nos segundos después, al poco de concluir la conversación, comenzaban los aplausos. No sonó ningún reloj, ni hacía falta, eran las ocho del pasado domingo 12 de abril. Ese día sonaban algo más fuerte, no sé el motivo, y asomé el móvil por acto reflejo: quería que mi interlocutor los escuchara. El gesto, la imagen más bien, sonido destacado para la escena, era el contrapunto perfecto a tres cuartos de hora de entrevista. "Los aplausos de las ocho son un chute de energía", rubricó con entusiasmo, al otro lado del teléfono, el amigo Endika, relajado en casa los últimos cuatro días tras una semana intensa de nervios, tensión y miedo. Añade luego: "Te ayudan a seguir peleando".

Endika García de Bustos conduce ambulancias. Desde que se produjo el estallido le han cambiado las rutinas. Toca "andar alerta y preparado por si te llaman". Hasta hace un mes trabajaba dos días y dos noches de manera consecutiva y doce horas seguidas en cada turno. Tal intensidad era luego recompensada con seis días libres. Desde mediados de marzo, como a todos, le cambió la vida. "El horario es relativo, mandan las circunstancias y nos toca estar en guardia", nos dice. De guardia, en guardia y de guarda. Cada uno en lo suyo.

Trabaja para Ambuiberica, una empresa del sector del transporte sanitario. Es conductor, Técnico de Transporte y Emergencias Sanitarias, TEST. Está destacado en Elgoibar, a media hora de coche de Lemona, donde vive. "Llevo trece meses con ellos, soy un 24-7-365". Y aclara: "24 horas al día, 7 días a la semana y 365 días al año". La rutina del día a día tenía que ver con caídas, accidentes de tráfico y "eventualmente, avisos desde domicilios. Casi nunca nada grave". Hoy, sin embargo "todos los avisos son graves, con gente muy tocada y, la mayoría, posibles positivos del covid-19". Lo peor le tocó vivirlo en Donostia "hace 10 días. Había allí mucho jaleo", nos cuenta. Era cuando nuestros hospitales estaban desbordados, nuestros sanitarios desprotegidos y todos "con poca información e ignorantes". Le ha tocado trasladar a gente en muy mal estado. "Algunos han fallecido más tarde", relata apesadumbrado, "gente mayor la mayoría€". La carga emocional aumenta ante la cifra de fallecidos cada día, la indefensión de los mayores frente al virus y "la soledad de la pareja y de los familiares cuando nos lo llevamos". En estos casos, avisos con posibles positivos, la protección es determinante. En realidad "siempre vamos con mascarilla FPP2, gafas y guantes, pero cuando hay sospecha, el sanitario se embota en el traje de la NASA, el EPI -equipo de protección individual- completo". El conductor no accede al domicilio. El procedimiento en todos los casos es semejante. Se trata de llegar al domicilio del paciente cuanto antes, "valorar el caso y esperar órdenes del médico coordinador". El sanitario observa las constantes del paciente, los grados de consciencia y orientación de la persona susceptible del traslado y "esperar que hable el talkie". Conductor y sanitario son los ojos del coordinador. Hasta hoy no ha tenido que actuar con nadie conocido, ningún familiar, "pero eso no hace que el trabajo sea más sencillo, porque estamos viendo mucho dolor y miedo". La última vez que debió intervenir con alguien próximo fue en invierno, con el padre de un vecino "al que tuvimos que trasladar desde Ipurua en un Eibar-Real Madrid".

Cuando no trabaja le toca aislarse en casa. Cumplir con el confinamiento como el resto de mortales. "Me toca rezar para no coger nada malo que contagie a los míos y hacer que el tiempo no parezca tan largo y pasen rápidas las horas". Vive con Sonia, su pareja, y dos niñas de 15 y 14 años, Ariane y Aroa. Entre los cuatro han desempolvado viejos juegos de mesa y "las buenas costumbres de antaño: la conversación y el contacto". El chinchón, el parchís, el monopoly y ejercicio físico "tres días por semana", así se le pasan las horas al pelotari.

Endika cumplirá 38 pasado mañana. Lo celebrarán en casa. Sin regalos. Quizá le toque trabajar. "Cuando todo esto acabe, ponlo por escrito", me dice, "nos daremos el capricho con un buen viaje". Continúa en activo. Seguirá "hasta que el cuerpo aguante". Cree que los últimos acontecimientos le harán mella y tendrá que pagar peaje. "Seguro que me quitan años en el frontón", reconoce y teme, "pero volveré a la carga". La terraza de casa le permite "mantenerme en forma lo mejor que puedo€ cumpliendo las instrucciones de Aitor Erauzkin, nuestro preparador físico en el club de Lemoa". Erauzkin es director técnico de la vasca y "sabe de esto". Trabaja con algún que otro pelotari profesional.

García jugó cuatro años en Araba. Le reclamó Beitia, técnico en el club Pelotazale de Amurrio "y natural de mi pueblo, de Berango". Compitió y ganó el interpueblos junto a Guerrero en la pareja senior. También representó a Agurain formando dúo con David Kortabarria. Cayeron en la final contra Amurrio.

Ganó el Provincial de mano parejas senior con Mikel Guerrero. "Vencimos en la final a Alvarado y Hegoi Azpiazu por 22 a 17", me dice. Además, recuerda con orgullo "cuando gané el Virgen Blanca ante los hermanos Azpiazu". Su compañero de entonces era Iker Gereta, actual presidente de la FAPV, un delantero de buena zurda y con mucho poder. "Aquellos días en el frontón de la Plaza de los Fueros fueron espectaculares. De lo mejor que he vivido en un frontón". Jugó el GRABNI representando a nuestro territorio. Formó una gran pareja con Ibai Jauregi. "Los campeones de aquella edición, Yoldi y Linzoain, nos privaron de jugar la semifinal".

Tras volver a casa, al club de Lemoa ha continuado jugando en Álava cada vez que le invitaban. "He disputado los torneos de Amurrio y de Zaramaga, dos veces, con Mikel Rafael delante". Se llevaban bien. De ahí surgiría luego algún que otro viaje por tierras salmantinas "con muchas risas, buena pelota y mil aventuras", recuerda Mikel que define a Endika como un pelotari "muy seguro, con dos buenas manos y muy competitivo. Y un compañero excelente€ para todo".

Buen compañero y trabajador. Otro esencial que llega a esta página del DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA con el que se puede contar. La ambulancia que conduce y los compañeros de juego están en buenas manos.