en el pasto, bajo el sol que va recogiendo los bártulos del verano, miraban con indiferencia el esfuerzo del Jumbo, que espabiló después de bloquear la carrera y formar un muro neerlandés para que la escapada caminara. Después de los sucesos, de la retirada de Mollema, fracturada la muñeca tras un caída, y del revolcón de Quintana y Bardet, unidos en el mismo fotograma, a la muchachada de Roglic, los fugados no les decían nada. La misma y nula inquietud que mostraban las vacas al paso acelerado de los neerlandeses, la locomotora amarilla del Tour, que cargó la caldera con energía. Más madera en el aserradero. Aguardaba el filo del col de Neronne y el Puy Mary, las zonas erógenas de una jornada cheposa, indigesta, en el Macizo Central. El Ineos, intermitente, más reactivo que activo, se personó en la proa con Dylan van Baarle. Luke Rowe tensó la cuerda en la Côte d'Anglards-de-Salers por donde Schachmann y Powless habían desangrado la fuga. La escuadra británica se reconoció en el espejo. Francia estaba envuelta por la Union Jack.
Schach-mann laminó a Powless en el reborde de Neronne, una cota encorajinada, con los cuellos altos y almidonados. El alemán negaba con la cabeza, atornillado en una ascensión estrecha y vertical, en la que Soler, Daniel Felipe Martínez, Kämna y otros trataban de atosigarle. El colombiano se encendió. Solo Känma, camarada de Schachmann, se instaló en su grupa. El Ineos abrió las aguas bravas de Neronne, donde el oleaje golpeó los diques del Tour. Ahí naufragó Pinot, otra vez al fondo. Adam Yates cojeó. Lo mismo que Bardet, dolorido en el alma, sin carrete. Guillaume Martin, el fértil francés, se secó. No son tiempos para la lírica ni la filosofía. Carapaz se coloreó con pinturas de guerra. ¡Bailad malditos! Bamboleaban los hombros, salvo la estatua de Dumoulin, que decidió marcar la pauta con Kuss, el colibrí del Jumbo. Roglic, el líder, gobernaba. Alrededor, Landa, Quintana, Urán, Pogacar, López, Porte€ El salón de la nobleza permanecía atento en las distancias cortas. Neronne sentenció a Bardet y Martin, sin visión. Au revoire.
En pleno festival de la fatiga, los favoritos se dieron de bruces con el Puy Mary, un puerto corto, pero orgulloso y pendenciero, duro como un boxeador mexicano. Las paredes de la ascensión, un entramado de entre el 10 y el 15%, les pusieron contra las cuerdas. Ciclistas a gatas, sonados. Roglic, el líder compacto, y su juego de piernas avanzaron con la sombra de Pogacar. Todo a cámara lenta. Landa, López y Porte, los sentían cerquísima pero no los podían tocar. Inalcanzables. Los metros eran continentes en un puerto donde los rostros eran espectrales. Calaveras. Por delante, Schachmann era un moribundo. Daniel Felipe Martínez aún tenía gas. Descoyuntó a Kämna en el acertijo por la etapa. Entre los jerarcas, los galones pesaban. Bernal, el campeón del Tour de 2019, balbuceó en el calvario. Crucificado por el dolor. Gritaba la carrera francesa. El Puy Mary era un canto a la desesperación, una oda a la supervivencia marcada por una curva naranja, que enrojeció a todos. Al límite. Luces de emergencia en el Tour de Roglic, al que se agarra Landa.