Valloire - Agonístico, en el filo del límite, lanzó la bicicleta Alaphilippe, el alma que esprintó entre horquilla y herradura en los estertores del Galibier, cuando Egan Bernal voló y Geraint Thomas, varios fotogramas después, le despegó de la reunión de jerarcas. El líder pedaleó con los dientes chirriándole el esfuerzo. Trató de escupir su calvario y le goteó la baba. De ahí su rostro dolorido. Alaphilippe defendió su trinchera con una corona de espinas. Es la resistencia francesa. El líder se deshilachó, pero no se rompió del todo en los tejados de los Alpes, que vieron cómo anidó Nairo Quintana, con más de 5 minutos de renta. El colombiano reivindicó su figura con un ataque a 26 kilómetros de meta. Del landismo al nairismo. Las dos almas del Movistar. “Sabía que podía ser un gran día para mí. Hablamos con el equipo para ver diferentes tipos de estrategia. Nos ha salido la victoria de etapa, pero también intentábamos que Mikel pudiera adelantar posiciones”, resumió dichoso Quintana, que firmó su cuarta victoria de etapa en un Tour. De paso, el colombiano se resituó en la general y adelantó a Landa, sin el impulso necesario en una jornada en la que penó. “He sufrido bastante”, dijo lacónico el de Murgia. Solo Egan Bernal, que zarandeó a todos en la terraza del Galibier, rebañó medio minuto al líder, que holló con retraso la cima. Kamikaze, se ató al grupo de jerarcas en el descenso para coser su herida en Valloire. Ganó Quintana, que otea el podio, y Bernal se situó segundo, a 1:30 de Alaphilippe. Al líder le rodea el ambicioso Ineos, con Geraint Thomas tercero a 1:35 cuando a la trilogía de los Alpes le restan dos actos.

Alaphilippe, que mostró otra mueca de debilidad cuando le exigieron, descontó otro día para París. Se sostuvo en los Pirineos y, de momento, soportó la tortura de la jornada inaugural de los Alpes. Fue en otro ejercicio de supervivencia ante Bernal y Thomas, los únicos que le presionaron en el Galibier. “Me esperaba lo peor, visto el perfil y la forma en la que se ha corrido. Esperaba ataques, pero al final no me he encontrado mal hasta los ataques de Bernal y Thomas en el Galibier”, expresó el líder. El resto, simplemente acompañó. Piezas decorativas de una ascensión sin apenas relieve, mesetaria. El gigantesco Galibier, convertido en una pequeña montaña por la escasez de pólvora con la que tumbar a Alaphilippe. Ni Pinot, ni Landa, los incendiarios, tuvieron fuego para brasear a Alaphilippe, que solo cedió un ramillete de segundos en la cumbre antes de unirse en el descenso a los patricios del Tour. Dejaron con vida al líder. “Se le ve menos fuerte, pero aguanta”, analizó Landa.

Nairo Quintana, orgulloso, resucitado, voló libre y aterrizó en Valloire tras su enérgico despegue, cuando atacó en la panza del Galibier a sus compañeros de fuga. Bardet y Lutsenko no tuvieron respuesta para el colombiano, que festejó un triunfo redentor. Apuntó con los dedos al cielo. El camino del Tour. Un paseo por las nubes para Quintana. Reapareció el colombiano, que posee la clase suficiente para estimables logros a pesar del aspecto decadente por el que transitaba en la carrera. “No ha sido nada sorprendente su victoria, es un tipo duro, nunca se rinde y ha demostrado quién es”, estableció Landa sobre el triunfo categórico de Nairo. La alegría del rebelde Quintana contrastaba con la pose sobria del escalador de Murgia, que manejó la idea de atacar, pero le faltó el báculo de las piernas para agitar la bandera del landismo. Tenía un plan, pero no fiereza.

En el Izoard, cuando Quintana y sus colegas de fuga superaban los ocho minutos de renta, el Movistar, en un movimiento táctico más que discutible, abrió gas. Era el momento para Landa. Pero no lo hubo. Solo se escuchó el jadeo que rompía el silencio de la montaña en la que nace un desierto. La Casse Déserte, donde el recuerdo fija a Louison Bobet y Fausto Coppi. “En el Izoard vimos a alguno que iba sufriendo y aceleramos, luego cambiamos la estrategia. No se movió nadie hasta el final. En la fuga estaba Nairo y por eso estaba nerviosa la gente, había que respetar”, expuso Landa. Con Quintana reajustándose al Tour, los jerarcas plancharon el Izoard sin contar bajas con pedigrí.

emerge el ineos Respiraba desafiante, en lontananza, el Galibier. El coloso fue hasta Lautaret territorio para la siembra de Jonathan Castroviejo. El de Getxo perdió el hilo en el Izoard, pero después lanzó la caña y pescó al grupo de favoritos. Castroviejo marcó la sonata mientras Quintana apostaba por un trallazo seco para desconchar a sus rivales. El colombiano era el que fue hacia varias lunas, resplandeciente. Al resto les atrapó la noche. Exprimido Castroviejo, Van Baarle, que rapeló desde la fuga, impuso una marcheta para lo que restaba de Galibier. Apenas horadó las defensas de Alaphilippe, que subía sin lujos, pero sin alertas. Mas le regaló su rueda. El líder se sentía a salvo a pesar de la presencia de Pinot, un corredor que muerde en cada rampa. Al francés, empero, le faltó filo. “No he tenido un gran día y las jornadas así hay que superarlas. El objetivo era estar con los mejores y yo no he podido seguir el ataque de Bernal”, apuntó Pinot. No emergió en todo la subida, larga como una espera que no apetece. Tampoco dejó huella Landa, atrapado por la escasez de la despensa y el aleteo firme de Quintana. De Kruijswijk no hubo noticias. Sigiloso. De puntillas escaló Buchmann, que está sin que se le preste atención. “He visto bien a los gallos. Ha sido un día muy duro y que nadie haya perdido significa que todo el mundo está bien”, disertó Landa.

El escenario para Alaphilippe, en una montaña que aterra si se retuerce, era tranquilizador. Nadie le radiografió con meticulosidad. El líder seguía la corriente. Metido en su búnker, contenía la respiración. Solo el Ineos le rascó. Egan Bernal, un morador de las cumbres, el más fuerte entre los favoritos en el Galibier, soltó un latigazo hiriente y tenso a 3 kilómetros de la cima. El colombiano, exuberante, se destacó de inmediato. Nadie pudo rastrearle. Su despunte animó después a Thomas, que atizó al líder, pero acercó la resto a Bernal. Alaphilippe se tambaleó. Se agarró a las cuerdas. Restaba poco para vencer al Galibier. Se inició la cuenta. El líder estaba grogui, pero en pie. Salvado por la campana. “Hasta el último momento en el Galibier no se ha movido nadie por detrás, lo cual ha permitido que aguantase Alaphilippe. Es un corredor con mucha chispa y ha salvado bien ese momento de apuro”, determinó Landa en Valloire, donde se redimió Quintana y resistió Alaphilippe.