- Entre los miles de valientes que el próximo 19 de septiembre tomarán parte en la popular marcha cicloturista Quebrantahuesos si el coronavirus no obliga a un segundo aplazamiento, se encuentra una joven vitoriana de adopción muy especial y con una vitalidad a prueba de bombas. La sociedad vive hoy en día momentos ciertamente dramáticos por culpa del maldito patógeno, pero todo el mundo podría salir adelante a buen seguro si opusiera la convicción, la determinación y el tesón de Tamara Álvarez. A los 26 años, su espíritu de superación la convierte desde luego en una auténtica heroína y el mejor espejo posible para alguien que esté atravesando un trance delicado. Apreciadas sus ganas de vivir, resultará indiferente que dentro de unos meses no pueda completar los 200 kilómetros de que consta la exigente prueba prevista en Sabiñánigo (Huesca) con un circuito rompepiernas.
El simple hecho de enfundarse el maillot y montarse encima de la bicicleta obviando la delicada enfermedad que padece constituye un ejemplo para cualquiera de los mortales. Tamara participa desde hace meses en la iniciativa Huellas con historia de la marca de neumáticos Continental. 15 ciclistas no profesionales disponen de la posibilidad de correr la Quebrantahuesos, una carrera siempre con un tirón especial que ha sido pospuesta hasta después del verano debido a la emergencia sanitaria. El único requisito para resultar elegida era estar hecha de una pasta muy especial y ser protagonista de una conmovedora historia de superación.
A diferencia de otros compañeros del programa que ya han superado sus problemas, ella tiene consultas ineludibles con su neuróloga y en próximas fechas se someterá a una delicada intervención quirúrgica para recobrar "la ansiada vida normal" que tanto anhela. Esta vitoriana -como así se siente pese a haber nacido en Cantabria-, residente en Salburua y técnica de Documentación Sanitaria para hospitales, sufre desde hace meses el nervio del trigémino, una dolencia de la que no existen excesivos casos hoy en día y más propia de gente mayor que se traduce en "unos dolores insoportables" en la cabeza al menor movimiento. Cada vez que practica deporte o realiza algún gesto cotidiano en la vida diaria (beber agua, lavarse los dientes, alterarse por algo...), padece en palabras suyas "una especie de calambrazos y descargas en la cara" que únicamente se ven mitigados a base de la imprescindible medicación.
El calvario de Tamara arrancó hace meses cuando su novio gasteiztarra le había inoculado la pasión por el ciclismo y acababa de comprarse una bicicleta nueva tras un viaje a los Pirineos. Mientras presenciaba una carrera de ciclocrós en Arbulo, su vida cambió por completo con los primeros problemas de salud. "Yo antes llevaba brackets y pensé que era una muela del juicio que me estaba apretando. Después de tomar pastillas para ver si se me pasaba, por la tarde me encontraron llorando porque se me abría la boca y se me caía la baba. Mis chillidos eran... hasta que me llevaron a Urgencias. Me mandaron con una medicación a casa, pero tan solo aguanté un día", rememora con una entereza colosal.
Tan fea se puso la cosa que a las 48 horas Tamara tuvo que ingresar en un hospital y sus padres hicieron rápidamente acto de presencia en Vitoria. El temor a un posible tumor en la cabeza hizo que los médicos le practicasen una resonancia magnética. Aunque quedó descartado, el diagnóstico no supuso ningún resoplido de alivio. "El dolor era idiopático y no sabían de dónde provenía. Se supone que tengo una sensibilización, el nervio va unido a la arteria y a los vasos sanguíneos y se irrita por cualquier cosa. Cuando me altero o hago deporte, los vasos sanguíneos de la cabeza bombean más sangre, se dilatan y me tocan el nervio. Entonces me produce dolor. Estuvieron probando todo tipo de medicaciones para ver si me lo quitaban, fue entonces cuando me dijeron que era esto del nervio del trigémino", desgrana Tamara.
La confirmación de la noticia supuso el preludio de los días más ingratos de su vida. Dolores y más dolores que le impidieron retomar el idilio que había comenzado con el ciclismo pero ni mucho menos hicieron que se viniera abajo. Hasta cinco medicaciones ha recibido desde entonces sin que su ánimo ni el deseo de vivir se hayan visto resentidos. "Cuando entré en el hospital había gente a la que le daba una crisis y estaba un par de minutos mal pero se les pasaba. En mi caso, los dolores eran constantes. Cuando podía descansar, me venía el siguiente, el siguiente y así sucesivamente. Ahora tengo que hacer una vida muy sedentaria. Lo único que me mantendría bien y sin dolores es tomar pastillas y dormir. Están ahí y no se quitan, aunque con la medicación no me dan ya esas descargas tan grandes", confiesa Tamara, cuya intervención quirúgica todavía carece de una fecha concreta tras haber coincidido su enfermedad con el coronavirus y haber menos neurocirujanos disponibles.
Como suele suceder en estos casos, la fuerte medicación que está tomando ha tenido sus efectos secundarios y uno de ellos son los kilos de más que ha ganado. En cualquier caso, Tamara es una luchadora de los pies a la cabeza y sus actos así lo demuestran. Durante el confinamiento no pudo entrenar como le hubiese gustado, pero ha trabajado a destajo en una residencia de mayores para compensar la pérdida de ingresos provocada por el cierre de la clínica de masajes que regenta en Salburua. Su enfermedad tampoco le impidió, por ejemplo, disputar el pasado 31 de diciembre la San Silvestre de Alsasua pese a los 2 grados bajo cero. Es decir, le sobra moral y optimismo para combatir una pesadilla que llegará a su fin en cuanto sea sometida a una intervención muy comprometida.
"Se supone que me curaré del todo. El problema es que la medicación me anula prácticamente como persona y me duerme los nervios motores de la cara. Me quiero operar cuanto antes y pasar este mal trago, la operación es dura y da un poco de miedo, pero con tal de que me quiten los dolores... Quiero hacer una vida normal, salir en bici y poder hacer más kilómetros. A veces he ido dirección Landa y me he tenido que dar la vuelta por los dolores, alguna vez me ha dado una crisis. Todo esto me condiciona a no querer ir sola. Antes iba sin compañía, pero ahora tengo miedo a que me pase algo", reconoce Tamara.
La firma Continental se ha puesto a su disposición para hacer realidad el sueño de correr la Quebrantahuesos. Al frente de esta indomable guerrera y del resto de compañeros afortunadamene ya curados de sus dolencias estará nada menos que Óscar Pereiro, que tutelará su preparación durante los días previos a la prueba. El gallego también recibió en su día ayuda externa para reinar en el Tour de Francia del 2006 y sus consejos serán vitales en tierras aragonesas. "Le he dicho que me conformo con acabar. Yo no puedo apretar, exigirme mucho más, ni seguir el ritmo de otras personas porque me puede dar una crisis. Óscar me ha asegurado que iremos todos juntos. Muchas veces ves a los ciclistas por la tele y piensas que no son cercanos, pero en su caso es alguien cariñoso y un gallego muy de casa. Tendré que comer y beber a menudo, mantenerme hidratada y comer para que no me dé el típico pajarón", explica Tamara, una joven dispuesta a seguir colaborando activamente en proyectos de superación.
Porque la conclusión de sus denodados esfuerzos por competir en una carrera tan exigente es obvia. A su juicio, se trata de que "la gente compruebe que, aunque tienes una patología puedes conseguir lo que te propongas". En la vida, se encarga de recalcar, "no hay que tirar la toalla pese a que sufras dolores, siempre hay una alternativa y solución para todo". Palabra de Tamara Álvarez, una ciclista con mayúsculas.
"Quiero que la gente sepa con este reto que puedes lograr lo que te propongas en la vida"
Ciclista del Continental
"Ya le he dicho a Óscar que me conformo con terminar; yo no puedo apretar ni exigirme como otros ciclistas"
"Se supone que con la operación me curaré del todo, la medicación me anula como persona"
"Debo hacer una vida sedentaria, lo único que me mantiene sin dolor es dormir y las pastillas"