- Novak Djokovic se ha vuelto a colocar en el ojo del huracán. Su involuntario, pero evitable, pelotazo a la jueza de línea que provocó su expulsión del US Open es uno más de los episodios que han rodeado de polémica al número 1 del mundo en un 2020 que, deportivamente, para él estaba siendo inmaculado con 25 victorias en otros tantos partidos. Pero fuera de las pistas algunas de sus actitudes, manifestaciones y comportamientos resultan desconcertantes. Los responsables del torneo y de la ITF tardaron en tomar la decisión de expulsar al serbio porque, evidentemente, eran conscientes de la repercusión que tenía sacar a Djokovic del US Open, en una pista central vacía, en medio de un silencio sepulcral y a la vista de todo el mundo a través de la televisión. "Era una decisión importante, obviamente. Debíamos tener plena conciencia de estar acertando en base al reglamento y que lo que íbamos a hacer estaba amparado por los hechos y las normas. Hicimos lo correcto", asegura Soeren Friemel, supervisor de jueces de la ITF.
Total, que Djokovic se marchó de Nueva York cabizbajo y dolido en eu ego, sin su decimo octavo Grand Slam tras un torneo en el que solo había cedido un set en tres partidos, sin los premios por su participación, que ascienden a 250.000 dólares, y con multas añadidas por su acción y por no acudir a la rueda de prensa que pueden sumar otros 50.000. Quizás ahora el serbio se está arrepintiendo de haber acudido al US Open, algo que solo decidió a última hora. Ganó en Cincinnati, pero los meses que han pasado desde que empezó la pandemia han sido para él un tobogán de emociones. Tras pasar el confinamiento en Marbella, en junio organizó en Belgrado el Adria Tour que fue un foco de expansión del covid-19 entre varios tenistas, incluido él mismo. Antes se había mostrado contrario a las vacunas, en caso de ser obligatorias para reanudar la competición. Y una vez en Estados Unidos habló contra la USTA por las medidas dispuestas en la burbuja del US Open y contra la ATP por su decisión de crear la PTPA, una asociación de jugadores ajena a circuito y para la que no ha contado con Federer y Nadal. En Nueva York se le ha visto quejoso, suspicaz con un montón de cuestiones hasta que ante Pablo Carreño estalló todo de la manera más tonta. Su imagen ha quedado dañada, tanto como su liderazgo entre los jugadores, y enseguida empieza la gira de tierra para llegar a Roland Garros. "Espero que esto me sirva de lección", dejó escrito en sus redes sociales.
La otra cara de la moneda en Nueva York está siendo Serena Williams que ya está en cuartos de final. La estadounidense se está tomando las cosas con mucha más calma y avanza con decisión por la parte baja del cuadro hacia su sueño del vigésimo cuarto Grand Slam.