cariñoso, eso dice su signo, Piscis. Por eso no creo en el horóscopo. Puede que lo sea. Mucho. Siempre emparejado y cero meloso. ¿Seductor entonces? Seguro que sí. Mikel Rafael me indica que Igor"jugó una semifinal del torneo individual", pero no lo recuerda. Echando cuentas de su carrera subraya el juego por parejas. Siempre. "En el individual", me dice, "hay que saber restar y jugar bien de aire", dos de sus carencias que evidencian "que a disgusto me encuentro jugando solo en la cancha". En este punto me alecciona acerca del cambio en la manera de jugar hoy, un material diferente y "cómo los pelotaris utilizan el sotamano y el besagain para atacar defendiendo". Con la derecha el primer pelotazo y con la izquierda el segundo, el pelotari golpea de aire a la pelota mandándola "lo más atrás que se pueda para no perder el sitio y empezar a dominar". Una clase de pelota gratis, se agradece, que da cuenta de sus gustos personales y preferencias. Le gustó, más que nadie, Retegui II, el campeonísimo que ganaba a la manera antigua, sin desdeñar "unas cualidades increíbles" y la potencia del juego de Mikel Goñi y la elegancia y el gancho de Aimar Olaizola.
Decía más arriba que prefiere en pareja, que solo. Así funciona. En, y por parejas. Desde el principio. Igor Azpiazu García nació diez minutos después que Hegoi. El 28 de febrero de 1986. Unos meses compartidos en el útero materno y media vida en el frontón. Porque Igor y Hegoi llevan jugando juntos desde los seis años. Al principio en Aranzabela, mano a mano con el padre, Juanjo, de maestro: "muy bueno y exigente", y enseguida en Escolapios, con Chasco, Domenzain y Gorospe, entrenadores de la escuela con sede en el colegio, luego Santa Lucía. El último paso les llevaría más tarde, ya mayores, a Zaramaga, donde siguen y defienden colores juntos. Los mellizos debutan en el torneo élite de su club el jueves de la semana que viene. Otra vez juntos. Igor, delantero de buen saque, pegador más que rematador, con buena defensa y una cortada "más que aparente". Hegoi, zaguero "de zurda elegante" y un cañón en la mano derecha; un seguro de vida. Dos volcanes juntos, silenciosos pero calientes, "él más que yo", me dice. "Le hierbe la sangre", asegura.
Hegoi, más alto y fino, tranquilo -en apariencia-, e Igor, pequeño y musculado, movido y "culo inquieto". De genio "bastante similar ambos", opina Igor, "aunque él se desquicia antes que yo". Deportistas de siempre. Futbolista Hegoi, e Igor, habitual de los gimnasios "desde que empezamos con Rodolfo en el polideportivo de Abechuco". El menor de los hermanos disfrutaba, más que el otro, con las sesiones de físico que la Federación disponía en los programas de tecnificación bajo la supervisión de los estudiantes del I.V.E.F.
Pareja pelotazale desde pequeños, los hermanos Azpiazu se acostumbraron a ganar a edad muy temprana, en el torneo escolar, haciendo frente a dúos tan apañados como los que formaban Migeltxo e Iruarrizaga, rivales cada año, siempre, desde prebenjamines, y Gambra y Txikito de Bernedo. Igor guarda pocos datos en la memoria. Ni partidos, ni fechas, tampoco rivales y, por supuesto, ni tan siquiera el número de txapelas. Y son unas cuántas. Pero recuerda con enorme satisfacción las primeras citas en el número cinco de Mendizorrotza ante la mirada atenta de los padres en contracancha. "Con mi padre me entendía con solo mirarle", me dice, "ganamos muchos puntos por un gesto suyo. Sabe mucho". Desde fuera se ven cosas que "no se aprecian desde dentro de la cancha". Juanjo ha sido pelotari. Y bueno. "Es listo", resalta Igor, "conoce nuestros defectos y nuestras virtudes y nos ayuda".
El trabajo y los derroteros de la vida le han hecho mirar la pelota con otro prisma y desde un punto de mira diferente. "Quizá desfrute más ahora" reconoce, pero echa atrás la mirada y resalta "el compromiso, la dedicación y el duro entrenamiento de la buena época". Y nombra a Aitor Pinedo al recordar las duras sesiones preparatorias cuando era sub'22 en el GRABNI y su padre formaba parte del grupo de nivel que preparaba aquellas citas. También coincidió con IñigoAbad en tiempo más próximo. Pinedo era "cercano y sabía mucho", apunta, "y Abad más exigente y duro. Apretaba un montón y aprendías en cada sesión".
Entre sus momentos más destacados pone en primer lugar su participación en el Diario Vasco, "con apenas 20 años". Resalta la experiencia y la "durísima competencia". Nombra a Iza y Etxeberria, entre quienes tuvo enfrente. Recuerda que fue un partido muy duro, contra "una pareja de favoritos", que acabó 22-17 y "nos salió casi todo perfecto". Tira de memoria -dice, en tono jocoso, que la perdió cuando le pegaron un pelotazo "en una escapada", en la sien, "que me tiró tripa abajo al suelo, mareado y dolorido", en el Astelena de Eibar, en Liga Vasca- y rescata un partido contra Arretxe y Urrizelki en Areta "que perdimos, aunque disfrutamos mucho" y otro más en Amezketa "que nos salió redondo" en el que Jaka y Tolosa doblaron la rodilla ante los hermanos.
Cientos de partidos, en otros tantos frontones y pueblos en los que el ritual de los tacos era el gran momento. Nos lo podemos imaginar, siendo como es, un pelotari perfeccionista, casi maniático. En los vestuarios, callado, a lo suyo, sin entrar en dialéctica de ningún tipo, en los trayectos, en el mismo coche camino de Mungia, Arbizu, Burlada€
Siempre en pared izquierda, donde tiraba de su peculiar manera de jugar. Acaba de jugar la semifinal de parejas en trinquete -entró en el lugar de Díaz de Heredia- y "no es lo mismo, es divertido sí, pero€" me cuenta por whatsapp y acompaña el comentario con el emoticono de un pato y una cara de irónica sonrisa.
Quienes le conocen bien dicen que es un cabezón, un gruñón "y un tipo que va siempre de cara". Un hombre rudo, introvertido "al que le falta un poco más de práctica con la goxua para ganar agilidad y picardía". Pinedo, su hermano y Pérez han sido sus zagueros preferidos. Mikel -"un pesado"- el explosivo Larrañaga y Alvarado, "el pelotari completo", delanteros de referencia. Ahora, Uribe e Iribarren, "jóvenes y talentosos". Pero entre todos, su hermano, "el compañero perfecto". La otra cara de la pareja. Casi en una misma moneda con dos caras.